Especial para el marxismo rezagado

Prolegómenos del Socialismo Bolivariano

 Si algún aporte marxiano continuará su trascendente camino más allá del cambio del modo burgués por uno nuevo sin clases sociales, este sería el   aporte marxistaleninista del cambio social en permanente e inagotable proceso de mutaciones, conversiones, reconversiones, ajustes, modificaciones, innovaciones.

 

Módulo de ajustes del cambio revolucionario marxiano previsto en la obra de Karl Marx, en su precipua obra Das Kapital en sus 4 Tomos y 6 Libros,  lo representa esta variante llamada en Venezuela: Socialismo del siglo veintiuno-SSXXI-mismo Socialismo  que apenas se halla en sus prolegómenos como estos que de seguida pasamos a considerar:

 

De esto se trata, no es socialismo aún, ya que ningún cambio social opera de súbito; hacerlo sería un disparate de consecuencias imponderables y una manera más de entorpecer y/o dañar lo poco o mucho que el cambio mismo del libre desarrollo de las fuerzas productivas ha logrado e ido madurando con la velocidad que la propia lucha de clases no antagónicas ha ido alcanzando.

 

Se trata, pues, de una   transición hacia el socialismo, fase esta última que prepara el terreno social para que saltemos al comunismo, a esa posible forma de vida donde trabajar será la forma más sociable de vivir, a diferencia de la pesada carga que hasta ahora supone para los desafortunados proletarios que se ven impelidos a trabajar para vivir sin privilegios porque  las concesiones laborales conquistadas hasta ahora han sido conculcadas, torcidas y canalizadas hacia y por la mencionada aristocracia proletaria, suerte de vanguardia proburguesa traidora a  la clase proletaria que es usada como autodefensa de la propia clase burguesa que los vende como modelos de éxito social.

 

Los proletarios explotados sin privilegios burgueses son la mayoría y estarían encargados de hacer esta revolución. De los burgueses (as) y de su aristócrata, proletaria y explotadora subclase social no puede esperarse otra cosa diferente a su inmutable y clasista oposicionismo nato.

 

Los conatos dialogales, las invitaciones a la paz, la supuesta convivencia en armonía obrero-patronal, todas esas modalidades de unidad clasista pertenecieron a fases iniciales y de pleno dominio de la clase burguesa sobre la obrera, una fase que precisamente ha sido ya superada, con lo cual, de paz burguesa hemos pasado a la fase de clases antagónicas que traviesa por ahora la lucha de clases.

 

Por esas razones, la fase preambular del socialismo bolivariano supone mucho optimismo y alegría del proletario, humillado  hasta ayer y hoy reivindicado e incorporado al cogobierno, frente a la mucha desesperanza, angustia y malestar patronal  que han derivado en toda esa violencia nacional que mantiene la clase desplazada desde la primera frustración recibida con el Presidente Chávez cuando les confesó y dejó bien claro que había llegado para servir al pueblo en su conjunto y no  a la clase que desde hace más de 200 años vive parasitariamente  de lo lindo con cargo a las grandes masas de miseria que ellos han procreado al servicio de intereses extranjeros y al barato cambio del precio de lo que las transnacionales les ha dejado coger para sí.

 

La paz no puede negociarse con quienes ven que cada día se alejan más sus buenos tiempos, los pertenecientes al viejo proletario sumiso y hasta servil, ignorante, desconcientizado, sumiso y gafo, unas condiciones de dominación y paz burguesas que son las mismas condiciones a las que lo redujeron hasta que llegó el Comandante y mandó a parar.

 

La pretensión de hallar o de inyectarles paz a los corazones de los llamados escuálidos, y menos aún en la minoría de la mediana y alta burguesía, son poco menos que absurdas formas de hacer contrarrevolución. Cuando las clases son antagónicas se acaba el diálogo y termina la paz; la guerra ha sido declarada de parte y parte, pero como la clase dominante tiene mayor arsenal y muchos amigotes imperialistas, a esa rabia y belicosidad burguesa, el proletariado triunfante debe ofrecer hasta la otra mejilla[1] para no caer en provocaciones. De manera que la paz a la que llama la revolución es a la paz del proletariado revolucionario, pero no a la paz de quienes se hallan hoy en transición hacia su extinción.

