Si un estado de Venezuela se ha proyectado al mundo a través de escenas de violencia, a propósito de la guerra guarimbera que ha impactado al país, por más de cuatro semanas, ha sido el Táchira y en especial su capital, la ciudad de San Cristóbal.
Lo que en sus inicios se vendió como una protesta política por parte de la oposición venezolana, en especial de sectores de la ultraderecha agrupados en “parapetos políticos”, como Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López y el “Alcalde encapuchado” de San Cristóbal Daniel Ceballos, se convirtió en un intento de golpe de Estado que era su verdadera y oculta intención.
Los procedimientos utilizados y puestos en ejecución desde el 12 de febrero, “Día de la Juventud”, hasta nuestros días, cada vez fueron tornándose más violentos con un saldo negativo para los venezolanos de más de 35 muertos, edificaciones públicas y universidades incendiadas (UNEFA y tecnológicos), quema de árboles y bosques (GuarairaRepano); así como una violación reiterada de derechos constitucionales de los venezolanos, como por ejemplo el libre tránsito, la alimentación, la salud y la educación.
Amparados en una guerra mediática y económica se han aplicado contra nuestro país, métodos importados de violencia, aupados por oscuros intereses de quienes no descansan en su afán por destruir el proceso de la Revolución Bolivariana, como nos lo advirtió desde su llegada a Miraflores, el Comandante Hugo Chávez Frías.
Sin caer en desesperación y en las provocaciones de la ultraderecha, respaldada por la MUD y los intereses oscuros del Norte, el Gobierno del Presidente Maduro y en el caso del Táchira, el del gobernador Vielma Mora, se ha actuado con pie de plomo y con un total apego a la Constitución Bolivariana.
Otro tanto ha ocurrido con las demás decisiones de la Asamblea Nacional (caso María Corina) y el Tribunal Supremo de Justicia, TSJ (caso Alcaldes detenidos y con la misma ex diputada Machado).
La utilización de las fuerzas de seguridad y en especial, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se ha realizado con los más estrictos controles de respeto al ciudadano y total apego a los derechos humanos.
Asimismo, si en algunos casos hubo exceso en la actuación de los agentes del orden público, los mismos al ser denunciados han estado bajo la mirada vigilante del Ministerio Público; a pesar de los métodos violentos empleados por los manifestantes, encapuchados y mercenarios; esta última modalidad, importada o introducida en Venezuela por manos peludas de intrigantes quienes siempre han querido ponerle la mano a las riquezas de nuestro país.
Detrás de esta guerra de cuarta generación, mediática y de proyecciones económicas y geopolíticas se trata de dar los primeros pasos, calculados en la búsqueda de una intervención extranjera y en la mente de sus promotores, quienes verdaderamente manejan los hilos detrás de los títeres de la oposición venezolana, están intenciones ocultas y escenarios que buscan dividir nuestro territorio, con la tesis de la media luna y otros planes que recuerdan teatros de operaciones y papeles que podrían salir de las gavetas del Departamento de Estado, como el recordado Plan Balboa…
El Táchira es sólo un escenario. Por ahora los tachirenses quieren la paz, así como toda Venezuela y ante ello surge un alerta: ¡Unidad, lucha, batalla y victoria!