Alquimia Política

Sócrates Francisco Alberto Azócar Inciarte

El presente artículo es un homenaje-celebración a mi hijo que hoy llega a sus veintiocho años de edad; un violonchelista de los mejores que he oído, un hombre de temple, de carácter, humanista, entregado a su oficio musical y sobre todo un gran lector e innovador en el ámbito informático. Aún tengo en mi mente sus primeros años de vida; su manera de dormirse (iba jugando, se paraba y caía como desmayado del sueño), sus juegos, su sonrisa amplia y su mirada inocente pero pícara. Fueron años duros. Era estudiante, con una familia a cargo y con muchas limitaciones. Andaba del timbo al tambo con una caja de libros, una colchoneta y muchos sueños, muchos deseos de superar circunstancias.

La madre de Sócrates, María Eugenia Inciarte, sin duda alguna fue, en aquellos días, y lo sigue siendo, una mujer integra, con grandes valores, llena de la plenitud que todos los seres humanos deberíamos emular para hacer más comprensible el concepto de dignidad y amor por el prójimo. Las circunstancias de esa vida que no terminaba de definirse ni hacerse, nos alejó, pero ello no impide que desde lo más profundo de mi sentimiento humano le de mi gratitud y reconocimiento de gran mujer, y mis deseos porque el tiempo le depare muchos años y muchos despertares de alegría. Y no tengo cómo retribuirle el hermoso hijo que puso en mi camino y que hoy es orgullo de sus hermanos Anshar y Alexander.

El año en que nació Sócrates (Tito, como le conocemos en familia), fue 1986; un año plagado de situaciones importantes en el contexto social, político y cultural del país. En aquellos días, dos hechos históricos conmocionaron el mundo: el Desastre Nuclear en Chernobil, Ucrania, que fue la explosión e incendio del reactor número 4 de la central nuclear de Chernobil, accidente, ocurrido en horas de la mañana, y que produjo la liberación de enormes cantidades de material radiactivo a la atmósfera, contaminando significativamente grandes extensiones de Bielorrusia, la Federación Rusa y Ucrania, afectando seriamente a la población local; y la caída de la nave Challenger, la cual explota al iniciar el despegue; había recorrido cuatro punto tres millas náuticas, y los motores del transbordador aumentaron la potencia un 104 %, y en ese momento, con la tensión aerodinámica al máximo, una lengua de fuego que no había sido detectada empezó a lamer las junturas del cohete impulsor de estribor; todo pasó tan deprisa que no hubo tiempo para poner en marcha ninguna maniobra de emergencia. En ese escenario de noticias, en ese mundo en movimiento vino a luz Sócrates. Y lo destaco para que se aprecie que todo lo que sucede en este mundo está conectado con nuestros actos y nuestras acciones. Esa fuerza de los acontecimientos marcó la energía que hoy, de alguna manera, caracteriza las acciones, en positivo de Sócrates ante su actividad creadora como ante la vida y sus bifurcaciones.

A todas estas, recojo de la gran literatura latinoamericana, el poema de Jorge Luis Borges, un canto emblemático que tituló “Al hijo”, y en este caso, dedicado a mi hijo: “No soy yo quien te engendra. Son los muertos. / Son mi padre, su padre y sus mayores; / son los que un largo dédalo de amores/ trazaron desde Adán y los desiertos/ de Caín y de Abel, en una aurora/ tan antigua que ya es mitología, / y llegan, sangre y médula, a este día/ del porvenir, en que te engendro ahora. / Siento su multitud. Somos nosotros/ y, entre nosotros, tú y los venideros/hijos que has de engendrar. Los postrimeros/ y los del rojo Adán. Soy esos otros, / también. / La eternidad está en las cosas/ del tiempo, que son formas presurosas.”

Y otro poema que marca todo cuanto me llena de ti Sócrates; de Pablo Neruda, “El hijo”, poema que pertenece al excelso poemario “Los versos del capitán”: Ay hijo, sabes, sabes/ de dónde vienes? / De un lago con gaviotas/ blancas y hambrientas. / Junto al agua de invierno/ ella y yo levantamos/una fogata roja/ gastándonos los labios/ de besarnos el alma, /echando al fuego todo, /quemándonos la vida. /Así llegaste al mundo. /Pero ella para verme /y para verte un día/ atravesó los mares y yo para abrazar/ su pequeña cintura/ toda la tierra anduve, / con guerras y montañas, /con arenas y espinas. /Así llegaste al mundo. /De tantos sitios vienes, /del agua y de la tierra, /del fuego y de la nieve, /de tan lejos caminas/ hacia nosotros dos, /desde el amor terrible/ que nos ha encadenado, / que queremos saber/ cómo eres, qué nos dices, /porque tú sabes más/ del mundo que te dimos. / Como una gran tormenta / sacudimos nosotros/ el árbol de la vida /hasta las más ocultas /fibras de las raíces/ y apareces ahora/ cantando en el follaje, /en la más alta rama /que contigo alcanzamos.”

A todas estas, hoy, día de tu cumpleaños, de la manera más plena, irrevocable y sentida, te deseo la mayor de las bendiciones hijo mío, hijo de mi alma…. ¡FELICIDADES!


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Ramón Eduardo Azocar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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