Si he de envejecer desearía hacerlo en Japón, en Marruecos o en Alejandría. Y es porque en esos sitios a los ancianos se los tiene por seres especiales. Se les respeta, venera y considera personas importantes porque conocen la alquimia del saber ancestral de sus familias.
Los ancianos son por ello holgazanes, perezosos y felices. Lo decía George Moustaki quien deseaba envejecer en su amada Alejandría de los múltiples olores y sabores.
Por estos días he soñado con el libro La trompetilla acústica (The Hearing Trumpet, 1976) y he visualizado la cubierta de una mariposa con dos grandes orejas que simulan alas. La traducción, de Monte Ávila editores (1977) la hizo Renato Rodríguez, el extraordinario escritor venezolano, autor de Al sur del Equanil.
La trompetilla… es una novela donde la ancianidad fija su protagonismo y establece sus propios saberes. Es un relato donde Leonora Carrington (Inglaterra, 1917 – México, 2011) describe la vida de una anciana y sus múltiples experiencias en un asilo. Obligada a refugiarse en sus sueños donde reside su verdadera libertad que la hace fuerte y a la vez apasionada por la vida.
Relato acaso irónico y de lectura amena, sin embargo la escritora introduce una visión de la vida que es aquella que conoció en su niñez. Formada en un hogar donde la severidad aristocrática patriarcal fijaba la educación entre monjas espantadas por su capacidad para usar sus dos manos y también para escribir en espejo, de izquierda a derecha y a la inversa.
Su otra educación, esa de historias de la cultura celta-irlandesa la recibe de su abuela, madre y nana. Es un mundo de hechiceras, magas y míticos sidhe que la rodean constantemente y le permiten conocer ese otro mundo paralelo que es la magia, el esoterismo y el tarot.
Conocida generalmente como pintora y escultora, Leonora Carrington pertenece a la tríada de mujeres surrealistas, donde destacan Frida Khalo y Remedios Varo. Desde su adolescencia se vinculó con los protagonistas del movimiento surrealista, en su temprana e íntima relación con Max Ernst, el pintor cara de pájaro que tan bien lo describió Anaïs Nin. Posteriormente en París conocerá a Bretón, Picasso, Miró, Dalí, asiduos tertulianos del café Les Deux Magots.
Sin embargo, la pintura de Carrington no puede ser catalogada como totalmente surrealista pues es el mundo onírico, mágico de su infancia lo que se muestra en sus múltiples cuadros.
Artista irreverente y de escritura directa y sentenciosa, su densa obra literaria la componen, La casa del miedo, 1938; Una camisa de dormir sin franela, 1951; El mundo mágico de los mayas, 1964; La dama oval, 1939, entre otros. En todos ellos se encuentra un universo escritural donde se alude al mundo de la magia, la Kabbalah, el Sephirot, la alquimia y la búsqueda del santo Grial.
Marian Leatherby, la anciana de 92 años que se va construyendo en La trompetilla…, junto con su entrañable amiga Carmilla, quien le obsequia la trompetilla, descubre un mundo único, donde las voces, los sonidos y a la vez, las visiones aparecen entre espejismos de experiencias de una irrealidad-realidad que se hacen verosimilitud en las reflexiones y diálogos a lo largo de la novela.
Escritura en su primera parte jocosa, llena de humor y hermosamente trazada por un lenguaje poético que asombra y deslumbra. Su segunda parte, sin embargo, mantiene un ritmo lento y evocador, donde el misterio y la irregular escritura se cierran a lo simbólico, al más puro y ancestral esoterismo.
Luchadora desde su juventud en los movimientos pacifistas y antifascistas, se enfrentó al militarismo y al nazismo y por ello sufrió persecución y destierro, pues debió emigrar a México donde pasó el resto de su vida. Parte de su biografía se encuentra reseñada en una extensa entrevista que le hace Elena Poniatowska. De ella y de otras entrevistas, extraemos algunas de las reflexiones de esta extraordinaria escritora y pintora: “La razón debe conocer la razón del corazón y todas las demás razones.” “Una vez un perro ladró a una máscara que hice. Ha sido el comentario más hermoso que he recibido.” “Hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no dejarme de nadie; aunque la tortura continúa dentro de la poca libertad que logré.
Escritora a destiempo, lacerante en sus reflexiones y absolutamente comprometida con la vida, la libertad y la pasión por el arte y la literatura, Leonora Carrington nos introduce a un mundo de lucidez por la absoluta realidad, su cotidiana existencia donde sentencia: “No sé qué ha pasado en el mundo este fin de semana. No quiero saberlo. Permitidme ser avestruz por esta noche. Solo por esta noche porque mañana ya es lunes…
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis