En cualquier proceso político que persiga cambios sustanciales en lo político, lo económico o militar, que vayan en contraposición a los factores dominantes, tal como ha quedado demostrado en el desarrollo histórico de humanidad e independientemente de las razones esgrimidas, siempre trae consigo pérdidas materiales y humanas; así, en ocasión de las acciones violentas camuflajeadas de marchas pacíficas, que vienen emprendiendo sectores de la extrema derecha opuestos al proceso de gobierno chavista, sería iluso pensar que en Venezuela, no se presentarían las pérdidas señaladas y más.
Bajo esta premisa, so pena de pecar de ignorantes supinos, se hace imperativamente necesario ver y analizar seriamente la capacidad de destrucción de bienes públicos y privados, contaminación y daños personales propios y a terceros sin arrepentimiento, mostrada por los vándalos que han tomado, trancado y quemado las avenidas, calles y veredas de La Isabelica, pudiendo ser cualquier otra zona o urbanización entre las comunidades encontradas ante el conflicto, donde, orientados y/o pagados por intencionadas y clandestinas malvadas mentes, pero erigiéndose en nombre y representación de todos. De esta situación, vista la aceptación o pasividad con que se asumen las acciones podemos ver y concluir cómo, perfecta y claramente se desprenden tres conductas activas u omisivas entre los habitantes.
1) Por un lado están los que ejecutan las acciones, fundamentalmente jóvenes que juegan a tumbar el gobierno, en el calor de la impulsividad propia de su edad, sintiéndose como en todas las generaciones, en toda capacidad, energía y ganas de comerse al mundo, cuando al final, sin saber por qué o quién sustituiría, sus resultados lo colocan como las principales e inocentes víctimas. 2) Los que llenos de cobardía que se esconden tras el odio, rabia y arrechera, aupando, estimulando o permisando desde las gradas, conformes de verse gritando “malditos guardias” en pantallas de TV o en páginas de “prestigiosos” diarios para el respectivo caché social; quiénes son, principalmente padres y madres o cualquier pariente cercano o por red in-social, creídose llenos de inmunidad, pero eso sí, jamás reconocerán su rol de victimario in-directo. 3) Lamentablemente los indiferentes que no saben, o no quieren saber, que son las reales victimas primarias de las guarimbas, pues, se les obliga a tragar humo de caucho o hedor de basura contaminante, perder días de trabajo que no les compensan, se llenan de estrés devenido de la impotencia mezclada con el insuperable miedo, o asfixiado por el defensivo gas lacrimógeno, perdigón o tal vez la bala desconocida que mata sin saber a quién.
A todas estas, cualquier experto, y sin serlo, puede inferir que esta confrontación en Venezuela, producto de los perversos intereses internos y externos que están en juego, irremediablemente seguirá en aumento, pudiendo llegar, una vez superado el ensayado intercambio social de piedras, molotov y cohetes, al lanzamiento de balas de lado y lado asesinando a unos y otros, entrando entonces en la no querida pero sí buscada guerra civil o intervención extranjera, donde las lamentaciones antes las bajas no serán más que una irrefutable muestra de frustración eterna, sintiendo que llevó temprano a su hijo, sobrino, pariente, amigo o a sí mismo, a la inevitable muerte.
Los hechos, sus causas y consecuencias serán narrados por los historiadores, independientemente de los triunfadores, pero lamentablemente será muy tarde para reflexionar.
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