La rebeldía como la acción de resistencia no necesita quien la apoye, ella son riesgo puro e incierto por naturaleza.
Pero la rebeldía, como la acción de resistencia, por tragedia de su propia naturaleza sí puede constituirse en el lugar de salvación de su misma negación. La dialéctica de la lucha de clases, nos empuja a situaciones tan paradójicas como esta.
Iniciemos con los antecedentes. Luego de las rebeliones del 89 y 92 el pueblo venezolano se enrumbó definitivamente hacia una marcha insurreccional como única salida política y social frente al cuadro de poderes dominantes hasta entonces y el rescate de sus derechos básicos a la vida, la libertad y la dignidad.
Sin embargo, Hugo Chávez hasta entonces convencido de esta alternativa única, en el año 97 con mucho esfuerzo propone y convence a los movimientos en resistencia abrirse hacia una línea pacífica de transformación profunda centrada en su candidatura y la convocatoria inmediata a una asamblea constituyente de refundación nacional y de modelo de sociedad, invocando el nuevo pensamiento revolucionario naciente producto de la caída del bloque soviético. Y así fue y por allí nos enrumbamos.
Producto inmediato: así como se produjo un nuevo marco constitucional sustentado en los principios supramorales inspirados en los valores nacientes con el nuevo milenio; entre ellos la forma de la libertad y la justicia colectiva contenidas en el artículo 1 de la nueva constitución, al mismo tiempo el pacifismo obligante de la vía adoptada permitió la sobre vivencia de los poderes materiales constituidos y de la vieja cultura política que los cobija. De esta forma las fuerzas creadoras de la rebelión mayoritaria así como fueron capaces de construir un nuevo formato espiritual y político de ordenamiento social, paradójicamente se convirtieron en la brecha salvadora de un orden agonizante y profundamente destructivo.
Segundo antecedente. Con la activación en el año 2001 de la conspiración que arranca secretamente desde el mismo año 99, se inicia una fase de defensa nacional, popular masiva e insurreccional del orden naciente que tuvo sus grandes momentos de prueba, e irrefutable eficiencia durantes los golpes (de estado y petrolero) del año 2002 y el referéndum de Agosto del 2004. Producto inmediato: así como paramos en seco el fascismo político y societario sembrado entre las capas medias y de la burguesía nacional e imperial, y se crearon las condiciones para la radicalización programática y discursiva del mensaje y la política presidencial (línea antiimperialista, profundización revolucionaria, misiones sociales, apoyo al poder popular, integración del sur, perspectiva anticapitalista y socialista), al mismo tiempo la postura meramente defensiva de la acción colectiva permitió que por encima de los hechos se entronice en el poder el viejo orden, la vieja cultura política bajo una expresión “oficialista”, o “derecha roja” como dicen algunos (corrupción, nepotismo, dedocracia, explotación de la plusvalía política del colectivo, sabotaje a la autodeterminación social de la revolución en particular de las misiones, incongruencia de las políticas financieras, mineras y energéticas frente a la línea anticapitalista expresada, revitalización del modelo desarrollista y tecnocrático, favoritismo descarado hacia el sector bancario, importador y de la construcción privados, repartos corporativos del poder en especial entre partidos y militares, legislación regresiva y laxativa en relación al marco constitucional, represión a los movimientos populares en resistencia, censura y autocensura de los medios públicos del estado).
La situación, nuevamente paradójica, empieza a orientarse hacia dos puntos básicos: primero, la pérdida de la calidad y la congruencia de las políticas institucionales, el debilitamiento del estado de derecho ensombrecido por la impunidad, y sobretodo, la pérdida de dinamismo del proceso popular constituyente y revolucionario producto de la exclusión sistemática del protagonismo popular y el secuestro de la nueva institucionalidad naciente por parte de la nueva “derecha roja”.
Segundo, la contradicción inmediatamente vivida del proceso se desplaza hacia una confrontación entre las bases y la burocracia, dejando en segundo orden el antagonismo entre “escuálidos y chavistas”, la cual pierde fuerza por la derrota de la conspiración fascista. La unidad dentro del proceso bolivariano comienza desde entonces (Agosto del 2004) a entrar en una fase de tensión permanente y dilatada, que corre el riesgo de resquebrajarse irreversiblemente en caso de que no se produzca una recomposición a fondo de las prácticas y políticas de poder y la congruencia revolucionaria de las mismas.
