Ya que tanto nos hablan de socialismo y a cada rato mencionan al “viejo” Marx, una somera revisión de sus escritos nos hacen afirmar que estamos viviendo de legados convertidos en eslogans o, como dijo un alto funcionario del Ministerio de las Comunas: “es que las comunas son de papel”, porque, claro, ni siquiera la Asamblea Nacional ha elaborado el reglamento de la ley respectiva. Es decir, el legado del comandante Chávez (y el de todos sus referentes teóricos) no sólo es de papel, sino que ha quedado “re-legado”.
Empecemos por el Estado: tenemos un Estado tan enorme que parece un elefante con arterioesclerosis: una pata le pide permiso a la otra para poder medio moverse y lo peor es que está siendo engordado con grasa de la mala, de la que infarta. Es una administración pública que alimenta a un estado burgués pero desde una pretensión socialista dentro de un sistema capitalista. ¿Entienden el pasticho?
Es el estado burgués que criticó Marx en sus muchos libros y artículos. En 1870 escribió: “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la maquinaria del estado tal y como está. Debe destruirla”. “El objetivo de la teoría marxista es el opuesto exacto del objetivo de la teoría burguesa: no fortalecer el estado ni mejorarlo sino destruirlo”, opina el investigador John Holloway. Claro, no esperamos eso pues tenemos una administración pública que cada día se hace más densa, se crean nuevas vicepresidencias y comisiones. ¡Tenemos 113 viceministerios! No sé cuántos directores generales, de línea y de departamentos con su consabida partida de secretarias, sub secretarias, etc que chupan de la teta del presupuesto porque cada cargo es una cajita en el organigrama. Una administración pública que pretende convertirse también, en otro partido político. Es decir no se puede luchar contra el estado burgués si formas parte de ese mismo estado burgués porque es ese Estado burgués el que se convierte en tu medio de sustento ya que la administración pública es el gran empleador y da para todo. Pero además tampoco pretendan que los que ahora están en esa administración pública sean políticamente “neutros” o chavistas “químicamente puros”. Estamos esperando el sacudón, para acabar con la corrupción y la ineficiencia, dos males que todo lo permean, como el gas. Aún esperamos por la justicia en la “desaparición” de 22 mil millones de dólares, pese a todos los controles de Cadivi que se ha transformado gatopardianamente hasta llegar a Cencoex (¡religiosamente me busco en todas esas listas, no vaya a ser que aparezca y termine pagando lo que hizo otro!).
De ese Estado gigante nació la Superintendencia de Precios Justos que ya cuenta con tres superintendentes en fila: Andreína Tarazón, a su vez sustituida por Dante Rivas, a su vez sustituido por Andrés Eloy Méndez. Cuando designaron a Méndez me dije: espero que no sea su Ley de Murphy porque como parlamentario lo hizo muy bien…Su primera orden fue que todas las cajas de los supermercados deben estar activas y que eso acabaría con las colas…Bueno, nos tocó hacer una cola de casi dos horas en el Bicentenario de Las Mercedes el sábado pasado y no me gustó nada de lo que vi…
Ese Estado gigante no me garantiza aún la seguridad en mi calle (los números de celular de los cuadrantes cercanos nunca funcionan)…
Los controles…
Hay cansancio por tantos controles. Afectan al pueblo que trabaja y vive de un salario. ¿Será que ahora todos estamos bajo sospecha? ¿Acaso somos bachaqueros? El sábado en el Bicentenario se controlaba todo para luchar contra el bachaqueo: el número de productos “porque eso es contra el bachaqueo”; la cédula de identidad “porque si no, no entra”; Mientras hacíamos la cola para pagar, los funcionarios del supermercado, luciendo franelas rojas, se paseaban de manera coercitiva viendo cuántos productos llevábamos en el carrito y quitándonos lo que era un “exceso”. La cola de la tercera edad era particularmente larga y la otra peor. Algunos se ponían más “chuchumecos” para ver si los cajeros se condolían y les ahorraban la espera. Sin aire acondicionado, con poca iluminación, y todas las cajas activas, sazonado el momento con las muchas discusiones que se dieron de subido tono entre la gente del “super” y los clientes, al final llevamos sólo algunas cosas. La carne era de muy mala calidad y preferimos no comprarla. No había pollo ni verduras, pero sí papel tualet y en abundancia, al igual que yogurt en todas sus variedades. Horas de cola para lo indispensable.
No es con más controles como podremos lograr mayor eficiencia en el desempeño de las funciones públicas (ya que no vamos a destruir el Estado) y el deber del Estado de proveer la mayor suma de felicidad posible al pueblo. ¿Es ésta la manera de proporcionarla?
¿Y la guerra económica quién la hace? ¿Nosotros? Por ejemplo: explíqueme usted, Ministro Rafael Ramírez, porqué siendo Venezuela un país petrolero y productor de hidrocarburos, no se consigue aceite para el motor del carro. ¿Eso es guerra económica o es qué?
De la guerra económica, con toda su amarga estela de desabastecimientos de productos en áreas tan sensibles como la salud (¡lo de los medicamentos para hipertensión es dolorosamente cierto!), la alimentación y ahora la educación pues ya empiezan a quejarse de que no se consiguen cuadernos, creyones, etc, hemos pasado ahora al problema de contrabando y del bachaqueo como si sólo eso fuese el origen del problema cuando todos sabemos que no es nueva la situación. En junio de este mismo año nosotros (y antes de eso mucha gente lo venía advirtiendo) hicimos dos reportajes sobre todas las irregularidades que vimos en la frontera con Colombia, en San Antonio del Táchira y que se cometían en las narices de nuestras autoridades civiles y militares. Porque el bachaqueo también está en Caracas. Vaya a la redoma de Petare o a la plaza Catia, o a las inmediaciones de Miraflores, y allí encontrará todo lo que no se consigue en los “super” y todos son productos regulados. ¿Cómo llegan allí? ¿No será que el bachaqueo también se esconde tras alguna estría de ese Estado Elefante que tenemos?
Tampoco se puede resolver todo a “realazos” como lo propone el gobernador Vielma Mora de dar un incentivo a los guardias para que no acepten sobornos de los contrabandistas y entonces ¿dónde está la moral revolucionaria que es esencial en la gestión de políticas públicas? ¿Qué dice a eso el general Vladimir Padrino López? ¿Aceptan sobornos nuestros funcionarios de la GNB y por eso mejor le damos “para el fresco” y lo metemos en el presupuesto de una vez?
Quizás aún no se hayan dado cuenta de que hay que fortalecer más al poder popular y de que parte de la solución esté precisamente en transferir las competencias en diversas áreas de la economía y de lo social a las Comunas, tal como quedó establecido en el Plan de la Patria.
Es preocupante que la gente empiece a suspirar por las demandas sociales no cumplidas. Vi mucho de eso antes de 1998, y entonces ganó las elecciones el presidente Chávez. Pero he vuelto a ver y sentir la misma situación en estos días, especialmente en la mega cola del sábado para entrar al Bicentenario de Las Mercedes. ¡Mosca!