Antes de abordar el tema y de entrada para que no se nos valla a calificar de xenófobos, quiero aclarar que en nuestra familia tenemos una bella sobrina, hija de un chino-peruano-venezolano y de mi hermana, quien lleva el criollísimo apellido de Le - Arellano.
Entender muchas de las costumbres de los hermanos orientales no es tarea fácil y mucho más, si comparamos sus valores espirituales y sus contrastadas lenguas, las cuales hablan y escriben los asiáticos venidos de los lejanos océanos Índico y Pacífico.
La mayoría de ellos han venido de un continente milenario y de ancestral cultura, a quienes muchos historiadores atribuyen el origen de nuestros primitivos habitantes de América; incluso con rasgos muy similares y los cuales marcan la diferencia, al mezclarse con blancos, indios y negros, rasgos que caracterizan nuestra América mestiza y mulata.
Pero no es el motivo del presente artículo detenernos a revisar capítulos y a dar detalles que podemos encontrar, por ejemplo, en la vida de Mao Tse Tung o de Ho Chi Minh o en libros milenarios escritos por historiadores y conocedores de la cultura oriental; con la salvedad, de que en nuestro país, por su gran parecido, les decimos también "chinos" a los japoneses, tailandeses, coreanos y a todos quienes tienen los ojos achinados y además, porque son tan populares, que la mayoría de latinos hacemos chistes y canciones, como la célebre "Ojos Chinos" interpretada por el Gran Combo de Puerto Rico:
Mira qué bonito tiene,
La chinita los ojitos
Cuando me hace una guiñada
Yo me tengo que poner rojito
Más allá de lo anecdótico (ya abundan los chistes) para los venezolanos y demás países latinoamericanos, la acentuada inmigración de chinos se ha hecho sentir - en mayor cuantía - en los últimos años, porque ha pasado a ser un tema de cuidado y alerta para los Estados.
Si bien - en el caso venezolano - donde por cultura estamos acostumbrados a convivir con las más variadas migraciones y razas venidas de todos los países del mundo y que nos llevan a compartir creencias y religiones, además consagradas en nuestra Constitución Bolivariana.
En los últimos años, el incremento de los inmigrantes chinos se hace más notorio por su creciente actividad económica; la misma, pareciera centrarse en el mercado de alimentos con una penetración tan asombrosa, que es difícil no encontrar en el más apartado rincón de Venezuela a un chino con toda su familia, administrando algún abasto o el supermercado del pueblo.
No debería ser raro tal actividad y más cuando pasa a ser cotidiana para los nativos de nuestro país. No obstante, su impacto ha ido tomando otros ribetes y su repercusión, no sólo se observa en la vida económica, porque es ya también un problema social que ocupa espacios - con todos sus derechos - como cualquier ciudadano legalizado o nacionalizado en Venezuela.
Como su influencia se torna tan acentuada, genera problemas, la mayoría de ellos ya detectados por el Estado venezolano; muchos se reflejan directamente con el manejo de sus papeles,trámites de legalización y extranjería; este hecho, que ronda niveles de corrupción y otros aspectos, va más allá de la compra de permisos, los obtienen en tiempo record para poder establecerse y manejar sus negocios y centros de comercio, de la más variada mercancía a lo largo y ancho del país; cosa que pareciera ser lograda, hasta con "patente de corso".
Como lo dijimos al inicio de nuestro artículo, no tenemos nada en contra de los chinos que se radican en Venezuela. No obstante, si nos llama poderosamente la atención y está a la vista de todos, sus raros mecanismos expeditos, que se han incrementado "como arroz", para dar luz verde a su ingreso y legalidad en nuestro país.
Si bien, parecieran ser excelentes las relaciones comerciales y diplomáticas con la República Popular China y con otros vecinos asiáticos – en menor cuantía en Venezuela – con nuestro Gobierno Bolivariano; no estaría de más, revisar con lupa el porqué de su masivo ingreso y más aún, su participación en la actual situación de "guerra económica". En este caso, cabe pedir una actuación más solidaria (incluso a nivel diplomático) con nuestra población y evitar que no sean utilizados como "tontos útiles" y pasen a contribuir con el acaparamiento, la especulación y el alza desmedida de los precios; situación que tanto acosa a los venezolanos, en los actuales momentos.
El punto de reflexión nos lleva a que evaluemos, esta "invasión silenciosa" y a medir su verdadera repercusión a futuro, en la política migratoria y Seguridad del Estado Venezolano.
Entendemos que ya se han dado algunos pasos y se analiza su visión estratégica, cosa que fluye al más alto nivel, pero no debemos descuidarnos; sobretodo, por aquel refrán popular que dice: "en guerra avisada no muere soldado…"… ¡Amanecerá y veremos!