...O acaban con la revolución

Presidente Maduro: ¡no tenemos opción! derrotamos a la burguesía y su estado burocrático...

Acaso algo tarde para mi percepción del problema pero como “nunca es tarde cuando la dicha llega” según reza el aforismo, el Presidente y Líder indiscutible de la Revolución Bolivariana ha invocado la urgente necesidad de profundizar los cambios que nos conduzcan al desmontaje del Estado Burgués lo cual implica derrotar de una buena vez su brazo operador enquistado en la burocracia. Desmontar la burocracia operadora de la burguesía exige derrotar a ésta en sus valores fundamentales.

Estos cambios urge sembrarlos en el ámbito de la ideología con claridad doctrinaria y ejemplo de vida  lo que equivale a decir en el pensamiento, en la conciencia del deber social y en general en los valores de vida de ese funcionario que debe encarnarlos. En tanto ese objetivo no se logre “en vano se afanarán los albañiles” Tiene razón el Presidente Maduro. Si no cambiamos la forma de pensar egoísta, individualista y materialista heredada del viejo sistema aún  “en pleno desarrollo” los cambios siempre terminarán deviniendo en meros maquillajes gatopardianos condenados a ser soporte de la restauración del capital y su filosofía de vida.

Es desesperante ver como los mejores planes y proyectos revolucionarios terminan destrozados por ese buen número de “revolucionarios” enquistados en la Administración Pública o beneficiarios de las políticas sociales y económicas de la Revolución repitiendo el mismo comportamiento insolidario, utilitario y excluyente que caracterizó a los beneficiarios del régimen puntofijista. Estos “camaradas” (comillas al gusto)  sería bueno que recordarán como en su momento, antes de que devenidos en novísima clase media invadieran las urbanizaciones del este de Caracas, aquellos adecos eran considerados tierruos, patas en el suelo y chusma por la pequeña burguesía del estatus con el mismo desprecio visceral con el que hoy califican a los “despreciables chavistas” mismos que por cierto hoy empiezan  a aceptar en sus círculos. ¿Será que la burocracia “revolucionaria” se está ganando ese “privilegio”?

Permítaseme algo al respecto, veamos: Allá entre los años sesenta y setenta del pasado siglo cuando un buen número de jóvenes nos entregábamos con pasión infinita a la utopía concretable del Socialismo, el filósofo marxista Ernst Bloch reaccionaba al fracaso del “socialismo real” con un trabajo hermoso cuyo título era “La Utopía-Esperanza, Carismas de un pueblo en marcha” En él se refería a los carismas y dinamismos interiores que son imprescindibles para que un pueblo transforme la historia.

Transformar la historia a partir del desastre humano heredado requiere de unos carismas especiales, de unos valores espirituales sin los cuales el objetivo profundo y radical de los cambios suele quedarse en superficial y epidérmico, incluso en abono para la restauración del viejo sistema. Hoy, como ayer, la propuesta de Ernst Bloch posee la frescura siempre joven de la verdad. Chávez y la revolución Bolivariana han nucleado este pueblo en marcha empeñado en la tarea de construir y ser portador de un mundo nuevo de justicia e igualdad. Ese es el legado que debemos defender con la vida.

¿En qué forma y bajo que carismas ha de estar presente el espíritu revolucionario para que el pueblo no se canse, no se desvíe y se mantenga en marcha creadora? Bloch las enumeraba como unos dones específicos tales como el don profético, el don cantor, el don médico y el don regio. Abordaremos hoy el primer don o carisma por considerarlo de vital urgencia para nuestro momento histórico.

EL PROFETISMO REVOLUCIONARIO: Veamos: sin profetismo radical no hay Revolución. Un pueblo sin ese carisma como bien difuso pierde su capacidad de analizar el presente y sobre todo de tender hacia el futuro. Sin lo que en lenguaje de nuestro tiempo llamaríamos el don contralor se pierde el impulso revolucionario, se estanca el proceso y termina retrogradando. El profetismo revolucionario es el don que no transige con los acomodos ni acepta lo mal hecho sino que se abre siempre radical y dolorosamente a la promesa de justicia e igualdad.

El profetismo nos lleva a decir las cosas como son a todo riesgo, hace que se digan por qué las cosas están mal y lo hace con lenguaje y conducta que no admite componendas. Sepamos que las cosas se ponen mal cuando hay ausencia de una radical fidelidad al pueblo, al socialismo y a la revolución. Fundamenta su profetismo en constataciones reales, con objetividad crítica y sin especulaciones porque lo que interesa es poner siempre al descubierto la causa radical del mal. En otras palabras salvar la Revolución Socialista pésele a quien le pese y gústele a quien le guste.

El profetismo revolucionario lo es  porque pone las cosas al descubierto, sin  matizarlas o maquillarlas y porque nos sitúa  frente a las exigencias inapelables de la Revolución aunque resulte antipático, duro y desabrido y su presencia sea muchas veces indeseada e intolerable.

Ahora bien, hay una gran diferencia entre el profetismo revolucionario y el criticón precursor de calamidades muchas veces sembrador de calumnias en su beneficio, El profetismo revolucionario se distingue claramente por su amor vibrante al pueblo y por su fidelidad la Revolución. Ciertos camaradas parecen olvidarse de la Revolución pero la Revolución no se olvida del pueblo porque está en el pueblo y es el pueblo. El profetismo revolucionario capta en toda su dimensión esta realidad y por eso siempre anuncia la esperanza.

¿Por qué es imprescindible la presencia de este don profético dentro de la Revolución? Porque el profetismo revolucionario es siempre una “terapia de shock”, una curación a tiempo a través de la sacudida que produce el poner al descubierto la realidad ambigua o corrompida allí donde se encuentre y sobre todo la difícil esperanza que vincula la justicia y la equidad revolucionarias al ser honestos de sus dirigentes. Sin esto el revolucionario se vuelve acomodaticio, amorfo, desvinculado de la grandeza para la que existe, pierde su orientación y el sentido de su misión. El revolucionario necesita de lo profético como el pan de la levadura.

En este momento de graves amenazas y un pueblo sumido en grandes confusiones entre la guerra burguesa y el antitestimonio de muchos burócratas este profetismo contralor, ejemplar y orientador es imprescindible.

¡LEALTAD ABSOLUTA AL LEGADO DE PATRIA INDEPENDIENTE Y SOCIALISTA!

¡¡¡AMANDO VENCEREMOS!!!



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Martín Guédez


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