En el III Congreso del PSUV sus delegados decidieron poner en cuarentena todos los padecimientos políticos, económicos, éticos e ideológicos que aquejan a la sociedad venezolana los cuales son incurables según los tratamientos reformistas adoptados por el cogollo gobernante: la corrupción, la devaluación, la inflación, el endeudamiento y el fortalecimiento de la burguesía importadora, vale decir, el modelo económico capitalista. Las prácticas neochavistas del gobierno aderezadas de socialdemocracia y neoliberalismo lejos de solucionar la crisis más bien contribuyen a la propagación de la apatía, la decepción y la desconfianza. El que tenga ojos que vea.
La teoría revolucionaria fundamentada en el socialismo científico creado por Carlos Marx y Federico Engels también fue puesta en cuarentena por los ideólogos del gobierno quienes prefieren tratar las enfermedades del capitalismo aplicando la praxis metodológica de la democracia burguesa. El marxismo como categoría de análisis universal para la interpretación correcta del fenómeno político, económico y social no será tomado en cuenta por el III Congreso sino en referencias colaterales sin ninguna trascendencia ni compromiso teórico. En su lugar se ratificará la idea liberal y los grandes problemas cuya solución demandan las mayorías nacionales se dejarán sin solución.
Con Chávez sí había esperanza. Hay que reconocer el hecho histórico conseguido por el Comandante eterno al lograr que las mayorías populares se decepcionaran de AD y COPEI. Tampoco permitió el líder que las masas desilusionadas del Pacto de Punto Fijo cayeran en la trampa de Proyecto Venezuela, Primero Justicia y demás grupos emergentes de la derecha que formaron parte, en su momento, de la Coordinadora Democrática y después de la MUD. Esa fue en su esencia la victoria política más significativa de Chávez pues no pudo llegar a concretar su propuesta socialista. Chávez nace como una esperanza para los pobres después de la derrota aplastante de los partidos de izquierda demolidos por la burguesía y el imperialismo en las décadas del 60 y 70. La decepción crece ahora en el propio músculo del chavismo.
Los virus de la apatía, la decepción y la desconfianza son altamente contagiosos y resistentes al populismo, a la demagogia, al discurso sin fundamentos ideológicos profundos y al autoritarismo militar. Continúa en las mayorías explotadas el desencanto y la desilusión por la opción política de la derecha pero ahora se va extendiendo el descontento al gobierno de turno por su obra corrupta e ineficiente.
Sería una ingenuidad pensar que el chavismo desencantado de la obra de gobierno representa una posible corriente de opinión revolucionaria con una ideología de izquierda pero hay que tomar en cuenta a esa nueva masa de inconformes como un elemento a considerar en la política venezolana de los años venideros. El fantasma de la abstención vuelve a asomarse como una forma de protesta.
Mientras tanto la polarización se va definiendo cada vez más entre un neochavismo desfasado y una MUD también desfigurada pero ambos extremos son opciones claras, con diferentes caretas, de la democracia burguesa y del capitalismo. Esa es la causa de la decepción existente ocasionada por una realidad que no se puede tapar con discursos ni promesas incumplidas. Los hechos valen más que las palabras.
“MALDITOS AQUELLOS QUE CON PALABRAS DEFIENDEN AL PUEBLO Y CON SUS HECHOS LO TRAICIONAN”
Benito Juárez