Quinto Malo

Entre caletreros, eruditos e intelectuales

El uso de la categoría de intelectuales para referirse a una especie de "productores de ideas" a partir de un cerebro privilegiado, de ungidos que no saben de manos que se ensucian moldeando la materia prima para obtener productos para el consumo realmente necesario, es absolutamente capitalista.

Los intelectuales, en el capitalismo, son unos creídos explotadores que, en realidad, no lo son. Estudian, se preparan y se especializan, para constituir una camada de justificadores de la explotación, que argumentan, seducen, convencen. Se sienten una raza superior, academizada, burguesa, aunque tengan que vender su "sudor cerebral" como fuerza de trabajo y, en tal sentido, no tengan ninguna diferencia, en las relaciones de producción, con el resto de los explotados, de los proletarios, de quienes no son dueños de los medios de producción.

Es para alcanzar esa categoría de especialistas, de intelectuales, que el Estado capitalista convierte los centros de estudios, las academias, en lugares de privilegiados accesos al que solo pueden acceder unos poco, pequeñoburgueses en su gran mayoría, a quienes la sociedad convence de que, cuando sean "doctores" habrán "salido de abajo" y ante el riesgo de ser "obreros", como escala "más baja" de la producción en las relaciones capitalistas, tienen la posibilidad de ser "empleados".

El intelectual, entonces, dentro de la cosmovisión capitalista, es un "preparado", alguien que "sabe", un "superior", graduado, quien, con título en mano, manda a quienes "no saben sino producen". Esta falacia teórica, se vende y prolifera en las sociedades capitalistas, como una oferta de dejar de ser pobres, de "salir de abajo" como se dice en el habla de calle. Y, esta creencia, no solo es argumento de los dominadores, sino también de los dominados que reproducen acríticamente la dominación y la convierte en sentido común. En sentido común programado, en ideología.

En las sociedades divididas en clases y, particularmente en el capitalismo, poder convertirse en intelectual, es el reto más inmediato para ascender en la escala social. De allí que los Estados de la sociedad capitalista, que están conformados de acuerdo con la estructura de dominación de esas relaciones, conviertan a las universidades -por mucha "democratización de la educación" que intenten- en centros para la confluencia de pocos, de pobres privilegiados pobres. De allí el tema de los cupos, de las luchas de nuestros estudiantes -durante los gobiernos putofijistas- por el ingreso a las universidades. De allí el mismo problema en centros de estudios como la Escuela Normal de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, en México, donde "los cupos" se ensanchan matando o desapareciendo estudiantes, para que dejen los pupitres vacíos y los ocupen nuevos, pero adocenados aspirantes.

Entonces, el intelectual, esa categoría social discriminatoria, con su acepción inscrita en el el pensamiento dominante del gran capital, es el lugar de los aspirantes a explotadores, que nunca lo serán. Algunos llegarán y ejercerán su función de tales, cuado la academia les conceda el título nobiliario, ya sea por méritos cuantificables o por compra en el mercado de los títulos de profesionalización. Los menos esforzados pasarán por el nivel de los caletreros y tendrán la astucia de repetir fórmulas, de citar a académicos y quedar bien como sabihondos que torpemente no llegarán a decodificar en profundidad lo que están diciendo.

Otros, los más privilegiados, pueda que alcancen la categoría de eruditos que arreglan sus propias teorías a partir de las heredadas. Estos convencen, tienen argumentos más sólidos, destacan como intelectuales más auténticos y genuinos, dentro de la visión de clase que impone el dominio del capital.

Toda esta reflexión, del día de hoy, viene al caso como aporte humildemente problematizador, por la realización en Caracas del Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, quienes, conformados en Red mundial, desde hace 10 años. Esta Red de intelectuales del proletariado, de intelectuales orgánicos de clase, como muy acertadamente les denominó el revolucionario marxista italiano, Antonio Gramsci, precisamente tiene, entre sus funciones, el resaltar una visión del intelectual como parte de un todo que integra y produce bienes materiales y espirituales con un sentido integral e indivisible. Quienes piensan trabajan y, precisamente porque trabajan, porque modifican la materia prima y la hacen extensiones de sus manos, o de su cuerpo, piensan, elaboran pensamiento, se expresan intelectualmente. Ese es el desafío proletario de descubrir y defender al género humano como una totalidad en la que cada individuo produce objetos, bienes, cosas, herramientas, pero también y simultáneamente, ideas, saberes, que, en condiciones de igualdad se comparten en una sociedad nueva, la socialista. Por la que los pueblos del mundo hoy, cada vez más, luchan como alternativa o como nuevo mundo posible.



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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

 ivanpadillabravo@gmail.com      @IvanPadillaB

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