A Lilia Vera, “inlontananza”

A Lilia Vera no le gusta admitir que yo medio aprendí a tocar el cuatro gracias a que un día la escuche en la radio cantando “La Vaca Mariposa” de Simón Díaz. En dos escuchadas memorice esa canción, y como mi mamá Teresa, una llanera a carta cabal que se vino a Caracas, por un tiempo, a trabajar por sus hijos, me había regalado un cuatrito, me inscribió en un modulo de artes que quedaba en los bloquecitos (edificios pequeños) de Pinto Salinas, cerca del teleférico, yo le pedí al profesor que me enseñara esa canción, para cantarla como Lilia.

Y mamá compró en la Librería Nueva Chacao un LP de Lilia Vera. Y yo escuchando las canciones y memorizando y echándole dedos al cuatro.

Cuando me fui a estudiar la secundaria en el Colegio Santa María, Los Teques, seguí en las clases.

En el disco de Lilia está una canción de Otilio Galíndez, el mejor compositor del sentir llanero y navideño, “Pueblos Tristes”, que Lilia la interpreta desde el alma. En realidad nadie puede cantar mejor que Lilia Vera a Otilio, porque Lilia es un alma gemela de ese gran compositor americano.

Que iba a saber ella que yo fui Coordinador del Grupo Teatro Economía. Sí, allí se popularizó eso de “coordinador” porque había rechazo a la palabra director, y hasta se crearon en las “direcciones de coordinación”. Si uno dirigía una obra, entonces le ponía provisionalmente un “director artístico”. Yo dirige algunas y también coordinaba un grupo de cuentacuentos universitario llamado “Cuentos en el Rincón”. A una obra de Rodolfo Santana la ambientamos con canciones de Lilia, y el tema central fue “Pueblos Tristes”.

Un día me encontré con un aviso tamaño carta donde anunciaba un concierto en el Auditorio Carlos Marx de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, mejor conocido como “Auditorio Azul”, porque tenía de ese color las sillas. Dios mío, el concierto era con Lilia Vera.

Si Lilia Vera. Yo la vi y oí por primera vez en persona en el sótano de FACES. Con esa voz que desbordaba los micrófonos. Hablándonos. Y yo me aproveche de mi condición de coordinador del Grupo de Teatro Economía y de los Cuentos en el Rincón para al final acercarme a ella y saludarla. Lo malo es que no tuve a mano el LP que compró mi mamá, para que ella me lo firmara.

Llegó la Revolución Bolivariana. Uno sabía el papel de Lilia porque la habíamos visto al lado del que ella llama Padre Cantor, Ali Primera; cantando con los famosos de la Nueva Trova Cubana y sobre todo llevando por cada pueblo su canción solidaria. Yo siempre soñé con ver a Lilia Vera cantando en la Plaza Bolívar de mi pueblito, San José de Tiznados.

Ella le canta a Bolívar, a Sucre, a Chávez al pueblo de pie.

Una vez Lilia me invitó a su programa de radio “Siempre Lilia Vera”. Y yo estaba pendiente de llevarme un CD para que me lo autografiará. Lo olvidé porque estuve pendiente de llevarle una bufanda africana bien bonita que traje de Etiopía. Hablamos de todo. De África, de la negritud, de las costumbres heredadas, de la conciencia política. Menos de estas cosas que hoy recuerdo, no sea que Lilia dijera, con su risa cantaora, que lo hacía para sacar cuentas de los años

Sigo viendo y oyendo a la Madre Cantora. Que emoción cuando los jóvenes buscan sus cantos para aprendérselos, para acompañarlos mientras aprenden el cuatro, para expresar revolución. Que orgullo cuando la vi cantar con la prenda que le traje de Etiopía, cuando la vuelva le voy a regalar otra del occidente africano, pero no voy a olvidar los discos.

Sigue cantando Lilia, sigue hablándonos, sigue por ahí con tu voz cada vez más solidaria. Siempre.

Nota: inlontananza: en cercanía, pués



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Reinaldo Bolívar

Investigador, fundador del Centro de Saberes Africanos, vicecanciller para África

 reibol@gmail.com      @BolivarReinaldo

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