Al final: ¡ni patria ni socialismo!: sólo muertos

La derecha, cuando se lo propone e incluso en medio de una práctica errada, sabe lanzar sus consignas precisas con la idea central que tiene en un determinado momento de la lucha política por sus objetivos estratégicos. Las guarimbas demostraron una locura irracional de sectores de la extrema derecha desesperada por salir del Gobierno que preside el camarada Maduro. Las guarimbas fueron esa parte terriblemente oscura de la política de la extrema derecha venezolana. Las guarimbas le restaron fuerza y argumentos a las organizaciones y personajes más reaccionarios de la política en Venezuela, aunque otros crean lo contrario. Los errores de la extrema derecha lo que han hecho es beneficiar al Gobierno del camarada Maduro.

La mayoría de la población venezolana prefiere las colas para adquirir mercancías que escasean en los mercados que depender de las guarimbas violentas que les desordenan todo su sistema de vida diaria. Las guarimbas aumentan la escasez. Las guarimbas es un accionar, hasta ahora demostrado, reaccionario en contra -incluso- de la misma porción de pueblo que no ha votado electoralmente por el Gobierno que preside el camarada Maduro.

La extrema derecha midió sus fuerzas políticas y sociales con las del Gobierno Bolivariano. Entendió, luego de un fracaso no reconocido de forma pública, que su momento cumbre se vino abajo por tanta violencia irracional ejecutada por sus militantes y por las bandas de paramilitarismo contratadas para cometer crímenes abominables que trataran de crear terror o miedo en la mayoría de la población venezolana. Los alfiles y caballos eran Leopoldo López, María Corina Machado y Daniel Ceballos, entre otros. La reina y el rey, bien resguardados dentro de los bunkers del imperialismo, miraban los toros desde las barreras esperando el momento de mayor debilidad del Gobierno Bolivariano para lanzar la orden de ofensiva absoluta o total. Los peones esa parte del pueblo que sirve de carne de cañón sin medir consecuencia de sus actos.

Los guarimberos, en su mayoría, sólo obedecían a los llamados que les hacían María Corina, Leopoldo López, Daniel Ceballos y otros a través de discursos virulentos, belicosos aunque incoherentes porque unas veces hablaban de paz y otras de derrocar al Gobierno por las malas. Detrás, entre batidores, estaban algunos generales y seguro algunos coroneles y oficiales esperando ese momento celestial en que el Gobierno ya no pudiera seguir gobernando como antes y la inmensa mayoría de la población ya no quisiera que la siguieran gobernando como antes para alzar cuarteles en favor de la extrema derecha política venezolana.

Lo cierto es que fracasaron los que pretendieron derrocar al Gobierno Bolivariano por medio de las guarimbas aunque aún mantengan algunas vivas que consuelen los dolores prolongados de los cabecillas de la extrema derecha política venezolana. Será otro el momento y, tal vez, otros métodos políticos de combate que no tengan semejanza con los abominables de las guarimbas. Ni siquiera el Diablo estuvo de acuerdo con las guarimbas y por eso, actualmente, quienes dirigieron las guarimbas se están pareciendo bastante a Lucifer sin distinción de sexos.

Lo cierto es que, entre las barajas del fracaso, buscaron desesperadamente una consigna que sintetizara un sentimiento colectivo, que representara a ese casi 50% de población votante en Venezuela que no está de acuerdo con el Gobierno Bolivariano, que no quiere a Maduro en la Presidencia y que no comparte el llamado socialismo del siglo XXI lanzado al aire por el difunto camarada Chávez hace unos pocos años atrás. La encontraron aunque eso les costó ciertos sacrificios mentales y físicos. La discutieron, la analizaron, la contemplaron, la meditaron, la reflexionaron y decidieron lanzarla a la opinión pública para todas las clases sociales, todos los sectores y estamentos sociales, todos los movimientos políticos organizados sean de derecha o sean de izquierda; en fin, para toda la sociedad pensante y no pensante de Venezuela. La consigna es  la siguiente: ''Al final:  ni patria ni socialismo: sólo muertos''.

Las consignas son expresiones de línea política. Si la interpretamos correctamente deberemos concluir en que la Oposición vendrá con todos los yerros a demostrarle al país -en particular- y al mundo -en general- que en Venezuela no hay patria ni socialismo y que el Gobierno Bolivariano, antes presidido por el camarada Chávez y ahora por el camarada Maduro, lo que ha hecho es producir muertes.

Todo marxista o comunista sabe que la patria se diluye o se disuelve en el socialismo, por ser éste universal y aquel nacionalismo. Claro, mientras no exista socialismo hay que defender la patria, eso es lo revolucionario, eso es lo marxista, eso es lo comunista. El capitalismo cuando respeta el concepto de patria lo somete a los designios del gran capital, ya que éste es la verdadera patria de los capitalistas.

Las guarimbas dejaron unos cuantos muertos. En verdad, desconozco cuántos de los muertos fueron producto de los propios guarimberos y cuántos producto de las fuerzas militares, policiales y partidarios y defensores políticos del Proceso Bolivariano. Eso corresponde determinarlo a los organismos competentes. Pero, aunque la derecha no lo quiera crear y busque culpables por todos lados, todos los muertos como todos los heridos son producto de las guarimbas, de la desobediencia civil irracional de quienes pretendieron derrocar al Gobierno del camarada Maduro a través de métodos de violencia incompatibles con la razón humana por ser, de verdad verdad, formas criminales de hacer política, no por ser violencia sino por ser vías extremadamente irracionales para enfrentar pueblo con pueblo.

Ojalá del nuevo Congreso del PSUV, con participación de movimientos políticos internacionalistas, puedan surgir nuevas consignas capaces de estimular la conciencia de la mayoría del pueblo venezolano y de hacerse realidades expresadas en evidentes beneficios socioeconómicos para la mayoría de la sociedad venezolanas.  Mientras tanto, no nos desesperemos si no vemos en plenitud del realismo el socialismo propiamente dicho, ese que hace desaparecer a las clases sociales y al Estado. Dejemos eso al tiempo y, especialmente, en manos de ese proletariado que algún día explotará de rebeldía para asumir su papel gestor de redención social y hacer la revolución en los países capitalistas más desarrollados. Entonces, el mundo entrará en el socialismo como Pedro por su casa. Entonces al final: no habrá patria pero sí socialismo y ninguna muerte será fruto de violencia social.



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Freddy Yépez


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