El nuevo capítulo de la misma historia. El fascismo político y societario saca de nuevo sus garras siguiendo los lineamientos de un imperio que ha sido al menos frenado en sus intenciones colonialistas (ALCA) en Mar del Plata. Pero esta vez es realmente un cuerpo sin órganos o un Frankestein, un cuerpo sin vida otra que no sea virtual y mediática. No le queda otra salida que actuar desde el saboteo electoral, superestructural, mediático y la presión fallida terrorista. Un intento último por deslegitimar el proceso revolucionario y el liderazgo de Chávez. Pero se les escapó nuevamente de las manos la libre indómita de un pueblo libertario.
Antes de su escapatoria cobarde de las elecciones, tan cobarde como el de los maricos reprimidos y de closet, muy propio entre los niñitos fino-fascistas de Primero Justicia. La abstención según las encuestas estaría por el 80% de la población, con unos resultados catastróficos para ellos en donde quedarían en una relación de 5 a 1 con respecto a las representaciones chavistas, según el voto popular y sumado a las condiciones que estas bellezas caribeñas, le pusieron al CNE para su participación. Era un desastre completo para ellos, pero también, aún arrasando con la representación formal, para nuestros maravillosos y democráticos representantes revolucionarios, no tan finos, un poco teñiditos pero haciendo todo por parecerse a sus modelos de alta finura y derroche antimoral. ¿Y qué pasó?. Pues que ante la embestida conspirativa, no contra nuestros representantes parlamentarios, ni la asamblea nacional, ni el odiado CNE, sino contra la épica popular que significa la revolución bolivariana, una parte significativa de esa rebeldía popular y de base decide ejercer el derecho al voto como medida de defensa democrática de la revolución.
Una vez más los salvamos a todos estos factores que ya se mimetizan en uno solo. Por un lado la derecha fina, mediatizada y reprimida, se victimaza a través de una maniobra donde el horrible totalitarismo comunista de Hugo Chávez los obliga a desconocer la institucionalidad democrática vigente y por la que tanto aclaman. Y además no quedan involucrados dentro del rechazo abstencionista, que es ante todo una protesta abierta frente a lo que han sido las prácticas de poder que ellos inauguraron y ahora encuentran sus sucesores.
Esto les da la oportunidad no solo de hacer campaña ante la supuesta ilegitimidad de la nueva asamblea sino de legitimar la línea oblicua de integración del terrorismo paramilitar y de sifrinos de Las Mercedes y de todos los “estes” urbanos de nuestro país junto a la rebelión “civilista, blanca y cínicamente democratista” que desde ahora impulsarán en lo que será la versión criolla de “revolución naranja”, en nuestro caso será la “la revolución blue”. Y al mismo tiempo se salva una derecha roja y de piel teñida (y que nos perdone la Chiche, Carlos, Earle, y unos cuantos más de la “patria buena” que se colearon en la nueva asamblea) que ahora le gustará reinar sola muy legalmente y con una conspiración reactivada, que por más débil y derrotada que ya está, también ellos buscarán los caminos para inflarla y devolvernos a la pasividad y silencio voluntario del antagonismo escuálidos-chavistas. Y mientras tanto un imperio se rie porque entre todos los poderosos finalmente lograran desarticular el protagonismo revolucionario del pueblo, de la acción autónoma y clasista dejando la palabra subversiva de Hugo Chávez en un vacío total e impotente.
¿Pero eso será así?. Por allí se dice que el pueblo ahora sí es el que manda. Ya no es solo un problema de marco constitucional ni de inspiraciones discursivas del liderazgo. Ahora es una promesa hecha conciencia y andando entre cada uno de los nudos de organización de base que el 4 de Diciembre garantizaron un 25% de participación electoral, dejando de lado el orgullo radical de la irreverencia abstencionista en estas elecciones.
Evidentemente que no será así, y no será porque de ahora en adelante la revolución no le quedará otro camino que profundizarse y dejar de lado las miserias que ella arrastra consigo. Las paradojas de hacer por lo que creemos pero a la vez ayudar con nuestra acción a lo que nos destruye, llegan ahora a su fin. La revolución bolivariana, socialista, popular, nuestra América y libertaria tendrá que pensarse en salvarse a ella y solo a ella.
Esto significará un cambio absoluto de la relación poder y movimiento polar. El estado viejo, este estado al fin y al cabo, tiene que terminar de morir, de lo contrario tarde o temprano el fascismo aún latente logrará forjar la hoy anhelada “revolución blue” frente a la pasividad de un pueblo que tenderá a replegarse, víctima de la frustración acumulada. Y ese poder, esas estructuras políticas, sociales y económicas dominantes, tendrán que terminar de morir por las buenas o por las malas. La tarea de imbéciles a conciencia y por tragedia de nuestra propia rebeldía, jamás la repetiremos.