El intempestivo “debate epistolar” iniciado por el ex ministro Jorge Giordani puso al descubierto una realidad política e institucional que requiere atención urgente y convoca a la reunificación del chavismo como tarea de carácter estratégico e impostergable para salvar la Revolución Bolivariana.
No es tiempo de calificar, perseguir y castigar presuntos traidores. Tampoco es la hora de funcionarios envalentonados que se desgañitan con un desafiante discurso que solo sirve para descalificar, dividir y crear tensiones innecesarias en este momento. No hay espacio para evadir responsabilidades. En política la soberbia no ayuda. Hoy, resulta más importante evaluar la trascendencia de esta cruenta batalla que libra el pueblo venezolano contra los enemigos de la Patria.
Contrastando con ese “debate epistolar” está la conducta ejemplar de un pueblo que sigue perseverando en su lucha por preservar la Revolución Bolivariana. Un pueblo que ha demostrado un alto nivel de conciencia y comprensión para enfrentar y resistir a la “guerra económica” que se expresa en desabastecimiento inducido, paralización de la producción, especulación financiera y pérdida progresiva del poder adquisitivo ante la galopante inflación provocada por los grupos económicos y la falta de respuesta oportuna de las instituciones. Un pueblo que se aferra a la esperanza, entre colas y carencias, cumpliendo su juramento de lealtad al Comandante Chávez para exigir a sus dirigentes que se coloquen a la altura del compromiso histórico. Aquí el único leal ha sido el pueblo.
Los singulares errores de la izquierda con sus chocantes rivalidades y las estrafalarias ambiciones de sus líderes históricos siempre terminaron en “mea culpas” o análisis retardados y, en otros casos, con expulsiones que reivindican la conducta de un stalinismo degradante que niega el debate libre, diáfano y democrático como instrumento de toda construcción revolucionaria.
Ese triste “debate epistolar” ha confirmado que la Revolución Bolivariana recibió un golpe irreparable con la desaparición física del Comandante Chávez dejando un vacío imposible de llenar. Sus dirigentes fueron sorprendidos por esta compleja crisis económica que combina los efectos de la “guerra económica” con la incapacidad de una burocracia improductiva y las veleidades de una casta corrupta que reproduce los vicios del pasado.
Funcionarios públicos (ministros, gobernadores, diputados, alcaldes, etc.) sucumben a la tentación del “MONSTRUO AMABLE”, denominación que otorga Rafaelle Simone a esa nueva forma del capitalismo neoliberal, globalizado, envolvente y mediático que no se conforma con la coerción dominante, sino que ahora utiliza una capacidad infinita de seducción para promover un confort “fundado en el consumo y el espectáculo tecnológico con rostro afable y festivo” como nuevo esquema de dominación para garantizar la acumulación de capital. Por esos vericuetos ideológicos están transitando funcionarios públicos que se deleitan en la ostentación y el dispendio. Esos funcionarios no logran superar los viejos “valores éticos” y se conforman con adaptarse a los dominantes.
Oportunamente el Presidente Nicolás Maduro ha ordenado la revisión de instancias de gobierno. Sin embargo, debemos insistir en que no basta con revisar, es necesario ir más allá. En la estructura institucional, el gobierno y los partidos del Gran Polo Patriótico es imprescindible reordenar, repensar y reinventar. Reordenar las instituciones para recuperar su eficiencia y avanzar en una transformación cultural que reivindique la “calidad revolucionaria” que pregonaba Alfredo Maneiro. Repensar las políticas institucionales para responder a las exigencias de los nuevos tiempos y reinventar estrategias que permitan retomar el proceso constituyente para avanzar en la construcción del Poder Popular como único torniquete político que hará irreversible la Revolución Bolivariana.
La política económica en este tiempo requiere la atención, opinión y participación desde distintas ópticas políticas, incluso aquellas que parezcan muy trasnochadas. No es cuestión sólo de economistas, ni iluminados burócratas. El destino del chavismo está atado a su capacidad creativa con la búsqueda de nuevas formas de diseñar políticas para desarrollar las fuerzas productivas. Recordar la advertencia de Trostky que, ante estas situaciones complejas, sugería “llamar las cosas por su nombre, decir la verdad a las masas por amarga que sea, no temer a los obstáculos, ser fiel en las pequeñas y grandes cosas y ser audaz cuando llegue la hora de la acción”. Si es necesario dar dos pasos atrás para avanzar uno, es determinante que el pueblo sea el primero en conocerlo. No es conveniente anunciar decisiones económicas sin una discusión política que se convierta en consulta democrática.
La lucha contra la corrupción es cuestión de compromiso y respuestas inmediatas que van más allá de una ética política transitoria. Para hacer valer la máxima de “caiga quien caiga” debemos comenzar por mostrar la lista de los “empresarios” que se apropiaron de 20.000 millones de dólares (aunque el Presidente ha dicho que son 60.000 millones) para fomentar la especulación financiera que tanto daño ha causado a la Patria y/o sacarlos del país para alimentar la voracidad de un capital parasitario que vive del Estado y no produce nada. Ese anuncio puede provocar la publicación de tantas listas como las que, magistralmente, describe Luis Brito García y el pueblo quiere conocer.
El Presidente Nicolás Maduro tiene la responsabilidad histórica de convocar a la reunificación del chavismo (más allá del PSUV y los funcionarios de gobierno). Una reunificación que permita recomponer el cuadro político. Que podamos encontrarnos en sólidos espacios políticos y, con nuestras diferencias, desarrollar una “coexistencia combativa” para enfrentar el tiempo que viene, profundizar la Revolución Bolivariana y preservar el legado del Comandante Chávez. Conocemos las facetas del “MONSTRUO AMABLE”, sabemos cuál es su verdadero objetivo… no le hagamos el juego.