1. Existen tres formas de asirse del pasado, de participar del presente y de asomar las posibles advertencias del futuro. Se trata de las historias: anticuaria, monumental y crítica. La primera es la Cenicienta del cuento, fluye del manantial humilde: se origina en el corazón y en el instinto. Es la versión popular de la historia, obra de aficionados del tiempo. Es la que nos cuenta el pretérito de nuestra vida diaria, del hombre común, de nuestra familia y de nuestro terruño. No sirve para hacer, pero sí para restaurar el ser. No construye, instruye. No ayuda a prever, simplemente a ver. Su manifestación más espontánea es la historia pueblerina o microhistoria, o historia parroquial o historia matria (González y González, 2007).
2. La historia parroquial, también llamada microhistoria, historia local o pueblerina, es quizás la manifestación más espontánea de la llamada historia anticuaria. Es así legítimo acercarse al pasado de las gentes cuya existencia nace, vive y muere en pequeñas localidades. Es aquí donde se inscribe la llamada historia parroquial o microhistoria, que se detiene en los pequeños espacios, que se interesa en descubrir y explicar las dinámicas de las microsociedades (Medina Rubio, 2007).
3. ¿Qué es la microhistoria? ¿Qué es la historia parroquial? Microhistoria es hacer historia del terruño, de la ciudad, del pueblo en que todos se reconocen, del barrio, de una urbe. Es también hacer historia de una hacienda, de un monasterio. Una historia de vida de cultoras y cultores populares, así como los personajes de la misma dimensión, de un colectivo cultural, bien sea de música, grupo literario, frente cultural, medios de comunicación alternativos y comunitarios. Las historia de una fiesta o manifestación cultural, de una expresión musical o dancística o de una particular manera culinaria. La historia de las ordenanzas, figuras jurídicas por antonomasia de las entidades locales, la historia de una parroquia eclesiástica, entre muchas otras. A la microhistoria hay que transitarla desde lo popular y las culturas residenciales. La microhistoria es inherente al Campo Cultural Residencial Popular.
4. El Campo Cultural Residencial es un espacio geográfico con una ecobase en la cual se suceden el ir y el devenir de grupos o comunidades étnicas. Sus elaboraciones culturales se desenvuelven y despliegan en un marco determinante y específico de un espacio habitable, de significativa informalidad, la producción, trasmisión y consumo cultural es de pequeña escala y alcanza a cubrir, también un pequeño tejido social. Esa territorialidad siempre son localidades y microlocalidades. Si hasta hace poco eran las parroquias y municipios; ahora son los espacios de los consejos comunales y comunas. Ambas se articular y emprender realizaciones socioculturales que le confieren sentido de pertenencia, historia matria, símbolos y valores, conductas y una cosmovisión junto a una herencia patrimonial cultural.
5. Resulta necesario emprender una práctica historiográfica que dignifique la pequeña historia. La historia de la casa, traducida en terruño, barrio, esquina, localidad. Cuando los que cultivan la ciencia fundamental de la historia, reclaman que la misma enfile su esfuerzo hacia lo regional, no están sino reivindicando la objetividad científica que no debe separar al hombre de su espacio. El espacio que el mismo se ha dado. Concebido, creado, para su conservación y reproducción. Significa también que este especio es concreto, no una entelequia, por ser síntesis de múltiples determinaciones. Opone, en consecuencia, una individualidad, una identidad, una especificidad, cuya explicación se extrae de las condiciones históricas que le son propias (Tovar, 2007).
6. El amor a la patria chica es del mismo orden que el amor a la madre. Sin mayores obstáculos, el pequeño mundo que nos nutre y nos sostiene. Se transfigura en la imagen de la madre, de una madre ensanchada. A la llamada patria chica, que le viene bien el nombre de matria, y a sus vecinos, matriotas. Y es que esa patria chica fue en el contexto histórico social de la democracia representativa, burguesa y formal, en principio, la parroquia y el municipio; en este contexto de la democracia participativa protagónica: esa patria chica se transformó en microlocalidades y vienen a ser los espacios territoriales que ocupan los Consejos Comunales y las Comunas, para dejar a los primeros como localidades. De ambos nace la micro historia, la historia local, la historia matria. Son microsociedades que por su espacio geográfico, sus grupos étnicos vecinas, sus cosmovisiones, sus culturas, sus imaginarios, su historia y herencia patrimonial conforman el Campo Cultural Residencial.
7. Esa microsociedades: localidades y microlocalidades; Parroquias y Municipios; Consejos Comunales y Comunas se desarrollan un Espacio Habitable. En consecuencia, se caracterizan por contener una Ecobase con su realización social, históricamente determinada. Una composición dialéctica, incluso mágica, de condiciones físico-naturales y sociales, (Guitian, 1993). Condiciones que se desarrollan transversalizadas por formas étnicos-culturales específicas, cosmovisiones particulares, lenguas maternas diversas, valores, símbolos e imaginarios colectivos que definen una manera de asistir a la vida. Las microsociedades en tanto Campos Culturales Residenciales se caracterizan por una alta informalidad y por una producción y trasmisión de mensajes y bienes culturales en pequeña escala, (EAGO, 1997). Sus grupos étnicos móviles, originariamente, transitan de familias errantes a familias asentadas; del clan familiar a variadas y diversas familias hasta alcanzar la superfamilia, (Blanco, 1948).
8. El Municipio ahora viene construyéndose desde las microlocalidades: los Consejos Comunales, primero, luego las Comunas y éstas forman las Parroquias y la unión de éstas últimas constituyen a los Municipios. Las microlocalidades y las localidades se desarrollan hacia la constitución superfamilia con finalidad colectiva. Hacia una sociedad natural, con personalidad jurídica, con jurisdicción territorial. La historia matria, las historia de las localidades comprendería no menos de 1.136 historias parroquias y 335 historias municipales para el año 2014. Entre tanto, la microhistoria abarcaría, para el domingo 8 de septiembre el año 2013, a los 5 y 30 de la tarde: la historia de más de 1.150 Comunas y 31. 670 Consejos Comunales. A toda esa historia matria habría que agregar los Calendarios de la Cultura Festiva, el censo de los cultores y cultoras populares, así como el de los personajes populares.
9. Las localidades y microlocalidades poseen geográficamente hablando una territorialidad, y en la cual tienen los grupos humanos (comunidades éticas, familias étnicas vecinas, colectivos y diversos y variados grupos e instituciones, entre otros) sus relaciones o realizaciones fundamentales en vínculos de sangre e intereses, aspectos que al desarrollarse de comunidades étnicas a familias vecinas, constituyen una red vecinal de familias étnicas (Valenzuela, 1998).
10. Las redes de familias étnicas vecinales, tanto en las microlocalidades como en las localidades, poseen una lengua marteña u otras lenguas portadoras de una cosmovisión. De igual manera, construyen, con el devenir del tiempo, un tejido de relaciones sociales cristalizadas en diversas instituciones y un ámbito espacial-telúrico que suscita una economía, unas técnicas, una artesanía, un estilo de vida, una relación con tierra que proporciona alimentos pero sobre todo cobijo, una comunicación no siempre fácil, dialéctica, con tensiones, pero real que se expresa en un sistema de creencias, costumbres, actitudes y modos de reaccionar, representaciones simbólicas o universos simbólicas, valores, expectativas (Maldonado, 1985).