¿La batalla final?

     No se trata de una rebeldía estudiantil que mezcla descontento con la fantasía digital de redes sociales y video juegos que invocan violencia como muestra de heroísmo. Tampoco es la clase media incendiando el país porque no recibe dólares. Son acciones del Plan Salida basado en la violencia y la destrucción.  No es la batalla final, pero si será decisiva para el avance del país.

             La guerra de cuarta generación que mantienen fuerzas transnacionales contra Venezuela tiene como requisito fundamental la deslegitimación del Estado. Se basa en un permanente engaño a la población y la distorsión de la realidad social y política. De allí el papel determinante de los medios de comunicación social donde prevalecen las  corporaciones multinacionales que mantienen el monopolio de la televisión, radio, medios impresos y redes sociales.

            La muerte del Comandante Hugo Chávez y la inmediata elección de Nicolás Maduro (con una pequeña diferencia) fue asumida, por la oposición y sus asesores norteamericanos, como la gran oportunidad para deslegitimar al gobierno y las instituciones del Estado. Convocaron a la violencia y provocaron el asesinato de 14 dirigentes populares, destruyeron centros dispensadores de salud (CDI), oficinas públicas y sedes del PSUV. La violencia fue derrotada con la movilización popular y la campaña para deslegitimar al CNE y el TSJ fue desmontada progresivamente. No lograron su objetivo. CAPriles y sus asesores fueron derrotados. No hubo crisis de legitimidad.

              CAPriles convirtió las elecciones municipales en un plebiscito y anunció la salida de Nicolás Maduro el 8 de diciembre. Recibió una estruendosa derrota electoral y política, el chavismo ganó 75%% de las alcaldías. Maduro fue relegitimado. CAPriles fue derrotado y desechado por los norteamericanos que abandonaron la vía electoral como mecanismo para frenar la Revolución Bolivariana y pusieron en marcha el Plan Salida bajo la conducción Leopoldo López y María Machado como nuevos paladines de este atajo antidemocrático.

            El 12 de febrero, día de la juventud venezolana, fue tomado como punto de partida del Plan Salida anunciado con absoluto descaro y tono desafiante. Ese día desataron odio con violencia. Aprovecharon un cúmulo de tensiones sociales provocadas por la escasez inducida con la paralización premeditada de la producción de alimentos y el acaparamiento que generó grandes colas y desbordó la especulación.

            En esta oportunidad han propiciado el asesinato de de 10 venezolanos, incendiado centenares de vehículos de CANTV, CORPOELECT, Metro de Caracas, PDVAL, gobernaciones y alcaldías. Han destruido y quemado mercados populares. Trancan calles con barricadas e incendios. Destruyen bienes públicos y privados. Difunden manuales de guerra por redes sociales, las corporaciones mediáticas propagan mentiras con imágenes de otros países para distorsionar la realidad, desmovilizar las fuerzas populares y crear una crisis de legitimidad institucional. Brotes de fascismo.

               No son movilizaciones estudiantiles que desataron la pasión juvenil. Tampoco es la rebelión de una clase media que clama por dólares. Esos pueden ser elementos que generan tensión, se trata de un plan para desestabilizar hasta provocar una crisis de legitimidad. Un plan diseñado con novedosos mecanismos para sembrar terror y temor, financiado desde EEUU con una costosa logística de guerra y el apoyo mediático para distorsionar la realidad y presentar al Estado venezolano como represivo, agresor de ciudadanos y violador de los derechos humanos.

Es una batalla anunciada que ha recibido una respuesta contundente aunque tardía. No basta la retórica de la paz cuando la violencia es irracional. Es necesario el uso racional y oportuno de la autoridad del Estado para defender la estabilidad institucional y los derechos ciudadanos. La oposición ajustó su discurso y tiene un solo objetivo bajo la misma estrategia y en ese terreno debemos derrotarlos con la fuerza unida del pueblo trabajador.

Es necesario acentuar la movilización popular e invocar la solidaridad internacional haciendo uso de los espacios donde se desarrolla la integración solidaria. No hay crisis de legitimidad, las instituciones están funcionando. El Plan Salida será derrotadoesta no es la batalla finalserá decisiva para avanzar y profundizar la Revolución Bolivariana

Darío Morandy

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