Nuevamente el “reverendo” Pat Robertson, icono del fundamentalismo puritano estadounidense, arremete contra el gobierno venezolano. Lo presenta como un potencial agresor, con armas nucleares, a los EEUU. Aparte de lo ridículo de la afirmación –que no por grotesca debe desestimarse- existen los constreñimientos materiales y psicológicos que hacen prácticamente imposible tal cuadro. Pero estas consideraciones no impiden que ese argumento sea usado, como se hizo en el caso de Irak, para que la Casa Blanca desate una acción de terrorismo bélico contra el país. La influencia combinada sobre George Bush de la “América Profunda”, el sector más atrasado de la sociedad anglosajona americana, uno de cuyos líderes es Robertson, y “los vulcanos”, el grupo neoliberal que representa “los halcones” del complejo industrial-militar, puede precipitar cualquier aventura bélica en esta porción del mundo. Y no faltarían gobiernos, como no escasearon para la agresión a Irak, incluso latinoamericanos, que respaldaran el ataque. No basta una tradición ya secular venezolana de no usar la fuerza en sus relaciones internacionales e, incluso en las internas, respaldada por la historia. Ni la declaración constitucional del territorio nacional como zona de paz, que no solamente compromete al Estado en la negación del espacio para el uso político de la fuerza en la arena internacional, sino también lo implica en la lucha contra el desarme, en particular de las armas de destrucción masiva. Pero, para ese iletrado clérigo, esos rasgos culturales que nos distinguen no tienen significado. Simplemente no los comprende y, por lo tanto no existen. “Cada ladrón juzga por su condición”.
Lo cierto es que Venezuela no tiene ninguna capacidad actual, ni para el mediano plazo, de desarrollar un ingenio nuclear. Es cierto que fuimos pioneros en la región en el estudio de la física atómica en el marco de investigaciones en el campo neurofisiológico. Pero esos esfuerzos, abortados por la desidia de los gobiernos del puntofijismo, se congelaron en el tiempo, y hoy somos de los países más atrasados en esa materia en Sudamérica. Pero aún en el caso hipotético de que, con apoyo iraní, en corto plazo, dispusiésemos de un artefacto nuclear, no hay ningún medio de envío –misiles, aeronaves, cañones navales, etc.) que facilite su colocación sobre un blanco en ese país. Y, en el supuesto negado de que se materializara, las defensas aéreas y antimisilisticas de esa potencia tendría todas las posibilidades de interceptar semejante ataque. Más aun, admitiendo el imposible de un ataque venezolano de ese tipo, la respuesta representaría la aniquilación total, no solo de la nación sino del país. De modo que, el sólo pensarlo es una locura, únicamente concebible para la mente desequilibrada de un orate con visiones mesiánicas y sus seguidores, creyentes en el Apocalipsis, entre los cuales figura el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas norteamericanas. (Ver la película “Escándalo en la Casa Blanca”)
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