El barbarismo que intitula este escrito, obviamente, deriva de quien en recientes declaraciones ha manifestado una vez más las barbaridades de la cual es capaz un hombre –que no puede calificarse sino de desquiciado– al pretender extender, a cualquier precio, el dominio de un imperio que desesperadamente busca consolidarse en el momento mismo en que muestra indicios de un inminente y natural ocaso; encierra en una expresión, cuán salvaje puede ser la nación más desarrollada tecnológicamente del mundo, al mostrar una casi total indiferencia por las víctimas del planeta que contribuyen a su sostén, porque –cual vampiros económicos– alimentan su despilfarro con la sangre que sus “guerras preventivas” derraman en otras naciones.
Por aquellas extrañas coincidencias, que parecieran dejar de serlo cuando se buscan explicaciones, la castellanización del título ya existe –“embuchado”–, y dos de sus acepciones se aplican adecuadamente al personaje en cuestión: “asunto engañoso”; “introducción fraudulenta de votos”. El “asunto engañoso” surge en todas sus declaraciones, porque mientras promueve la ilegitimación de gobiernos –para justificar sus “guerras preventivas”–, olvida que su elección ha sido la más controvertida en la historia de una democracia que resulta pervertida ante los ojos del mundo, puesto que se le acusó de ser el producto de una “introducción fraudulenta de votos”; sin embargo, ningún jefe de estado del mundo cuestionó su legitimidad.
¿No resulta curioso que quien directamente, y a través de sus testaferros apátridas que le aportan la información que más les conviene a ambos, cuestione un proceso electoral de un país soberano que no es el suyo, al mismo tiempo que reconoce que una de sus “guerra preventivas “ que lleva a cabo en este momento es producto de haber confiado en “información equivocada”. ¿Por qué no es más precavido y analiza detenidamente la información que le suministran quienes desean ver la patria invadida por un ejército extranjero, antes de aceptar que su era de poder ha terminado; al igual que pronto finalizará la del imperio al cual le imploran que les asegure la continuación de su servidumbre?
Cual Zeus moderno, que lanza los rayos del poder ostentado, afirma: “No podemos permitir que los hombres más peligrosos del mundo tengan las armas más peligrosas del mundo” –ya no lo pudieron evitar, porque esas armas están en sus manos–. “En tiempos de terrorismo y de armas de destrucción masiva, si esperamos que las amenazas se materialicen, habremos esperado demasiado”. El terrorismo no es una actividad reciente –como afirma, para pretender justificar lo injustificable–, sino una vieja práctica imperial, que ahora les es aplicada; también las armas de destrucción masiva son el producto de su inmisericorde desarrollo tecnológico financiado por los pueblos sobre los cuales las utilizan, temen que la “furia divina” se exprese a través de las naciones que ellos mismos han empobrecido.
Cabe preguntarse si la guerra preventiva anunciada no será contra el país que alberga al portador de la mayor arma de destrucción masiva -de mentiras imperiales–, que tanto los atemoriza: ¡La revelación de la verdad sobre los procedimientos usados para la acumulación de riqueza y poder, y la continua instancia a los pueblos del mundo a que se levanten en una guerra de conciencia contra el imperio que coarta su libertad de pensamiento y acción, mientras presume de estimularla! Ante este anuncio, es conveniente recordarles a los “entreguistas” que en una guerra preventiva, o no, no se pregunta si se está a favor o en contra del imperio; tampoco se solicita el desalojo del área, antes de lanzar una bomba “sólo mata indios, mulatos, mestizos y antiimperialistas”.