Guerra Económica. Sobrecostes indebidos (III)

Además de las depreciaciones,  los intereses sobre todo el capital depreciable.

Ya hemos hecho alusiones sobre algunos falsos costes cargados al consumidor en la Contabilidad burguesa, tales como las depreciaciones de maquinarias-caso típico por excelencia y de viaja data.

En mi libro de texto[1], presento el caso de las depreciaciones de algunos rubros propios del capital constante, mismas depreciaciones que si, por ejemplo,  se van cargando anualmente al precio de venta, llagará el momento en que el comerciante habrá recuperado 100% el precio satisfecho por la maquinaria del caso, con lo cual caería en picado su argumento justificativo de la ganancia obtenida, libre de explotación del asalariado, porque, según el mismo argumento, esa ganancia respondería al aporte de un capital que ya no posee como propiedad privada ya que pasó a manos de los consumidores que pagaron con su compra.

Si con el dinero del capital recuperado por vía de esas depreciaciones compra una máquina nueva, con ello sólo estaría reciclando el mismo cargo indebido por el mismo concepto de costes falsos. Y afirmamos esa falsedad porque, sencillamente, el consumidor no recibe una pizca de ese capital, de esa maquinaria que  sólo incrementa el potencial de plusvalía laboral en favor del capitalista, plusvalía que de plano-el mundo al revés-niega el empresario burgués.

Pero hay más: Si el fabricante compra capital constante con capital ajeno, digamos bancario, entonces el capitalista fabril carga también los interés causados durante el año o período de depreciación de la maquinaria u  otro tipo de coste constantes adquiridos a crédito, de parte del banco o de un proveedor. Carga las amortizaciones inclusivas de principal e intereses correspondientes, o en el valor de la maquinaria carga previamente los intereses y después hace el cargo al precio por concepto de amortización.

En tal caso, el consumidor estaría pagando la maquinaria y su correspondiente interés crediticio.

Corolario: no son conchas de ajo las sobreganancias indebidas obtenidas por un fabricante y comerciante que ha echado manos a mil triquiñuelas contables con el incondicional auxilio de contables costeados por el Estado. No en balde resultan "racionales" sus panegíricos y las apologías recibidas por el empresario burgués que tienen en común negar obcecadamente la explotación de los asalariados ya que, si a estos trabajadores no explota como asalariados, de todas maneras lo viene explotando como consumidor.


[1] PRAXIS de El Capital I.



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Manuel C. Martínez


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