Los agrónomos integrales tenemos el acierto de ver holísticamente los fenómenos de la agricultura, que comienza mucho antes de la siembra y termina mucho después de la cosecha. Vemos sistemas agrícolas y cadenas (no de negocios) socioproductivas, y valoramos el esfuerzo de los campesinos y no campesinos, contenido en cada alimento que llega a la mesa. No vemos nada fraccionado o parcial, es un esfuerzo integral el de la agricultura sustentable que garantiza la seguridad y la soberanía alimentaria.
Los fraccionamientos que se hacen de las políticas y de los análisis de la agricultura son parte de una metódica reduccionista que imagina que cortando en pedazos los sistemas y las cadenas agroalimentarias, es posible obtener un mejor control de los subprocesos en contra de los procesos.
De esta manera, durante nuestra Revolución, las circunstancias y la inexperiencia en agricultura nos llevaron a crear por separado dos ministerios, el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras que gobierna los tramos iniciales hasta la cosecha, y el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, con el fragmento restante de la cosecha a la mesa. Uno dedicado al gran esfuerzo productivo y el otro al esfuerzo distributivo, y para mal mayor a solventar la menor de las crisis con importaciones masivas que desalientan al otro ministerio. Pero, lo peor no se ha dicho, en ambos ministerios el Poder Popular es una ilusión de armonía, como una vez calificaron los escuálidos al país que estaban dejándonos de herencia. Este fraccionamiento del sistema agroalimentario nacional ocurrió en el año 2004, y desde esa época estoy tratando de conseguir las justificaciones a esta política reduccionista y no las consigo, salvo que alguien haya pensado que el acceso a los alimentos, pudiera tener un componente más coyuntural que estructural, y para eso los hermanos cubanos y los militares son excepcionales asesores y gerentes.
Un sistema agroalimentario para la revolución pasa por la unicidad de criterios, de políticas, de estrategias, de ganas de salir de la crisis estructural y dejar minimizado lo circunstancial. Un país que invierta lo que nuestra revolución hace en el sistema agroalimentario, no debiera estar esperando al pregonero que perifonea que cerca de nuestras casas hay un operativo de MERCAL, ni tampoco, puede estar amenazado por las conspiraciones de Empresas Polar, con la harina precocida. La cadena del maíz de ese pedazo de arepa que me permitió mi esposa, debe ser gobernada desde una sola perspectiva, como la del huevo de consumo, la del arroz y la del plátano, para serle fiel al ejemplo que venimos utilizando. Si el camino de los mercados populares es correcto, como en efecto lo creo, debe serlo en una racionalidad que implique la compleja estructura de lo que empieza antes de la siembra y termina mucho después de la cosecha, y siempre mediada por el poder popular, que pareciera ha quedado para defender la evidente vulnerabilidad en que nos tiene el error de fraccionar la integralidad.
Cuando asumió Maduro las riendas de la patria, preguntó al Ministro de la parte final de las cadenas ¿Para cuándo estará solucionado el problema de desabastecimiento? Seis meses fue la respuesta. El improvisado gerente de la cosa pública comenzó a ver en su imaginario de asuntos circunstanciales a cientos de barcos enormes arribando a los puertos, pero ni por el carajo se reunió con el Ministro que gobierna el componente de producción nacional para entrarle de lleno a una nueva forma de ver el problema. En ese momento, la vulnerabilidad era tal que nos habíamos comido la casi totalidad de las reservas alimentarias estratégicas. Tremendo susto para esa transición entre el comandante Chávez y el comandante Maduro.
Si vamos a rectificar, si vamos a parar las conspiraciones, si vamos a hacer una Venezuela potencia, si vamos a refundar la República, comencemos por hacer del sistema agroalimentario una prioridad con un solo gobierno.
Hay que cuidar que la agricultura no procree otro monstruo de mil bolsillos.