No se trata del Papa Francisco sino de Francisco Aguilera. Un valiente joven que murió en la guerrilla venezolana en octubre de 1967. ¿Por qué la relación con Gabriel García Márquez?
Marchábamos por los alrededores de San Antonio de Maturín, en el Estado Monagas. La vanguardia dio una alerta de peligro pero se decidió avanzar. Como a las 5.30am cuando en la sabana de Pardillal apenas se divisaba un pequeño borde de la luna, sonaron las ráfagas de FALN: habíamos caído en una emboscada. La peor pesadilla. La vanguardia había pasado. El centro de la columna queda bajo fuego. Ni la vanguardia ni la retaguardia pudieron reaccionar para protegernos.
Bajo fuego no podíamos disparar pues en la oscuridad te ubican por el fogonazo y te matan ahí mismo. En la sabana no hay más trinchera que hundirse en el camino, reptar en las sombras y avanzar rápido para intentar salir del fuego enemigo y llegar hasta una pequeña altura que nos quedaba cercana para defendernos.
Francisco, tratando de proteger a los demás, abrió fuego. Lo mataron e hirieron al radio operador, un nicaragüense. Nos defendimos desde la pequeña colina. Un largo día, perseguidos por helicópteros y acosados por patrullas de cazadores nos esperaba. Al final de la tarde alcanzamos la montaña.
En el morral de Francisco había una joya: un ejemplar de Cien Años de Soledad, que leíamos en momentos de reposo y comentábamos recordando a Remedios la Bella, Amaranta, Mauricio Babilonia y las mariposas amarillas, que sonaron con música de porro por rockolas en prostíbulos y carreteras, desde donde las putas tristes de García Márquez ya le habían dado el premio Nobel, con olor a sudor y perfume de bar a media luz.
Los años sesenta fueron la guerrilla. También Stravinski dirigiendo la Sinfónica Nacional en el Aula Magna de la UCV, Yo Bertoldt Brecht, del Teatro Universitario, esa guerrilla cultural que fue el Techo de la Ballena, los poetas, los pintores, los escultores; Joan Báez, Janis Joplin, Hendrix, la Nueva Trova, Alí Primera; ese corredor de rebeldía que iba desde “Tierra de Nadie” hasta los bares de Sabana Grande, para encontrarnos con Palomares, Caupolicán, el Chino Valera...; si sigue la peinilla haremos la guerrilla, el discurso de García Márquez “La Soledad de América Latina”, cuando le concedieron el Nobel.
Eso estaba presente en el morral ensangrentado de Francisco y queda en la obra de García Márquez como banderas de nuestros pueblos. Éramos otros estudiantes ¿Cuáles son los sueños de los que montan guarimbas?