Tal como ha ocurrido en elecciones anteriores, en estos meses previos al 8 de diciembre, la oposición arrecia sus ataques al gobierno nacional. Para ellos, nada importante es el bienestar del pueblo, mucho menos la consolidación de los logros sociales de estos últimos años. Todo lo contrario, su nivel de perversión ha llegado a los límites de pretender la destrucción del país.
Todo lo visto hasta ahora, nos demuestra la locura, insensatez y disociación con que actúan y hablan sus voceros. Profetas del desastre y curiosamente contradictorios en sus pasos. Pero siempre negativos. Deliran y auguran por la mala noticia. De manera clara y precisa, estamos ante seres moldeados por el odio y la maldad, para decir lo menos.
Se han anotado para participar en las elecciones del 8 de diciembre y todavía no explican su razón para inscribirse ante un CNE que a diario cuestionan en cuanto escenario internacional pisan. El fraude que tienen en la punta de la lengua es precisamente su falta de sinceridad. Por tanto, esperar que no lo hagan el 8-D por la noche es una inocencia de quien piense que realmente actúan como gente que le queda algo de cordura. Definitivamente, ellos sólo reconocerán un CNE cuando los dé ganador. ¿Qué les parece?
Ahora, si todavía existen compatriotas desprevenidos acerca de los oscuros propósitos de esta gente, solamente hay que pasearse por la irresponsable posición que han venido asumiendo en relación al tema de la corrupción. Ante el discurso equilibrado, contundente y respetuoso del Presidente Nicolás Maduro para solicitarle a la Asamblea Nacional la aprobación de una Ley Habilitante, no se ha hecho esperar la reacción negativa de quienes saben muy bien que son una fruta podrida.
Esa posición testaruda, rabiosa y desaforada está muy lejos de ser el comportamiento de un partido de oposición. Es exagerado su extremismo al convertirse en aliados y cómplices de quienes actúan bajando la producción y secuestrándole los alimentos al pueblo, declarándole a los venezolanos una manifiesta guerra económica.
De la misma manera, su posición ante la lucha que ha emprendido el gobierno Bolivariano en contra de la corrupción administrativa los desenmascara, una vez más. Está claro que no dan ni darán un paso en positivo. Esta es la misma gente del golpe del 2002, del paro criminal del 2002-03, de los paros y guarimbas, del saboteo eléctrico, del saboteo petrolero, de la alianza con paramilitares y el narcotráfico. Son los servidores y aliados internos de los poderes económicos de EE.UU. ¿Qué puede esperarse de ellos?
Todo indica que debemos estar alerta. Esa mezquindad sin límite, como dice el Presidente Maduro, no tiene cura. Por tanto, la única fuerza capaz de frenarlos es el pueblo venezolano organizado, que conoce muy bien sus locuras y ambiciones. Es muy cierto que quien cosecha vientos, cosecha tempestades.