El huracán Chávez alcanzó a la Patria toda y se desplaza por el mundo como aquel fantasma aludido por Carlos Marx en el Manifiesto del Partido Comunista. Es imposible serle indiferente.
Pero para las revolucionarias y revolucionarios, para quienes labran cual orfebres el futuro socialista de la igualdad, la justicia y la libertad, el huracán Chávez es una invitación permanente para andar huracanados.
En eso andan miles, reinscritos de cuerpos valientes e inmortales, como ese Tupac-Catari que camina y lucha junto a nosotras y nosotros, descalzo de calles y acercas limpias, huracanados. Tocados por las ganas de ser mejores y felices. Ancestros que convergen en ese zambo nacido en un Sabaneta rincón de Venezuela, la misma cuna de Bolívar, ese empecinado libertador de hasta 1822 y un poco más pero muriendo de desconsuelos, con la camisa rota en Santa Marta.
Esta Revolución clasista, antiimperialista, independentista, federalista, guerrillera, subversiva, histórica, es hoy huracanadamente chavista. 200 años de burguesa opresión neocolonial y yanqui han sido suficiente acumulación de rabia y resistencias para que emergiera la fuerza eólica del torbellino de ideas y acciones libertarias de un gigante como Hugo Chávez, para comenzar la era de la unidad y de la Patria socialista.
Es el legado. Unidad y más unidad en la diversidad. Bolívar aglutinador, Cristo, Marx y el Che mediantes, después de las cicatrices. Y ahora, se trata de seguir huracanados hasta la victoria siempre. No hay otra opción sino la de vencer.
¡Feliz chavidad!