Arrancamos el 2013 sabiendo lo que no queríamos saber y la realidad nos llevó por delante. Aún sin asimilar la muerte de nuestro querido Comandante Chávez, enfrentamos electoralmente a una oposición recién derrotada, pero creída. Triunfamos, el candidato del capital - sionismo volvió a perder y se descargó añadiendo dolor al dolor y luto al luto.
En abril comenzamos a remontar la montaña con el peso de la ausencia de Chávez y con un nuevo Presidente, Nicolás Maduro, quien tenía que demostrar a Venezuela y al mundo que merecía ser el sucesor del gigante Chávez. Maduro salió a la calle, se fue posicionando, enfrentó la guerra y el 8 D volvimos a triunfar.
Pero cómodos con Nicolás y con la unidad entre supuestos rivales a muertes, le fuimos dando rienda suelta a la emotividad contenida y lo hicimos muy a la criolla criticando y criticando. Criticando al Presidente, al gabinete, al poder judicial, a la Fiscalía, a la educación, a la burocracia, al PSUV e incluso al pueblo protagonista de este cuento…
Ser crítico es válido, pero criticar por criticar no es revolucionario, como tampoco lo es no aceptar críticas constructivas y bien fundadas.
No aporta nada al proceso y más bien, les sigue el juego a nuestros enemigos. No hay revolución por cuenta propia, o vamos juntos o no vamos. Ninguno de nosotros ha hecho antes una revolución y menos aún, una amorosa, pacífica, democrática, bolivariana, basada en las tres raíces, Cristo, Marx y unos cuantos más.
¿Qué no es una revolución sino reformismo? ¿Qué no encaja con el revolucionómetro? ¿Qué las revoluciones de este siglo son distintas? ¿Que el futuro es un eco- socialismo espiritual, inclusivo y respetuoso de la diversidad? No lo sé, mi ecuación tiene tantas incógnitas como la de cualquiera.
Lo que sí sé es que nuestra revolución, como la madre, es una sola y tenemos que entendernos con ella. Nos montamos en el burro y la única manera de no perdernos es bajarle dos al protagonismo y la criticadera, reconocer lo andado, aprender a escuchar, hacer proposiciones constructivas sobre lo que falta por andar y exigir la creación de espacios de debate con el gobierno y el partido para tratar temas calientes como los económicos, comunicacionales y educativos.