“Cuando se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba definitivamente el mando, se vieron también las grandes limitaciones que tendría en el ejercicio del poder estatal a causa de las condiciones en que encontráramos el Estado, sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política y en todo el frente económico…”. “Pero, con el aceleramiento del proceso, ocurrido a partir de la nacionalización de las empresas norteamericanas y, posteriormente, de las grandes empresas cubanas, se produce una verdadera hambre de técnicos administrativos. Se siente por otro lado, una necesidad angustiosa de técnicos en la producción, debido al éxodo de muchos de ellos, atraídos por mejores posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas en otras partes de América o en los mismos Estados Unidos, y el aparato político debe someterse a un intenso esfuerzo, en medio de las tareas de estructuración, para dar atención ideológica a una masa que entra en contacto con la revolución, plena de ansias de aprender”.
(Ernesto Guevara, “El cuadro, columna vertebral de la Revolución” Cuba Socialista, septiembre, 1962)
El 28 de octubre, “Día del Ingeniero” pensé que bien cabía una reflexión sobre la necesidad de impulsar una Universidad Tecnológica Socialista, que forme ingenieros con conciencia social. Los ingenieros son profesionales creativos, piezas claves en la formación de cualquier aparato productivo, en la transformación de una economía rentista en una industrializada. Sin embargo en Venezuela seguimos dejando la formación de estos profesionales a Universidades cuyo enfoque está anclado y comprometido con la supervivencia del sistema capitalista.
Nos forman para ser excelentes técnicos, pero al servicio de las grandes empresas, no para emprender. La mayoría de nuestros jóvenes se gradúan con la aspiración de entrar como empleados a una trasnacional (muchos solo piensan en graduarse e irse al exterior) o una empresa consolidada, pero no con la idea de asumir riesgos y emprender una organización que sume nueva producción al país. En las condiciones aún vigentes, porque la verdad es que no hemos permeado la educación universitaria técnica y científica, siempre será más fácil emplearse que emprender.
Si pocos son los ingenieros emprendedores, menos aún son los ingenieros que se gradúan con la vocación de entrar a transformar la gestión pública. Trabajar dentro del Estado no es lo mejor visto, tiende a verse como una estructura pétrea en la que el ingenio no tiene mucho valor. Y si un ingeniero entra a la administración pública, muchas veces se le etiqueta de meramente “técnico”, se adormece su espíritu transformador, o la burocracia antropófaga lo acorrala y lo devora. Los ingenieros creemos en la ciencia, la planificación estratégica, la mejora continua de los procesos, la calidad, la prospectiva, entre otras cosas, sin embargo éstos parecen términos extraños en muchas instancias del Estado, y hay quienes hasta nos miran mal cuando los defendemos.
En estos momentos invocamos a cada rato la necesidad de alcanzar la EFICIENCIA, y ¿qué hace eficiente a una organización que no tenga que ver con la planificación, la calidad, la mejora continua, el manejo de indicadores, el seguimiento, el control de gestión, etc?. La eficiencia que demanda nuestro país es una eficiencia real y no de discurso, y eso pasa por entender los procesos del sistema y transformarlos. Los ingenieros están destinados por su formación a trasmutar para mejor todo lugar donde lleguen, ya por eso deberían ser considerados necesarios en cualquier revolución.
Una revolución productiva sin ingenieros, es como una revolución social sin pueblo, y al final ingenieros y pueblo son una misma cosa.
Un ingeniero que contribuye a hacer productiva y eficiente una empresa recuperada, hace más por la revolución que aquel que se queda en la crítica, y sólo sabe hacer eso: criticar. Muchos de los que hablan de transformar la economía del país y de industrializarlo se quedan en eso: palabras. Y seguiremos así mientras entre otras cosas, no se dé el lugar que merece a la honrosa tarea del ingeniero dentro de la Revolución. No demando dentro del proceso revolucionario para los que comparten mi profesión un lugar distinto al que su capacidad le merezca, demando simplemente el lugar que su capacidad merece y que encuentra mucha resistencia en un ambiente donde el ser buen “técnico” poco estímulo encuentra, o automáticamente parece que anula nuestra capacidad “política”. ¿No define acaso el Ché al cuadro revolucionario como “un creador, un dirigente de alta estatura, un técnico de buen nivel político que puede, razonando dialécticamente, llevar adelante su sector de producción o desarrollar a la masa desde su puesto político de dirección” ?.
Hemos escuchado muchas veces que necesitamos médicos comunitarios que sanen al pueblo, comunicadores comprometidos con la verdad, trabajadores sociales que se metan en los barrios, militares patriotas, policías humanistas, abogados honestos, y sí, todos son necesarios, pero aún no escuchamos con la misma fuerza que necesitamos ingenieros socialistas para producir, para generar valor, eficiencia y calidad en compañía del pueblo y a su servicio, para generar riqueza que vaya al Estado o la Comuna -y no a manos de unos pocos- para luego ser redistribuida y reinvertida en la calidad de vida de la comunidad entera; o bien para emprender en cooperación con el sector público, fortalecer la industria nacional y generar nuevos puestos de trabajo con una visión justa.
Los ingenieros que creemos en la Revolución y trabajamos por ella somos una minoría extraña, errores del sistema que nos formó. Para construir una Patria Socialista Productiva y Eficiente no basta conformarnos con los errores del sistema, cuando el grueso de nuestros ingenieros egresados de universidades públicas –con una educación gratuita, pagada por el Estado- se va a fortalecer el sistema capitalista contra el que luchamos. Seguir ciegos a esta realidad es como querer ir a una la guerra a combatir a un enemigo al que permanentemente le enviamos refuerzos capacitados, armamento y provisiones, y de paso le damos nuestras coordenadas.
Necesitamos ingenieros con una sólida formación técnica y científica (cosa en que nuestras universidades tienen mérito), pero con espíritu crítico y con conciencia de clase: es ahí donde como Revolución seguimos teniendo una deuda.
Sostenía el Ché “es necesario trabajar con los profesionales, impulsando a los jóvenes a seguir alguna de las carreras técnicas más importantes, para tentar de darle a la ciencia el tono de entusiasmo ideológico que garantice un desarrollo acelerado”, hoy Dia del Ingeniero, solo tengo una petición para mi hermano Nicolas Maduro: una Universidad Tecnológica Socialista, que produzca ingenieros para la Venezuela industrial y productiva, ingenieros del pueblo para el pueblo, para construir la Venezuela Potencia.
Ingeniero Industrial Socialista.