Groso modo, en casi todos los países del mundo burgués[1], los capitalistas han asumido todas las características de explotador, o sea, las de aquellos empresarios a quienes en común los enlaza lo que KARL MARX dio en llamar plusvalía, siendo ésta una diferencia cuantitativa entre el valor de la riqueza creada por los equipos de trabajadores y trabajadoras de la empresa, y lo que ese capitalista industrioso él les reconoce como paga para cubrir su deficiente sustento hogareño, digamos que compran la fuerza de trabajo individual de cada asalariado y se hacen dueños absolutos de toda la creación de todos los explotados en bloque, como si se tratara de la explotación de la materia prima, las herramientas y las máquinas que han ido soobreviniendo.
Estamos hablando de ese revolucionario de otrora, el capitalista industrioso que aceleró la salida del feudalismo y fue consolidando el burguesismo, el nuevo modo cuyos restos todavía imperan en el mundo actual con todos los aberrantes agravantes que conocemos.
En el caso de la Venezuela petrolera, esa que emerge a comienzos del Siglo XX cuando brotó del subsuelo la ingente riqueza natural adormitada durante millones de años, la misma que inmediatamente fue convertida en mercancía, aún sin serlo[2], con lo cual, para obtener ganancias sin trabajar y sin la “pichacosidad” de la explotación de la clásica plusvalía, todo era cuestión de vender, ceder o conceder el petróleo, de tomar los dólares provenientes de su precio en el mercado extranjero, para lo cual resultaba condición sine qua non ejercer dominio absoluto sobre gobernantes títeres. Desde entonces, todo se reducía a “coser y cantar”, era cuestión de empezar a vivir como capitalistas rentistas y parasitarios, por antonomasia. Este parásito es el capitalista carmonista que defiende al Derecha venezolana, la escualidad, y que ahora pretende confundirlo con el capitalista que no ha existido aquí, con el nuevo capitalista a quien estaría estimulando el Presidente Maduro, con la particularidad de que no podrán actuar a su mezquino arbitrio ni al margen de la Ley, como siempre lo han hecho los capitalistas de la derecha y promantuana.
Venezuela, pues, tuvo la curiososa particularidad de que fue poblada por capitalistas parasitarios, tanto criollos como extranjeros que llegaron en manadas tan pronto vislumbraron la riqueza fácil de acá en comparación con aquella de la rancia y pestilente Europa, la saqueadora de siempre, de aquella riqueza proveniente de la economía capitalista, la del plusvalor, ya harto evaluada, harto criticada por los pensadores y analistas del s. XIX, particularmente por el gigante de todos los pensadores, después de Aristóteles, conocido políticamente como Carlos Marx, y por su homólogo de criterios en genialidad investigativa, como también científico de primera línea, Federico Engels, curiosamente hijo de explotadores burgueses de aquellos tiempos no rentistas ni parasitarios, sino explotadores convencionales, e industriosos, quienes, lejos de chupar del Estado, a este alimentaban con impuestos o tributos varios.
Hoy, durante la presente transición capitalismo-socialismo, estaría formándose por primera vez un grupo de capitalistas clásicos, industriosos[3]. Estos comienzan a darse cuenta de que con esta nueva Administración, la de Chávez y Maduro, se abre un virgen mercado muy rentable, pero rentable sólo en términos de plusvalía y no limitado al saqueo del Erario Público, a lo que esos capitalistas rentistas se acostumbraron durante muchas décadas, esos que fabricaban una empresa de parapeto para gozar de prebendas varias ya conocidas y mantener estancada nuestra Economía porque en ello les iba dado su permanencia parasitaria.
[1] Italia e Inglaterra lucen como pioneros en materia de explotación, muy cruel, por cierto, porque los trabajadores de marras estuvieron desvalidos, sin defensa laboral. Este explotador o capitalista industrioso sacrificaba niños para limpiar las estrechas y cónicas chimeneas de sus hornos varios, cosas así. Los asalariados y asalariadas trabajan ½ día y hasta más; salían por las tardes de cobro a emborracharse y practicaban todo tipo de promiscuidad, agobiados como estaban de tanta miseria a la que, tal vez, querían darles una pausa narcótica.
[2] Como producto natural, o variante de la tierra misma, no tiene valor trabajo, salvo el que agregan los trabajadores involucrados en su prospección, su extracción, embarque, refinación, almacenaje, etc.
[3] Cierto que los hubo antes, pero no en el número de pillos no industriosos que se engendró desde los tiempos de la segunda guerra mundial, muy aprovechada por los técnicos damnificados de guerra con los que importamos esos desenfrenados apetitos de riqueza fácil o parasitaria que nos ocupa y de la cual, desde ahora ,se decide reemplazar por capitalistas industriosos sujetos irrefragablemente al control popular y financiero del Estado, y no de la complotada banca comercial tan parasitaria como todos los capitalistas rentistas del caso.
03/05/2014 12:19 p.m.