El Presidente de los Estados Unidos no pierde tiempo ni escatima escenario para lanzar su discurso guerrerista. Al igual que la oposición venezolana, hace el mando. Se trata de una cadena de mando o de mandaderos. Los de aquí, bien financiados.
Allá la danza de millones corre entre poderosas compañías, que desde hace buen rato entendieron que financiar la guerra es un excelente negocio. Para ello, ni cortos ni perezosos, comenzaron a montar unas curiosas compañías de servicios cuya materia prima son hombres y mujeres cuyo oficio es matar a quien se les ponga por delante. Matan, destruyen pueblos y ciudades y luego van a la página de contratación. Ese próximo y apetitoso paso es reconstruir lo destruido. ¿Qué les parece?
De este pequeño detalle parece olvidarse la oposición venezolana o las oposiciones latinoamericanas. Alimentan y alimentan el odio para procrear criaturas monstruosas, como estas que recorren el Medio Oriente dejando a su paso muerte y desolación.
Se olvida la oposición venezolana, si así se puede llamar, que al prestarse a la obediencia de los sanguinarios de países extranjeros, están condenándose ellos mismos, a sus familiares y amigos a convertirse en víctimas seguras de estos matones a sueldo.
Nos atrevemos a decir que ellos saben todo esto. Suponemos que como en buena medida viven en el Norte, conocen la maña y ferocidad del monstruo. Pero esto parece importarles poco o nada. Su obietivo, en fin, va más allá de la muerte.
Ante las constantes e insinuantes amenazas del "premio nóbel de la paz" y las dóciles oposiciones latinoamericanas, no queda otra alternativa que la constante denuncia y movilización del pueblo para evitar que nos agarren enchinchorrados.
La oposición venezolana es cada día más irresponsable y entreguista. Incapaz de asumir lo que a diario hace para desestabilizar el país y negada a desmentir su matrimonio con la rancia derecha internacional. En todo caso, no está demás empalgartarse, porque el enemigo acecha. No duerme.
