La huelga de los símbolos

Una, dos, tres, mil, un millón de contradicciones, las que conforman la tragedia de vivir bajo la égida del capitalismo, muchas de ellas dolorosas y hasta fatales. Cuando todas se hayan resuelto en el conjunto de las imágenes que utilizamos para explicar nuestro mundo, apenas comenzaremos a encontrarnos con el socialismo.


Por estos días (finales de 2014), las y los trabajadores del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por un lado, han iniciado una avanzada en la radicalización de la lucha por sus reivindicaciones (las que leyes y contratos marco revolucionarios les garantiza), y por otro, han profundizado en la problematización de la misma, sumergiéndonos en un mar de conocimientos cada vez más profundo que nos permite ver con mayor claridad el momento histórico que transitamos.


Por supuesto, como en todo proceso, hay un sector que chapotea en la superficie, y solo aspira al logro de los bienes materiales, pero aun cuando las conquiste (las reivindicaciones), que es lo más probable en un sistema progresista, jamás reconocerá que ello se debe a la ilimitada capacidad para la creación humanista de la revolución.


Pero lo peor es que hay un grupo aún más ignorante que no solo estaciona la lucha en el nivel material, sino que adversa de manera arrogante todo lo que significa la Revolución Bolivariana, sin advertir que solo un gobierno revolucionario es capaz de incluirlos.

Uno de los monstruos a vencer por este misionero ministerio es la cultura consumista, hija y sostén del sistema capitalista, sin embargo sus trabajadores plantean un pliego conflictivo cuyo triunfo incrementará colateralmente los niveles de consumo.


La mayoría de estos trabajadores se han quejado reiteradamente de la acostumbrada postergación en la que han sembrado la solución de sus problemas, y algunos de ellos han tomado como argumento el hecho de que por lo general, siempre existe dinero para todo, menos para honrar sus conquistas (aumentos, bonos, primas, retroactivos etc.), y enarbolan como ejemplo el próximo encuentro de La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, sin analizar con el suficiente sentido crítico, que estos eventos son insumos vitales para cumplir con las responsabilidades emanadas de sus funciones. Como si los bomberos dejaran de comprar mangueras para invertir en sus mejoras socioeconómicas.


En una de estas instituciones adscritas al MPPC, sus trabajadoras y trabajadores decidieron cerrar las puertas de las dependencias de atención al público como medida de presión para que los burócratas que están entorpeciendo el libre flujo de los trámites administrativos, impidiendo el ejecútese de lo que ya está aprobado por el ministro del MPPC, por el MPP para la Planificación, y la Vicepresidencia de la República, aligeren o asuman su responsabilidad. En el fondo se preguntan: ¿Cómo el estado burgués puede administrar las decisiones de un gobierno obrerista?


La directora de esta institución permitió sin ninguna coacción, directa ni indirecta, que los trabajadores y trabajadoras ejecutaran tal medida, pero, como acción política particular, tomó la decisión de reabrirlas, con la ayuda del personal administrativo, es decir, con los "empleados" ("de confianza" además), los cuales no se consideran trabajadores, sino una elite "tutora de la clase obrera", con el argumento de que cerrando dichas dependencias se sumaban de hecho, a la "guerra económica" impuesta por la derecha.


Pues bien, la directora y los "empleados" que se prestaron para ello, asumieron sin saberlo, la postura del patrón, rompieron la huelga no declarada en la que se asume la mayoría trabajadora. En otras palabras, le tiraron la burra pal monte a sus compañeros, y defendieron de facto, los símbolos de sus enemigos de clase.


Por fortuna, la cordura revolucionaria es mayor, y la directora rectificó a tiempo, pues no podía actuar incongruentemente ante la política del ministro, quien apoya la lucha de los trabajadores.


Han surgido amenazas de paralización total del ministerio si esta situación no es resuelta cuanto antes (segunda quincena de diciembre a más tardar, en plena euforia consumista). En la mente del trabajador de esta cartera ministerial corre la idea de que la cultura (o lo que entendemos por ella) en la sociedad venezolana es un producto de primera necesidad, cuyo desabastecimiento causaría trastornos.


¿Necesitamos con ansiedad vital nuestros museos, nuestras galerías? ¿Pudiésemos sobrevivir sin el Teresa Carreño? ¿Qué haríamos si nos faltaran las plataformas, los gabinetes, las misiones culturales, los sistemas nacionales de cultura, teatro, orquestas, danza, imprentas, etc., etc.?


¿Lo que concebimos como "nuestra cultura es realmente nuestra", es decir, está construida con las imágenes que emanan de nuestras pertenencias?


Para empezar (o empezandito como dice nuestro presidente obrero), no puede ser posible que el nombre de nuestro país (Venezuela) se lo haya colocado un extranjero.


Solo el pueblo es capaz de construir su cultura pero solo si es el pueblo trabajador.


¿Qué hacer ante la ausencia de nuestros verdaderos símbolos, los que estarían de huelga?


Vaya contradicciones para unos trabajadores de la cultura en transición al socialismo.



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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

 miltongomezburgos@yahoo.es      @MiltonGomezB

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