Anton Goering: Pionero de los ascensos al pico Bolívar

Cuando se busca información sobre los ascensos a las mayores elevaciones de la Sierra Nevada de Mérida, específicamente al pico Bolívar, notamos que todos los autores consultados hasta el día de hoy, aseguran que los mismos comenzaron entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. No obstante hay evidencias escritas que demuestran una mayor antigüedad para los primeros intentos de conquistar la montaña más alta de Venezuela; en este contexto se ubica la ascensión del naturalista “alemán” (no existía Alemania como tal) Anton Goering, posiblemente en 1870. Si bien el personaje aquí mencionado no coronó el Bolívar, conocido en esa época como “La Columna”, fue uno de los primeros humanos en intentarlo, al menos en un ámbito científico-recreativo (desconocemos si los antiguos indígenas ascendían para celebrar rituales, por ejemplo).

La expedición de Goering no tuvo el resultado esperado debido, en términos generales, a factores climáticos, geomorfológicos y técnicos. Así y todo alcanzó, según palabras del naturalista, “el extremo de una cresta lateral” de La Columna, relativamente cerca de la cumbre. A continuación un extracto de la crónica del ascenso incompleto de Goering, publicado en Venezuela. El más bello país tropical. Mérida: Universidad de Los Andes, 1962 (Traducción de María Luisa G. De Blay), pp. 157-158.

“Después de una permanencia de ocho días en los páramos, observé que había escampado el tiempo y me decidí a escalar el picacho de La Columna, el cual yergue al oeste de La Concha. Salimos al amanecer dispuestos a pernoctar en el pico. Al principio todo iba muy bien, mas luego nos vimos forzados a abandonar el camino de herradura, para encaramarnos por un pésimo cantizal. La subida se acentuaba cada vez más para terminar en una cuesta empinada y escabrosa. A las ocho nos encontrábamos sobre 4.000 mts. de altura y después de cuatro horas de fatigosa ascensión alcanzamos el extremo de una cresta lateral del pico, el cual se aprecia en la lámina que representa la Sierra Nevada con los efectos de luz del “sol de los venados”. Nos encontrábamos ahora a unos cientos de metros sobre la línea de las nieves perpetuas y contemplábamos a nuestros pies un campo de nieve en este momento particularmente crecido, pues fuertes nevadas habían tenido lugar en los últimos tiempos. La Concha acostumbra a tener más nieve que este picacho porque en las enriscadas laderas de éste no queda bien prendida. Ante nuestra vista se extendía todo un mundo y podíamos pasear la mirada por todas las zonas de vegetación. Dominábamos la mayor parte de la Cordillera de Mérida y la ciudad en lo profundo sobre maravillosa meseta; el panorama abarcaba por sobre las cálidas regiones de Ejido, mucho más lejos aún. Sobre nosotros describía círculos el cóndor, rey de los aires, cuyo límite septentrional de expansión parece ser la Cordillera de Mérida. Regocijados por el panorama, reconfortados por la comida y la bebida, procedimos a instalar bajo un enorme bloque de piedra que montado sobre otros formaba como una caverna, un lecho para pasar la noche; no accedieron a ello gustosos mis peones, sino al cabo de haberles prometido un aumento en su salario.

Aunque ya me parecía imposible escalar el propio pico debido a su escarpadura, abrigaba la esperanza de tentar la suerte al día siguiente. Pronto salí de mis dudas, porque nos vimos envueltos en nubes y sobre nuestras cabezas empezó a rugir una ventisca que apenas si nos permitía mantenernos de pie. Mis acompañantes insistían en el descenso, cosa a la que finalmente tuve que acceder en contra de mi voluntad. Agitando mi sombrero saludé y me despedí del Picacho de La Columna en la Sierra Nevada de Mérida”.





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Rubén Alexis Hernández Arena

Licenciado en Historia, Magíster en Historia de Venezuela. Antiimperialista, izquierdista y ateo

 ruhergeohist@yahoo.com

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