Estos últimos días presentaron en la TV tres programas tan diferentes como útiles para contrarrestar ataques de desánimo, producto de la intensidad y complejidad de una cotidianidad inevitablemente contaminada por la guerra mediática y económica contra nuestro país, la agresividad de los EEUU, la prepotencia e hipocresía de la oposición, la vileza e impunidad de los traidores a la patria, las guarimbas, el saqueo de divisas, la corrupción, la quinta columna, nuestros propios errores, etc.
El primero de ellos, la entrevista que le hiciera periodista Jordi Evole al Presidente Pepe Mujica, de la cual, tan conmovida como millones de españoles, entresaco unas frases para la reflexión: En política lo importante es la honradez intelectual. Hay que reconocer lo que no se puede hacer, insistir en lo que se puede y no dejarse quitar lo conquistado. Derrotado es aquel que deja de luchar. Si se quieres cambiar no se puede seguir haciendo lo mismo.
El segundo, la entrevista dominical de José Vicente Rangel dedicada a nuestro intelectual polivalente Luis Brito García, quien con sabiduría casi taoísta ayudó a la audiencia a contextualizar y calibrar el desmesurado ataque mediático internacional, las insistentes amenazas de EEUU, el efecto Colombia, etc. Y, con aplomo y sensatez, instó a las autoridades a cuidarse de concesiones autodestructivas.
El tercer programa, completamente diferente de los dos anteriores fue el accidentado Con el Mazo Dando del lunes 26 de mayo, donde Diosdado Cabello insistió en el compromiso del PSUV con el proyecto socialista bolivariano y una vez más, develó algunos de los elementos la guerra de la oposición contra el proyecto. Utilizó afirmaciones del Comandante Eterno sobre la necesidad de eliminar la explotación del hombre y de entregar el poder a los pobres, para destacar diferencias entre el capitalismo depredador y el socialismo humanista que sustentado en la felicidad del ser humano.
Programas como estos son un elixir contra los nubarrones que a veces pueden oscurecen nuestra mirada pero, eso sí, nunca nuestro compromiso revolucionario.
Mariadela Villanueva
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