 

No debemos confundir los llamados a la paz a los proletarios que están siendo aceleradamente desmarginados para que no caigan en las belicosas y contraproducentes violencias inducidas y practicadas por una burguesía y un escualidismo rezagado-entre estos por los marxistas rezagados y desesperados por la paciencia de los revolucionarios líderes que comandan el movimiento marxista bolivariano contra el cual y a diario muestran una terca disconformidad-entre ese llamado a los proletarios, decimos,  y el llamado a la paz a la burguesía porque, como clase, ella ha vivido siempre en guerra contra el proletario: lo ha hecho y sigue haciendo con sus melladas armas de sus mercancías fabricadas enteramente gratis por parte del proletariado que por ahora empezó a escapárseles de las manos, y significa la pérdida de uno de los principales privilegios que esta revolución y SSXXI ha venido suprimiendo.

 

Como sabemos, el burguesismo, como ideología, vende la perversa idea de que todas las personas pueden hacerse ricas[2], que pueden convertirse en explotadoras de otras. Se trata de una oferta burguesa que resulta codiciada, comprada y   consumida por ese proletario al que suele llamarse la aristocracia de la clase obrera[3]. Algo así como lo fue el mayordomo de la feudalidad, el ama de llaves o el capataz de los verdugos y los verdugos mismos, frente al esclavo no privilegiado, cuando lo que está en juego es la lucha de clase y la merma paulatina de todos los rasgos de dominación del burgués sobre los proletarios, del proletario aburguesado  sobre los demás proletarios, de  quienes siguen sufriendo groseras desventajas frente a otros  obreros, al punto de ser desempleados crónicos a quienes ya el sistema ni proletarios considera, así como los aristócratas proletarios terminan asimilándose a burgueses o miembros de la diz que una supuesta e inexistente clase media, aunque así se sigan autollamado[4].

 

Durante el proceso de sustitución de hábitos vigentes, amasados durante centurias, podría ser así, se establece un orden de prioridades en cuanto a privilegios, de allí los prolegómeno que venimos describiendo. Es así cómo los más aberrantes, discriminatorios y sin tapujos aparecen en primera lugar.

 

Por ejemplo, dada la importancia económica y social de esta industria, los descendientes de obreros de las transnacionales petroleras y mineras ocupados en tareas de limpieza y reparaciones menores, mensajería, atención de portería, de mandados y  afines, y en faenas de elemental preparación técnica, son uno de los más típicos casos de alienación proletaria, aunque, sin embrago, aquellos trabajadores que sí batieron el cobre, se embadurnaban de petróleo crudo y de escoria férrea, esos obreros, pues, por lo menos han despertado más temprano al reconocerse como verdaderos creadores y explotados del capital[5].

 

Estos descendientes de artesanos y analfabetos-en la mayoría de los casos- de trabajadores de las petroleras, hoy, por supuesto, subidos esos escalones de miseria atrasada y centenaria,   no pueden ver con buenos ojos que el ayer marginado, porque  supuestamente eran flojos, brutos y mala gente, según la apreciación y el  prejuicio que sus bisabuelos, abuelos y padre,  les hacía ver a sus descendientes,  ver, decimos, que alguien de ahora los sacara  de la pobreza en que esos bisabuelos, abuelos y padres vivieron durante cientos de años.

 

Por otra parte, en verdad el sistema burgués ofrece esas posibilidades, las de saltar sobre el pantano y dejar las charcas a los demás, pero eso no invalida que los privilegios logrados dentro de este sistema por parte de algunos trabajadores han sido y siguen siéndolo con cargo a los desprivilegiados. No podemos negar que una de las más severas alienaciones y conductas sociales pertenecen a algunos proletarios, a quienes saltaron de la pobreza por adulantes, por serviles, por lamesuelas, por ingenuos y, en resumen, por bien pendejos y, sobre todo por carecer de autocríticas o de conciencia propia.

