En memoria al triste diciembre de tu despedida

Amor es revolución

“LA MAS GRANDE REALIZACION DE UN REVOLUCIONARIO VERDADERO ES CONQUISTAR EL CORAZON DE SU ENEMIGO”

Martí escribió: “La única verdad en esta vida y la única fuerza, es el Amor”. Igual el Apóstol Juan nos dijo: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor”.  La última lección de la Verdad es el Amor, nuestras fuerzas todas provienen de este sublime sentimiento que todo lo reduce al UNO. Practicándolo se nos revelan los misterios más profundos de la existencia misma, nos hacemos UNO con el TODO. La revelación del Amor es Dios mismo.

En ocasiones nos rendimos en la nostalgia de un recorrido glorioso que no pudo ser, nos levantamos solo para intentar vanamente recorrer caminos echados al olvido, se nos agotan nuestras fuerzas y aun en ese episodio triste nos sostiene la milagrosa mano de lo desconocido, lo comprendemos luego, nada tiene sentido sin la fuerza milagrosa del Amor. He tenido que rasgarle el velo a lo desconocido, para solo descubrir la belleza refulgente de mis soles internos.

¿Qué nos da la fuerza cada día? ¿Qué es lo que rompe el dique en nuestros seres y hace brotar la lluvia de los amaneceres? ¿Seriamos capaces de pensar que el mismo vínculo de Amor que nos hace uno con nuestros amados, igual es el mismo en aquellos que pensamos nuestros enemigos con sus seres amados? ¿Si la Revolución persigue los cambios en dirección a la justicia y la dignidad, no ha de inspirarla el excelso Ser que todo lo cubre?

Si nos anima el Amor y no las ideologías, si nuestras fuerzas salen de nuestra conexión sublime con nuestro prójimo y no de las frustraciones, traumas y dolores. Si en vez de ser impulsada por la venganza en lugar del espíritu de justicia, y más que justicia alcanzamos los contornos del infinito y obedecemos a la misericordia, serian nuestras noches días, nuestras luces nuestras propias almas alumbrando la eternidad con la poderosa unidad de nuestros seres.

Por Amor resucito Lázaro, y resucitaran los pueblos, y volverá Hugo Chávez encarnado en los triunfos de nuestros pueblos, encumbrado en las montañas, sonriéndonos porque no fuimos vencidos.

¿Se habrá sentido nuestro Comandante Chávez como el Libertador Bolívar ante la cita inminente con la muerte? Una carta de Bolívar, su última carta, dirigida a su prima nos desvela la angustia de quien construyo un camino convertido en Evangelio Eterno para nuestros pueblos.

Te la dedico Chávez, pero a ti te digo: ¡Felices Viviremos cuando Resuciten nuestros Pueblos!

[Querida prima:

 ¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro?

Ha llegado la última hora; tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.

Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz.

Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan; tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.

 ¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la mano que

estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.

Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y

Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del mensaje del

Congreso de Angostura.

 ¿No la reconoces, verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.

Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de un sol de primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores, víctima de un inmenso dolor; presa de infinitas amarguras. Te dejo el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter mis ojos.

 ¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma en el peligro, conmigo presidiste los consejos del gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses, tuyos son también mi último pensamiento y mi pena final.

En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de

Byron por las calles de Venecia, en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma mostrada por las níveas castidades.

A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las últimas congojas apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas y en tu voz escucho las dianas de Junín.

Adiós, Fanny, todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías se hunden en la nada, sólo quedas tú como ilusión serafina señoreando el infinito, dominando la eternidad.

Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.

Santa Marta, 6 de diciembre de 1830.

Simón Bolívar]



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Rafael Guillén Beltre


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