El nuevo secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (escribo el nombre completo porque a veces se me olvida qué cosa es “MUD”, especialmente para no confundirla con el vocablo inglés que significa “barro”, “lodo”, fango, depende de cómo se vea), no es garantía de diálogo ni cosa parecida. Por estos días un sector de la llamada oposición, lo ha estado alabando. En su cuenta tuiter (“TL”, le llaman) he leído cada lisonja que no puedo dejar de pensar en Axel Karekín, un longevo traidor en cuyo pie izquierdo anidó un hormiguero siendo, entonces, las hormigas las que le comunicaban el significado del mundo y también las que le inyectaban un poco de coraje.
Creía Karekín que las hormigas veían en él a una especie de “divinidad”, en la cual podían confiar sin temor a ser desalojadas y por eso, con entera libertad, fundaron sectas y grupos que cometían atrocidades todo el tiempo.
¿Ya sabe quién es Karekín y quiénes las hormigas, verdad?, ya a estas alturas se ha establecido una relación de dependencia entre las hormigas y Chuo, perdón, quise decir Karekín, pues éste no ha tenido ningún problema en interpretar el verdadero deseo destructor de quienes han anidado en su pié izquierdo, entre otras cosas, para borrar cualquier huella del comunismo que alguna vez corrió por su sangre y que se le manifestó en forma de diabetes (de allí las hormigas).
Ahora en serio: le he escuchado hablar del “bien común” (¿?) y de la necesidad de conectarse con el pueblo chavista que está descontento (¿?), con los pobres, con el barrio, porque él no quiere montar una “fiesta de convencidos”.
Su llamado a la calle no es otra cosa que la concreción de la violencia pues ésta se le sale por los poros, pese a la bonhomía que intenta reflejar. Lleno de contradicciones, cuando le preguntan qué opina de “la salida”, después de explicar que eso no está en su “cancha”, ofrece respuestas como ésta: “a estas alturas lo que demanda Venezuela no es que el gobierno cambie sino que hay que cambiar de gobierno” (¿?) También le escuché decir la siguiente curiosidad: “en cualquier concentración donde estallan cuatro disparos y dos bombas lacrimógenas desaparece la gente y quedan solamente cuatro actores: el encapuchao, el infiltrado el Guardia Nacional y el paramilitar” ¿Ehhhh? (Escúchelo aquí, en el minuto 22)
Pero las hormigas (esa masa ciega y estólida), que son las que le insuflan vida, son incapaces de preguntarle a Karekín si hay alguna forma de demostrar que él no recibió esos 45 mil dólares de la NED, ni todo el platal que le pagó su jefe de la Alcaldía Metropolitana. Entonces hay que pedirle su declaración jurada de bienes y también la MUD debe decir, cuánto gana el secretario ejecutivo y de dónde salen esos reales.
El presidente Maduro y el Psuv no deben esperar nada de esta “nueva” MUD. Hemos pasado de un “dandy” de la política, a un “pitbull” entrenado sólo para pelear.
Al final del cuento Karekín murió, dicen, a los 297 años de edad, cuando las hormigas comenzaron abandonar su pie izquierdo y luego ellas murieron también. Aunque es posible que hayan anidado en otro pie izquierdo pero ésta es una deducción mía y por supuesto, no se corresponde con el fascinante relato escrito por el poeta venezolano Jesús Enrique Barrios; “Axel y las hormigas” (1981) y de quien, respetuosamente, tomé prestado el título.