2013, el año en el que la revolución estuvo a punto de acabarse

La primera semana de enero del 2013, como todo ese año, fue de luchas y combates para los revolucionarios y revolucionarias.

Basta recordar el dolor acuestas del pueblo por el estado de salud que desde el 8 de diciembre obligó al Comandante a ausentarse físicamente, por primera vez, por tanto tiempo seguido, después de 14 años de permanecer en la línea de fuego como guía y conductor “indispensable” de una revolución aún demasiado joven.

Quienes creían ya conocer la bajeza y la miseria moral de los enemigos políticos de ese Gigante que fue Hugo Chávez estaban equivocados, fue después del 8 de diciembre y hasta más allá del 5 de marzo, que se pudo constatar hasta donde eran capaces de llegar en su odio ciego hacia al individuo y a lo que representó siempre. El odio histórico de la burguesía por el pueblo venezolano humilde fue volcado sobre Chávez quien tuvo la grandeza de soportarlo con un estoicismo nunca antes visto.

El pueblo de Chávez estuvo a punto de ser derrotado moralmente en esa guerra intensificada, desde el 8 de diciembre al 5 de marzo 2013, al no tener al frente a quien en 13 años siempre estuvo, encontrándose con una dirigencia que aunque contaban con la aceptación de ese mismo pueblo, aún no terminaba de creerse lo que había pasado y no era capaz de llenar ese vacío tan grande que dejaba la ausencia del líder.

Pero fue ese mismo pueblo de Chávez el que otra vez, como antes en el 2002, cuando el golpe de abril, o cuando el golpe petrolero, o como apareció siempre en cada una de las tantas batallas que se libraron durante los años precedentes, que emergió de nuevo después del 5 de marzo desbordante pero con disciplina, con la paciencia y el dolor acuestas aún se manifestó para despedir a su líder y a decirle contundentemente a los enemigos políticos de Chávez que aunque el líder ya no estaba el pueblo seguía estando y el fin del chavismo, que cantaron a los cuatro vientos, no parecía estar cerca.

El torbellino que deja la despedida de Chávez y los días sucesivos de la campaña presidencial más corta de nuestra historia, y sin precedentes en el país, parece que llevó al sujeto pueblo a replegarse y a seguir rumiando esa tristeza tan grande (duelo) que le hizo sentir que después de Chávez nada valía la pena y que el sueño que vivió se terminaba allí. Así la contrarrevolución sorprende a todos con unos resultados electorales que dejaron ver claramente el vacío que causaba la ausencia de ese pueblo que días antes no dudó en salir a despedir a Chávez, al que siempre acompañó a él desde 1998. Sin Chávez el proceso podía continuar, pero sin el pueblo era imposible.

La derecha después del 14 A, como en el 2002, volvió a equivocarse, considerando que era su momento y que había que ir con todo contra los restos de lo que Chávez dejaba y contra ese pueblo de Chávez, pretendió desatar la violencia en el país. Olvidando que Chávez había enseñado al pueblo que ese no era el camino. Esta lección y aprendizaje además del pueblo chavista lo había asimilado el país todo. Sólo unos pocos violentos se sumaron al llamado de la violencia opositora que fracasó estrepitosamente. Tristemente esto dejó nuevamente el saldo de 13 víctimas, por supuesto siempre de las filas del pueblo.

Después de este fracaso de la derecha, la cual siguió insistiendo en la deslegitimación de lo que quedaba y a medida que el nuevo gobierno, heredero de lo que Chávez dejó en 21 años de accionar político, y que el pueblo rumiando su duelo y tristeza fue asimilando la partida del Gigante y que el nuevo gobierno con un liderazgo más colectivo ahora, dejaba ver que Chávez seguía a pesar de su ausencia, el pueblo herido en su orgullo por una contrarrevolución que seguía festejando la muerte de Chávez, resurge el 8D para volver a recordar que el chavismo continúa.

Así es pueblo volvió a sorprender a todos y como el 14 A, con ese dolor infinito a cuestas habló a través de su ausencia, el 8D emergió para gritarle a todos, pero especialmente a la derecha y a los enemigos de Chávez que el chavismo sigue y que la ausencia física del Comandante lo golpeó pero que el pueblo ha confiado y seguirá confiando en su herencia y en sus herederos.

El pueblo ha estado siempre con la revolución de Chávez, en varias circunstancias no suscribió medidas y decisiones que el líder llegó a tomar, de todas ellas la más evidente fue la de la Reforma Constitucional (2007) pero nunca dudó de estar al lado de la revolución que Chávez dirigía. Ese pueblo de Chávez el 14 A, votando a Nicolás declaró que apoyaba la continuación de un gobierno como el de Chávez, pero el 8D, ya superado su duelo, libró la batalla porque la Revolución de Chávez continuara y confirmó que es Nicolás Maduro junto a su equipo quien dirigirá la revolución en adelante, atendiendo el mapa de ruta que el Comandante dejó.

Chávez nunca dejó de tener plena y absoluta confianza en el pueblo y ésta confianza lo llevó a gobernar interpretando siempre las necesidades e intereses de ese pueblo. Pero lo que Chávez logró hacer de forma magistral fue conducir la Revolución y hacerse su referente por excelencia. Una revolución que nunca ha menospreciado las experiencias y las luchas históricas de los pueblos por emanciparse, pero que ha sabido, apelando a un gran revolucionario de nuestra independencia, como lo fue Simón Rodríguez (inventamos o erramos), crear sus medios de realización y materialización.

Diálogo, encuentro, “reconciliación” y muchos otros conceptos similares en estos días después del 8D se han puesto de moda, Chávez quien nunca dejó de jugar su papel como dirigente revolucionario insistió en estos caminos mientras sus fervientes opositores siempre se empeñaron en negarlos. Deben los herederos de Chávez saber que el pueblo aceptó la negociación y los acuerdos que Chávez propuso e intento siempre porque no suponían nunca traicionar los intereses, las aspiraciones y las reivindicaciones del pueblo. Ese pueblo sufriente por el que Chávez se inmoló y que hoy cuando Chávez está ausente físicamente confía en que los deseos de Chávez y su herencia están orientados al camino de su liberación.



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Carlos Luna Arvelo


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