Acompañado de mi esposa Ligia, nuestra hija Luli Marinés, el yerno Gerardo Tovar y el (por ahora) menor de los nietos, Jesús Gabriel, fui a Isnotú -en mi caso primera vez-, cuna del Siervo de Dios médico científico venezolano Dr. José Gregorio Hernández. Pernoctamos en Valera a fin de salir temprano hacia Mérida y permanecer varios días en medio de la atención familiar y la gentileza merideña tradicional. Mérida, estudiantil de siempre y turística por excelencia, bautizada históricamente “ciudad de los caballeros”, donde Dios y mis padres me dieron la dicha de nacer. Mi vida atraviesa el septenio y me ha permitido desde 1982 completar el ciclo vital en Cagua, población de Aragua a la que agradeceremos siempre la hospitalidad inconmovible de su gente, a pesar del explosivo crecimiento y habitabilidad. Por donde paseamos en tierras trujillanas, merideñas y en Portuguesa albergue del Santuario de la Virgen de Coromoto, aprecie el comportamiento de mayores y menores de edad, en diversas actividades y conversando alegremente. Venezuela tiene record de vacacionistas marcando contraste entre el comportamiento de la inmensa mayoría que disfruta turisteando dentro y fuera de la nación por millones de viajeros, con la conducta evasiva y desanimada de un sector afortunadamente minoritario, que utiliza voceros disociados para comentarios en voz alta contra todo, odio visceral y antipático indigno de una nación que resuelve pacíficamente sus diferencias electorales, derrota la violencia güarimbera y da la espalda a infames circunstancias provocadas por guerra económica, usura, especulación, contrabando de extracción y terror psicológico con la salud. Son insoportables de la pequeñez mental, quienes aún en vacaciones niegan a su vida la posibilidad de desamargarse, lastimosamente mal informados y deformados por cierta conocida prensa impresa, televisiva y radial. Derrotado el periodismo de paparruchas, podemos evidenciar que la vida venezolana cuenta con amplia libertad de expresión, ejemplo internacional de democracia, pese a la terquedad, irresponsabilidad y falta de tacto en la conducta inducida comunicacionalmente a opositores, que merecen mejor y más inteligente dirección política considerando que la actual jerarquía abandonó su don de gente verdaderamente venezolana, en aras de la mentira, el engaño y la búsqueda de conmoción social. Actitud fascista, que lucen sin vergüenza alguna, varios de sus líderes y lideresas contrarrevolucionarios peligrosamente disociados.
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