La manera como nombramos lo real así como los valores que lo justifican, tienenun origen, una raíz de clase que está inscrita a la manera como se producen los bienes materiales en una determinada sociedad.
No siempre estamos suficientemente avisados de ello. Es más las clases dominantes están interesadas en que no lo percibamos, porque allí radica, también, una forma de reproducir la dominación.
La lealtad es, sin dudas, un valor. Pero los valores no están por encima del bien y del mal. Los valores, al igual que la cosmovisión donde ellos se sustentan, son siempre valores de clase. En el feudalismo, El Señor necesitó exigir lealtad a los siervos de la gleba, porque producir los bienes materiales bajo esas relaciones no hacía autosuficiente la relación “económica” y requería de una herramienta ideológica que facilitara mantener esa sociedad.
Más tarde, en las relaciones capitalistas de producción, la burguesía no requería reclamar lealtad a los productores directos, al proletariado, porque éste, sometido a una cadena de explotación para sobrevivir, está obligado a vender su fuerza de trabajo ya que no posee ninguna otra mercancía para intercambiar con los dueños de los medios de producción.
En la utópica posible sociedad de las y los iguales que se propone desde toda revolución socialista, y la Bolivariana no es la excepción, la lealtad es lealtad a los principios de clase del proletariado pero no a las o los individuos. Toda la militancia revolucionaria, dirigentes y dirigidos o, si se quiere, cuadros y militantes de base, tienen en común su lealtad a los fines de la revolución que, en Venezuela tiene hoy claramente establecido un Plan de la Patria, con cinco grandes objetivos estratégicos claramente definidos, a los que sí hace falta ser leales.
Ahora, cuando se dice fidelidad o lealtad a los fines, aparece otro concepto, igualmente asentado en el feudalismo, cual es el de la filantropía. Socialismo no es filantropía. Veamos. Nuestro Comandante Eterno Hugo Chávez, tuvo la valentía (teórica, si se quiere) de nombrar a Jesús de Nazareth como el “primer socialista” de la humanidad. Y es cierto porque los fines planteados por el Cristo para reivindicar a los pobres, liberarlos de su ceguera, de su incapacidad para caminar y enfrentar al dominio imperial de Roma, son los mismos que hoy y ayer han esgrimido todas las revolucionarias y revolucionarios por sus auténticas luchas para la emancipación y la conquista de la igualdad.
Cristo, que planteaba la radical liberación de la humanidad, fue capturado, torturado y asesinado por el imperio gobernante de entonces. Y, después de crucificado, ese mismo Jesús revolucionario ha sido re-crucificado, intelectual y moralmente, infinidad de veces, para que no triunfe el socialismo (la raíz de la igualdad). Por eso, la iglesia “católica, apostólica y romana” traiciona los principios cristianos y, desde el feudalismo hasta nuestros días opta por la filantropía y no por el cambio radical.
Actualmente, con la propuesta de debatir en Venezuela (y en el mundo) el destino de la revolución socialista (Bolivariana pero de igual signo, en nuestro caso), modestamente y sin ánimo de interpretar a nadie, los alertas expuestos públicamente para el debate, para la Revisión, Rectificación y Reimpulso, colocan en términos de Filantropía o producción socialista de los bienes.
¿Es la Revolución Bolivariana, comprometida a construir la Patria socialista, una filantropía? ¿Avanzamos hacia el socialismo distribuyendo dádivas entre los pobres? ¿Regresamos al ya padecido “pacto de clases” para quedar bien sin que nada cambie o profundizamos en el avance hacia la consecución de los fines? El asunto no es personal. Partimos de reconocernos todas y todos, quienes luchamos por el socialismo, como constructores de la misma Patria que supo diseñar claramente nuestro inmenso Hugo Chávez. Pero, la crítica y el debate son necesarios.