¿La empresa le debe al obrero o viceversa?

¿Quién paga tu salario?

Nos han dominado hasta con el verbo, inclusive con la misma Gramática[1], con los textos de estudio y el argot de uso popular correspondiente a tantos oficios y profesiones.

Los locutores y periodistas ha sido víctimas y victimarios en esa fea materia de desalfabetización de los ya alfabetizados. Los narradores y comentaristas del béisbol, pongamos como ejemplo, nos acostumbraron a decir doble matanza, como si se tratara de dos puñados de outs en cada base involucrada, sin que jamás docente alguno ni gobierno alguno ni Ministerio alguno los corrigiera.

Así de alienada se ha sentido nuestra sociedad proletaria, misma que lee un periódico sin tener claro que es de la derecha que defiende a las empresas, y deja de leer otro que es de la izquierda   que defiende al asalariado. Lo hace porque ese medio de la derecha le ha hecho ver que  el segundo lo perjudica. Un venezolano que lee ese periódico que va contra sus personales intereses, pero que él, ignorante al fin, da por cierto todo su contenido, aunque sus dueños-que casi nunca sabe quiénes son-sean sus enemigos como patronos y explotadores.

Efectivamente, un alto porcentaje de nuestro vocabulario, ya pobre de por sí, se ha ido confeccionando a punta de voces propias de cada una de los multicentenares de oficios, técnicas y profesiones. Así de atomizada ha sido la información recibida para que nos hallemos divididos por nuestro verbo, a pesar de usar una misma lengua[2].

No nos referimos a la Gramática como tal, ella es sólo una guía operativa parlamentaria; hablamos del parlamento, de la terminología tecnocientífica. Cada obrero es acostumbrado a manejar palabras y expresiones, giros, etc., acordes a su oficio o profesión, pero que terminan haciéndolas propiedad privada del gremio, del colegio, del estrato social, si se quiere[3].

Que ese fraccionamiento o divisionismo idiomático haya privado en sus orígenes tribuales nos permite que modernamente cada quien ande por su lado en esta materia comunicacional.  Pero, desde luego, el uso de una lengua común también podría servir para someternos, como lo ha hecho el inglés yanquizado y el español nacionalizado. De lo que se trata es que cuando hablemos entre nosotros evitemos en todo lo posible el uso exclusivo del argot como propiedad privada. Que cuando hablemos dos o más idiomas, de una técnica  y profesión le traduzcamos a nuestro interlocutor lo que se esté hablando y de lo que él no sea especialista.

Consulte usted una guía de la farmacopea, consulte los diccionarios de medicina, de física, de albañilería, de herrería, de panadería. Si usted no pertenece a esos gremios medioevales aun, será muy poco lo que aporten cuando los consulte.

 Yendo al tema: Los empleados de una empresa suelen estar convencidos de que el patrono les paga lo justo, so pena de que ellos hagan los reclamos correspondientes, y hasta allí llegaría la querella obrero-patronal sin perturbación del sistema que rige esas relaciones entre empresas privadas y sus obreros explotados, posibles querellas entre ricos y pobres,  por así decirlo.

Pero hay más: El obrero cree que el patrono saca de su cartera, sd su patrimonio, de su cuenta bancaria o de su bóveda, el salario que le paga. No es así. El empresario, si a ver vamos, sólo usa su dinero, propio o tomado en préstamo, para el momento de la fundación de tal o cual empresa. Luego, todo el dinero que recolecta por concepto de ventas sirve para reponer sus inventarios de medios de producción, para recontratar las plantillas laborales y para acrecentar el capital original, luego de usar una parte para la satisfacción de su propia cesta básica.

 Con las ganancias anuales, la empresa va amortizando, al margen de la contabilidad de la empresa, todo el capital inicial hasta el último bolívar de su costo de compra. Por esta razón, satisfecha esa amortización con inclusión del monto de la primera nómina salarial, todo lo que esa empresa va desembolsando es propiedad original de sus asalariados.

De allí que cuando usted le oiga decir a alguien que tal gasto va con cargo a la empresa, esa persona miente; debe entenderse que va con cargo al patrimonio potencial del obrero porque el patrimonio de la empresa es, más bien, patrimonio de los trabajadores. El patrono suele retenerle parte de la riqueza creada por él, riqueza obrera que en lenguaje marxiano se conoce como plusvalor.  

Este curioso fenómeno social aritmético sólo podrá entenderse cuando se entienda y reconozca que los obreros son más acreedores que todos los accionistas juntos de cualquier empresa. Que son dueños de hecho, aunque no de derecho.


[1] La advertencia política para que sepamos que más nos han dominado por nuestra ignorancia que por la fuerza no ha respondido a una dejación personal de las víctimas, ni siquiera de los gobernantes y docentes, cuya mayoría   han sido engañados en muchos casos-así lo pensamos-porque se trata de gobernantes tan ignaros como los dominados.

[2] Cuando el médico cubano diagnostica, pongamos el ejemplo, paciente con dolor de barriga, para remitirlo a un especialista, él no lo hace porque su formación de médico deje mucho qué desear, como así los han malentendido los galenos criollos ignaros en sí mismos. Lo han hecho sencillamente con la finalidad de que su paciente no se estrese más de la cuenta con esos términos rimbombantes más propios de gente encopetada que de bien capacitados profesionales porque médicamente eso no es aconsejable ni por sus propios colegas, aunque paradójicamente estos también  incurran en ese vicio que sugieren abandonar. El especialista, ya sabrá examinar la zona de la barriga o barriguita y dará cuenta del diagnóstico específico.

[3] Intereses extraños y dominantes nos han configurado cada verbo, cada frase, cada palabrita. Los soportes bibliográficos donde nos han puesto a beber para nuestra formación han recibido la más exhaustiva censura para sus ediciones y publicaciones, cual regulación inquisitorial de índole religiosa y económica medioeval. Particularmente, la jerarquía española ha sido muy experta en esos menesteres de regulación del derecho a expresarnos, no como nos dé la gana, pero sí con neutro propio criterio aunque este esté errado.



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Manuel C. Martínez


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