 

Es que, por muchas leyes burguesas que haya, siempre el comerciante , dueño y señor del capital, ha logrado burlarlas con ayuda de proletarios a quienes el Estado les ha otorgado autoridad para ejercer con profesiones universitarias como la de Contadores Públicos o Administradores, como Abogados, Arquitectos, Historiadores  y demás profesionales chapados a la burguesa, personas preaburguesadas quienes al salir de la Universidad le prestarán servicios preferentes a la clase burguesa  que mientras más poderosa y alta sea,  mejor y más rentables para el egresado porque en ello este profesional, carente de conciencia proletaria, que le fue borrada de un plumazo con el Título que con mucha parafernalia académica le fuera otorgado, está más presto a servirle a la clase dominante que a la clase de los pendejos de donde desciende clasista y genealógicamente la mayoría   de los egresados universitarios[6].

 

Y hay más: No es nada científico revolucionar de súbito[7], de ayer para hoy. Tampoco es propio de la gente humilde que viene posesionándose del poder perdido y secuestrado durante siglos por parte de los privilegiados colonialistas de siempre y por su masa de explotados material y mentalmente, ayer bajo la esclavitud, la servidumbre, y hoy proletarios con ínfulas de trabajadores especiales por el sólo hecho de ser, por ejemplo, especialistas universitarios o en ejercicio de cargos como los desempeñados por aquellos altos jerarcas de la Pdvsa de la 4ta. República, un personal académico atrapado en la sumisión y la dominación más fuerte que el latigazo esclavista, como es su humillación placentera ante quienes fueron los amos y amas de la servidumbre y artesanía de otros tiempos ya superados físicamente, pero no mentalmente, y este es el caso de la explicación aproximada y sociohistórica de la permanencia de grupos adversos a un movimiento social que busca transitoriamente  eliminar privilegios mal habidos en un  país apendejado al servicio de intereses extranjeros desde la antigua conquista española.

 

Es así como radiografiamos a los escuálidos de hoy, a todos, absolutamente todos, los descendientes de las antiguas y ni tan lejanas servidumbres trasladadas desde las instituciones públicas coloniales, parroquias municipales y religiosas, también heredadas desde la fundación de este país y presentes transitoriamente en las ciudades venezolanas.   

10/02/2014 03:57 p.m.


[1] Cuando uno ha conocido a Hugo R. Chávez F., sus pensamientos, su conducta en favor de los más humildes y también de los no tan humildes, empieza a despejar todas las posibles y justificadas dudas que se tuvieren sobre la leyenda bíblica acerca de Jesucristo, y a darle toda la posibilidad de hecho cierto, dudas que pudieran haber prendido en alguno de nosotros como mecanismo pararreligioso, políticos y económicos, o derivado del imaginario popular.

 

[2] Unos de los mecanismos que emplean para darle legalidad a esa posibilidad de éxito burgués es la libertad de comercio, una libertad que el propio Código de Comercio y Finanzas concede a quienes ni siquiera el Estado haya reconocido como comerciante.

 

[3] Esta aristocracia es usada como ejemplo objetivo de posibilidad de progreso y ascenso dentro de la burguesía y, por supuesto, no merecida por los tarados, los flojos, los parásitos del proletariado quienes obviamente terminan como marginados del sistema. Pretenden convertir un traidor proletario en un héroe de la clase obrera. Esto explica claramente el escualidismo que estamos analizando en cuanto a de dónde vienen y quiénes fueron sus antepasados, y con ello por qué renuncian a su condición proletaria.

[4] Pensamos que los supuestos miembros de esta mal llamada clase media, optan por llamarse a sí mismos de esa  manera para ocultar su origen proletario y doméstico serviles.

[5] Hablamos de creadores y verdaderos dueños de toda la riqueza, del capital, porque hasta los salarios son pagados con el propio trabajo realizado por el trabajador, lo que pareciera ser falso por cuanto el explotador o empleador aparenta pagarle o comprarle su trabajo. La expresión compraventa de la fuerza de trabajo amerita una rectificación, habida cuenta de que el asalariado primero deja el pellejo en la fábrica y luego recibe su paga y con alta probabilidad de que su trabajo creado sea vendido antes de dicha paga. Mal puede esgrimirse venta al crédito porque esta es una transacción que de hecho le está vedada para proletario carente por excelencia de medios de producción necesarios para vender algo hecho con su fuerza de trabajo. El salario recibido, si a ver vamos, se nos presenta, más bien, como  una obligación extracontractual por parte de quien, a sabiendas de que el trabajador debe alimentarse, cual una bestia de tiro, por decir algo, así lo reconoce y procede a su alimentación.

