Hasta hace apenas una semana, José Medina, vecino de Catia, mantenía su decisión de no ir a votar. No estaba de acuerdo con la manera como se habían escogido los candidatos a la Asamblea Nacional. “Estamos en tiempos de Revolución y no es posible que los cogollos y los grupos sigan haciendo las mismas marramucias de adecos y copeyanos, cercenando la voluntad de las bases como si nada hubiera cambiado”, decía. Igualmente estaba convencido de que no votar era la manera de llamar la atención de los dirigentes, que sería una lección que obligaría a recurrir a métodos más democráticos y más respetuosos de la voluntad popular. A su juicio la Revolución no corría riesgo alguno con esta conducta y, por el contrario, serviría para enderezar las cosas en lo sucesivo.
Pero, para el jueves primero de diciembre era de otra opinión y no está interesado en aleccionar a nadie. “Las cosas se han puesto feas y aquí hay cosas más importantes en juego. La democracia corre peligro y con ella la Revolución”, dice ahora. “Hay que ir a votar masivamente” es su consigna.
¿Qué provocó este cambio tan radical? ¡La oposición!
Es que las costuras del traje de la conspiración son groseramente evidentes en el retiro que hicieron los partidos de la oposición de sus candidatos a la Asamblea Nacional. Tanto que son capaces de mover hasta los más indecisos. Demostrada hasta la saciedad la transparencia y la seguridad del proceso eleccionario, cedidas todas las prerrogativas por el CNE en función de allanar el camino y facilitar la participación a los partidos opositores; sin embargo, en el último momento acuden al sabotaje directo de las elecciones.
Los sectores más recalcitrantes de la oposición acaban de hacer una apuesta arriesgada que como tal, a su juicio, puede otorgar premios ardorosamente apetecibles; pero, también conducir a la ruina absoluta de los apostadores. Lamentablemente para los afectados, arrastraron en su pretensión a quienes venían creciendo al amparo de los factores institucionales. A lo Jalisco, ya que no se puede ganar se arrebata.
Y la apuesta la van a perder porque para la mayoría de los venezolanos, al igual que para José Medina, la democracia es el bien político más preciado y, cuando se la amenaza, los partidarios de la Revolución terminan minimizando las diferencias y haciendo un sólido cuerpo para su defensa.
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