En las últimas semanas la palabra diálogo ha reaparecido en el país y la petición viene de importantes líderes de la vida nacional o de instituciones como la Iglesia Católica.
A través de voceros autorizados se ha invocado el diálogo como una salida para encontrar el camino de lo que se ha considerado una controversia, la cual actualmente existe entre la oposición y el Gobierno Socialista, liderado por el Presidente Nicolás Maduro.
El planteamiento no es nuevo y los intentos de un auténtico diálogo en Venezuela ha sido un ejercicio permanente que se ha querido instrumentar, desde la llegada del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías al poder en 1998.
Desde luego, que las condiciones exigidas para el diálogo por el Gobierno revolucionario son distintas a las que existían para este importante ejercicio democrático durante la IV República, donde la condición indispensable para el mismo era el reparto del poder, en cuotas que se expresaban en ministerios, embajadas o en otros cargos de instituciones del Estado.
Justamente, quien marcó la diferencia y cambió las reglas de juego fue el Comandante Chávez, para alejar los viejos vicios de negocios con la política del Pacto de “Punto Fijo”. Nació así, una nueva forma de juego democrático; pero como lo establece la Constitución de 1999, una democracia participativa y protagónica.
Igualmente, no resulta nada nuevo el planteamiento de diálogo de la cúpula de la Iglesia Católica venezolana, la cual en reiteradas oportunidades y en momentos cruciales de la vida nacional lo ha esgrimido como tabla de salvación.
Están frescos los momentos de la llegada del nuevo Nuncio Apostólico a Venezuela, el prelado Aldo Giordano, designado por el Papa Francisco quien en los someros días de su llegada al Vaticano y también, en los primeros días de la llegada a Miraflores del Presidente Nicolás Maduro, trajo este mensaje.
Justamente, recordamos haber visto en la pantalla de la TV venezolana el momento cuando el nuevo Nuncio Apostólico Giordano, entregó al Presidente Maduro un libro enviado por el Papa, en el cual justamente se invocaba la vía del diálogo como una salida para los problemas de cualquier sociedad.
El asunto que no es imposible, si resulta un tanto difícil a la hora de elegir los actores de este diálogo en el país. La experiencia para todos los venezolanos, ya resulta un ejercicio no muy exitoso y fallido, sobre todo cuando de interlocutores de la oposición se trata.
Están frescas las imágenes de los llamados que hizo el actual Presidente Nicolás Maduro a la oposición y a los empresarios para dialogar en Miraflores. Todos fuimos testigos de cómo los citados dialogantes, se levantaron de la mesa y terminaron haciendo un diálogo pero de violencia y terrorismo, en las calles y avenidas de importantes ciudades de Venezuela.
¿Será que la oposición sigue queriendo dialogar pero exigiendo ministerios, cargos públicos o dólares al estilo cuarta republicano al Gobierno?
La presencia de la Iglesia como garante del diálogo no es mala; siempre que se tenga claras las reglas del juego y se respeten los acuerdos. Las dudas surgen ante la conducta reincidente de la oposición, la cual siempre asiste a estas mesas de diálogo pero con cartas marcadas; es decir, bajo de la manga.
Pruebas de buenas intenciones existen en abundancia. También existen algunos dirigentes de la oposición que cultivan el diálogo y no han tenido nada que ver con actos violentos y delictivos, quienes podrían participar o ser llamados, en esta nueva oportunidad que se invoca.
Somos partidarios del diálogo. En los actuales momentos, si tomamos la palabra al presidente de la CEV, el camarero del Papa, Diego Antonio Padrón Sánchez, podríamos encontrar un camino para la paz en Venezuela.
“Los que pensamos en el país, en su camino, en su destino, en su mejoramiento, creemos que la única fórmula de resolver muchos asuntos, que el Gobierno sólo no puede resolver, es dialogar con la media Venezuela a la que se le llama oposición”, dijo el prelado Padrón Sánchez.
Estamos de acuerdo con el Presidente de la CEV (de quien sabemos no le gusta para nada, todo lo que se llame socialismo). No obstante, como la realidad nos demuestra que con la dirigencia de la oposición venezolana no se puede dialogar hay que buscar otra fórmula de diálogo. (a las pruebas me remito: golpe del 11 de abril, guarimbas, paramilitares, MUD, MID, Radar de los Barrios, etc., etc.)
Estamos de acuerdo que la Iglesia llame al diálogo. En Venezuela se hace indispensable el diálogo; pero como ya sabemos, lo que aspira la alta dirigencia de la oposición (Ledezma, Machado, Capriles, López, Rodríguez, "Chuo" y su combo) es un diálogo sólo para buscar cuotas de poder.
Ha llegado la hora del diálogo, pero el diálogo por la base y no por las cúpulas.
La Iglesia Católica debe abrir las puertas de sus templos para que el pueblo, el mismo que reza unido; tanto de la oposición como del chavismo, dialogue y se ponga de acuerdo para buscar soluciones y las pueda elevar la nueva estructura del poder en Venezuela.
El Gobierno Socialista y de calle, debe atender las auténticas aspiraciones del pueblo venezolano; golpeado por la inflación inducida, el acaparamiento, la especulación y el contrabando que a todos afecta por igual y todo ello provocado por la burguesía parasitaria.
Los venezolanos queremos un diálogo, pero un diálogo desde las bases, porque el diálogo de las cúpulas ya sabemos dónde termina y cuáles son sus verdaderas aspiraciones.
¡Amanecerá y veremos!