[6] Hemos venido tratando de descubrir las causas clasistas de la aberrante idiosincrasia de ese lote de proletarios hijos, nietos, biznietos, tataranietos, del personal que desde cientos de años atrás compuso la servidumbre mantuana y de la de más más acá, de aquellos viejos latifundistas convertidos y asimilados a la burguesía moderna. Ese pasado genealógico se corresponde con la era o época de la Venezuela predominantemente rural. Los pocos trabajadores asalariados trabajaban en jabonerías, tenerías, bien pestilentes y ubicadas cerca de los poblados de pobres y bien lejos de las zonas que sirvieron de hábitat a los colonialistas y descendientes de mantuanos, con propiedades agrícolas y ganaderas, propiedades que las visitaban de vez en cuando como distracción semanal o estacional,  y con sus ojos diz que engordaban el ganado   alimentado, criado, beneficiado y transportado por peones timoratos y sometidos de pies a cabeza. Además, la mayoría de los trabajadores iban a las textileras de firmas ya conocidas que los empleaban como obreros por tiempo indeterminado. Este tratamiento de obrero siempre fue usado como despectivo, principalmente por el sumiso y servil personal doméstico y artesanal-un claro vestigio feudaloide llegado a la América hispana con los conquistadores coloniales-personal doméstico que les trabajaba a domicilio en ciudades y el campo a los capitalistas dueños de haciendas y de las pocas empresas fabriles dominantes de entonces. Así fue como tales domésticos y artesanos se fueron convirtiendo mentalmente en servidores sociales doblemente explotados: como trabajadores de hecho e in situ en tareas caseras, y mentalmente y fuera de los centros de  explotación, como obedientes  y  defensoras personas al servicio potencial de sus empleadores o explotadores de servidumbre, a diferencia de la explotación física peonil campesina  y de la explotación fabril que ya desde entonces era repelida por esos peones, campesinos y  proletarios De este segmento proletario  laboral provino Ezequiel Zamora, pero del primero ya domesticado mentalmente salieron los soldados y militares ignorantes que después saldrían a matar trabajadores campesinos y  obreros, a esos enemigos de sus respetados  ex empleadores y explotadores de sus ancestros.

 

Esa suerte de herencia etológica la sigue aplicando el descendiente de aquella servidumbre feudaloide porque muchos profesionales universitarios de hoy siguen mentalmente tan alienados como lo estuvieron de hecho sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. No han podido caer en la cuenta de que sus antepasados no les deben pos mortem nada a sus explotadores de marras ni mucho menos ellos ahora a quienes los usaron con desprecio social, y de allí que les dejaban las faenas sucias, así llamadas por ellos mismos como si algún trabajo útil humano fuera susceptible de semejantes y despectivos tratamientos.

 

[7] Por eso existen las transiciones. Estas son intervalos de movimientos hacia saltos cualitativos y/o cuantitativos que no se dan en un abrir y cerrar los ojos. Desde luego, la desesperación debida a la espera centenaria, a las ansias personales de poder personal, convierten a muchos revolucionarios teóricos en impacientes personas que suelen cometer muchas imprudencias y precipitar o desear precipitaciones inoportunas que podrían hacer retroceder en más de un paso hacia atrás, en lugar de uno, los indubitables avances ya alcanzados sobre la mar de obstáculos que el poder dominante de siglos esgrime y seguirá oponiéndo a los cambios que ya llegaron para quedarse, pero que  ha sido tan fuerte y variada la dominación que a  las victorias suceden nuevas batallas cual  auténtico cuero seco de la revolución presente. Sólo cesarían al cabo de cierto tiempo de gestación de la nueva forma de vida, luego del agotamiento pacífico de las riquezas acumuladas y mal habidas que se les pudrirán antes de lo que la burguesía imagina porque capital que no crezca de inmediato, sin cesar y con nuevas cosechas de plusvalía,   irremediablemente se pudre.



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Manuel C. Martínez


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