365 días han trascurrido de aquella fatídica noche en la que a las 9 y media, desde el despacho uno de la Presidencia, te encadenaste para hablarle al país todo, pero especialmente para dirigirnos aquel memorable mensaje a los revolucionarios y las revolucionarias de Venezuela.
Apareciste rodeado de tus colaboradores, como acostumbraste siempre, con la broma y la chanza a flor de labios y con la excusa de informarnos del viaje a Cuba para la operación, con ese lenguaje poético tan tuyo nos indicaste, con esa convicción que siempre caracterizó tu verbo, que tu opinión “firme, plena como la luna llena” era que debíamos elegir a Nicolás Maduro si se presentara el escenario que obligara a convocar a nuevas elecciones presidenciales. Sabías ya, como muy pocos, pero tú lo sabías como nadie, que esa podía ser tu última aparición pública, no te amilanaron los dolores ni la tristeza que causan las despedidas, te despediste de tu vida pública desde la pantalla televisiva tal como entraste en ella aquel 4F, enfrentándote a las cámaras y cautivando al público como sólo logran hacerlo los mejores. Tú que fuiste un mago de la pantalla, el 8D nos hablaste para despedirte sin decirnos que era para siempre, pero dejando en muchos aquel mal presagio. Con ese verbo pletórico nos hablaste de la Patria y te despediste, como buen militar, con el himno del Batallón Blindados de Apure, al que inmortalizaste como tu inconfundible voz.
Dos procesos eleccionarios han transcurridos desde entonces, los saldos para el chavismo los conocemos todos; ahora, frente a un tercer proceso electoral que se sucede precisamente hoy, al primer año de tu último mensaje público, las cartas están echadas y a veces sentimos que contigo murió un proyecto tan original y tan cargado de ti que pasó a un mundo quimérico; otras veces, sentimos que aunque físicamente estás ausente el proyecto de país que nos configuraste está más vivo que nunca y que “no araste en el mar”, porque te sembraste en la gente y el pueblo asumió el compromiso de serte fiel hasta en el más allá.
Ya una vez conocidos los resultados de las elecciones municipales, diciembre de 2013, vendrán los análisis y más allá de las derrotas y las victorias algunos inevitablemente pensamos que la propuesta de socialismo que nos asomaste, se va desdibujando en el camino y aunque se gobierne en tu nombre y con tu nombre por delate, ya no es lo mismo después de esa fatídica noche del 8D, después de tu despedida.
Tú que siempre nos ofreciste una consigna para cada ocasión; que nos atiborraste de historia y de vivencias tuyas, todas cargadas de significados colectivos; que nos ilustraste con vehemencia sobre la vida y obra de Simón, pero narrada con tanta simpleza y en un lenguaje tan llano que todos pudimos entender siempre; que nos impregnaste de tu llano con esa marca de venezolanidad que los orientales, occidentales, costeños y centrales supimos valorar, más allá de los regionalismo que nos caracterizan; que nos describiste palmo a palmo la geografía de todo un país, pero cargada de amor y compasión por un pueblo sufriente; que supiste enfrentarte a los enemigos más poderosos sin ápice de temor y sin ninguna duda y confiando siempre en la valentía y grandeza del pueblo heredero de Bolívar; cuánta falta nos has hecho, cuánta falta nos haces y cuánta nos harás siempre Comandante.
Tus enemigos, implacables siempre, no pudieron perdonar tu Grandeza. No tuvieron compasión contigo ni en los momentos más duros y difíciles en los que cara a cara enfrentaste con un valor único tu destino. El pueblo que te amó y te ama tampoco les perdonará nunca a ellos esa inclemencia y la poca o ninguna compasión hacia ti.
Te hiciste un Gigante, porque fuiste capaz de hacer Gigante al pueblo, ese pueblo de Bolívar que ahora, en tu ausencia física, sigue luchando y luchará por hacer realidad la Patria Grande para nuestros hijos y nuestros nietos.