Desde la llegada del Presidente Chávez a Miraflores en 1999, las buenas noticias se han convertido en la constante que ha confrontado a los pájaros de mal agüero. Aquel diciembre del 98 la Venezuela irredenta vibró y estalló en la emotividad ante el advenimiento de quien a la postre se convertiría en el más notable líder de la Venezuela contemporánea. Un resultado electoral, como los que vinieron luego, para profundizar más y más en el nivel de conciencia de los miles de compatriotas afines a lo que el acontecer histórico, con el pueblo como protagonista, califica hoy como Revolución Bolivariana.
Para nosotros, hay motivos suficientes para que cada elección se convierta en un reto y una confrontación de vida. Ya lo tenemos claro, todos los espacios están en disputa y si algún elemento define esta pugna es precisamente la lucha de clases. Por tanto, el debate de las ideas, se ha convertido en una lucha que en este proceso tiene su sostén en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y demás leyes de la República, con sus deberes y derechos.
La fundamentación anterior encuentra su desarrollo práctico y concreto en el legado del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez. Me refiero al Plan de la Patria, 2013-2019, hoy Ley de la República, votado afirmativamente por mayoría popular el 7 de octubre de 2012 y el 14 de abril de 2013. Legado ideológico y metodológico que el pueblo cada día regionaliza y municipaliza, hasta llevarlo a la práctica en el último rincón de la patria.
Se trata de “un programa de transición y de radicalización de la democracia participativa y protagónica”, cuyo objetivo inmediato es acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo, como condición insustituible para la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI.
De manera que la mayoría de nuestros compatriotas precisamos en cada acto de votación el camino escogido para construir una Venezuela socialista. A sabiendas de otras opciones para luchar y hacer una revolución, el chavismo ha sido consecuente con la vía electoral en apego a las leyes que nosotros mismos hemos elaborado y aprobado. De manera distinta se comportan los perdedores que no terminan de darle un voto de confianza al organismo electoral.
En todo caso, superado exitosamente el 8-D, nuestro voto no será un cheque al portador y el papel contralor del pueblo seguirá abriéndole paso a la construcción de la Venezuela socialista, guiados siempre bajo las premisas de la lealtad y el amor a líder de todos los tiempos, Hugo Chávez.