Celebrar lo obvio no me llama la atención tanto como pensar en los nuevos espacios socio culturales de la sociedad rentista. Por eso, el día Internacional del Trabajo, mejor cantado como de los y las trabajadoras, ya no me emociona tanto, porque la parafernalia siempre incluye lo mismo, el recordatorio de las víctimas de la represión capitalista contra los liderazgos de la protesta y de la lucha, la denuncia anualizada de los sicariatos de sindicalistas ordenados presuntamente por empresas transnacionales y el paramilitarismo fascista, los avances en materia laboral como sueldos y beneficios sociales, y sobre todo la necesidad de generar cada vez mejores condiciones de salud para aquel 95 % de masa laboral que posee apenas el 20 % de la riqueza material del mundo, en tanto que el 5 % posee el 80 % de la riqueza. Lo bueno y lo malo se juntan este día como un revoltillo mañanero para un desayuno con las sobras del día anterior. Pero, la parafernalia del Día Internacional del Trabajo pasa por alto u olvida, entre otros temas, la forma o el modo de abordar la despauperización de las masas laborales asalariadas, los cambios de mano de la propiedad de los medios de producción y la entrega revolucionaria de la tierra a los desposeídos. Todo el discurso es para demostrar que se avanza rápido aunque vamos lento.
Por eso, me aburro cada primero de mayo, más que el día de la tierra, de la madre, del padre, de la secretaria, de la mujer, de la no violencia, de los santos inocentes, de los telegrafistas que ya casi no existen, y de la patrona religiosa de Santa Rita de Manapire.
Hay que llamar a la originalidad, especialmente en nuestro país, agobiado por la pesada carga del rentismo, especie de mal-calamidad responsable de todo lo que somos y no de lo que debemos ser. El rentismo es un sistema generalizado de becas cuyos principales beneficiarios, aunque son menos, son los más ricos. Si alguien o algunos pretenden cambiar ese sistema perverso en base a la eficiencia y a la productividad social del trabajo, aparece una contra oferta de mejoras para que la gente gane algo mas, con menos esfuerzo, es decir la peor de las perlas del capitalismo teórico: obtener el mayor beneficio con el mínimo esfuerzo.
El rentismo promueve y convierte a Venezuela en un garito faraónico; es preferible estar calculando la alta en los juegos de la grandes ligas o en el futbol español, que sudarse en el trabajo remunerado con la renta petrolera. Eso queda para los bolsas que no tienen aspiraciones. Un kino ganador en el bolsillo un día lunes, o amanecer con un triple ganador de la lotería en la cartera, meticulosamente doblado para cubrir lo que el petróleo no puede pagarnos, es interés colectivo nacional. Nadie quiere ya cobrar horas de sobre tiempo legales, las quiere aumentadas, si es posible justificadas en todo el trabajo que no se hizo a su debido tiempo en la semana laboral.
En el rentismo, unos se especializan en cobrar a los grandes beneficiarios unas cuotas especiales o cuotas sindicales para garantizarles que cumplan la entrega de obras en los lapsos convenidos con los administradores de la renta; si no es así, obra parada, hasta que se bajan de la mula.
El rentismo ha creado algo mejor que el realismo mágico garcíamarquiano. Las fábulas, las trácalas, las mentiras para eludir obligaciones laborales y el ausentismo han llegado al extremo de justificar la muerte triplicada de una madre o una abuela.
El rentismo, es la creación irrenunciable al derecho a la flojera. Los beneficiarios que somos, pobres y ricos, tarareamos el himno patrio cada vez que Maduro anuncia que se ha descubierto un nuevo yacimiento de petróleo y gas; asumimos una alegría tal que solo es comparable con los ojos dolarizados de Rico Mc Pato.
El rentismo es creativo e innovador, a cada aumento de la reserva petrolera se crean o se recrean las instituciones, la burocracia y las mafias que se tragarán los ingresos adicionales.
No es sátira esto que escribo y les propongo, tampoco es garcíamarquiano, solo es una petición que formulo e impulso, como una vez le dije a mí primera novia, con lo más profundo de mi corazón; y que podemos empezar a llenar, si estamos de acuerdo:
“Nosotros, los abajo firmantes solicitamos a la organización de la Naciones Unidas, nos excluya en la lista de aprobantes del Día Internacional de Trabajo, y que en beneficio de nuestra cultura rentista perdurable, ese día se declare como día excepcional para nuestra patria, para celebrar el día de nuestra flojera y se permita la convocatoria a movilizaciones interclasistas cada vez que se anuncie que la madre tierra nos ha dotado de un nuevo aumento de la reserva petrolera nacional… ”
Firmas en depósito.
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