Fabricio Ojeda perdurará en la mente del pueblo cómo un revolucionario a carta cabal. Cómo un hombre que mandó “palca” los efluvios del poder. Para él lo importante siempre fue el bien común, el del pueblo oprimido. Fue probo y honrado. Nunca hizo alarde de poder ni fue partidario de la exquisitez de la vida, de los pingues de toda naturaleza que prodiga a granel el ejercicio del poder. Cuando vio que le democracia representativa no era un gobierno para el pueblo sino un vehículo enriquecedor de las eternas castas económicas que toda la vida, desde La Colonia, se han “robado” la riqueza nacional, renunció a su curul en el viejo y desvencijado Congreso Nacional, y se fue a la guerrilla. Cambio la comodidad de una diputación por La Montaña. Quien quiera evaluar de manera revolucionaria las actitudes de Fabricio, Giordanni y Miquilena, solo tiene que leer las cartas de Fabricio y Giordani, y las declaraciones de prensa de Miquilena cuando creyó que Chávez estaba derrumbado.
Nunca he creído en los chavistas que sólo son chavistas cuando están en la manguanga, en el goce pleno del poder que da tener un alto, mediano o semi importante cargo de gobierno. Pero cuando, por determinada razón, le vuelan cabeza se convierten ipso facto en los antichavistas más crónicos que se pueda conocer. Mas bien creo en los chavistas que nada piden y todo lo dan, como el mismo Chávez, quien se inmoló por nosotros. Una encuesta hecha por un colega en 50 barrios de la zona metropolitana Puerto La Cruz-Barcelona-Guanta Lechería, arrojó que un 90 por ciento de los chavistas manifestaron que no les importaba que Chávez les diera trabajo, comida, casa, salud, que lo que más les gustaba de Chávez era que por primera vez un Presidente de Venezuela tomaba en cuenta, le daba importancia, a los pobres.
Y entonces uno lee la tremenda carta, arrechísima carta de renuncia de Fabricio Ojeda a la diputación para irse a la guerrilla, y luego lee el chorizo kilométrico de Giordanni y las declaraciones de prensa de Miquilena cuando creyó destrozado a Chávez, y tiene que reconvencerse que la verdadera diferencia entre Fabricio y los susodichos personajes es que el primero si era un real, y granítico y visceral revolucionario, un hombre de ideales y de sentimientos socialistas y defensor del pueblo oprimido; y los segundos, oportunistas de ocasión. Y si no están convencidos les recomiendo lean las cartas de Fabricio Giordanni y las declaraciones de prensa de Miquilena.
TINTERO
El c.e.s.m de quienes lo asesinaron (IV República) y luego dijeron que se había suicidado. Un hombre con los cojones de Fabricio, jamás escoge ese tipo de muerte.