De entrada: No es nada personal, nada subjetivo; reconocemos sus excelentes servicios con inclusión de probados casos de humildad solidaria y reconocida eficiencia profesional. El recordado y porteño de Carabobo, Dr. José E. López (Pepe)[1], fue una prueba fresca de magnífica prestación de servicios médicos y pedagógicos. Profundamente cristiano, reguló sus pasos profesionales de primerísima calidad por el mejor camino que las enseñanzas religiosas así lo aconsejan. Del Dr. Manuel T. Acuña podemos decir que ha tenido una conducta ejemplar, al lado de la prudente omisión literaria de otros numerosos médicos que no se han dejado llevar por el encantador brillo del dinero y de quienes han escapado a su rentable condición de profesionales y artesanos de oficio, o sea, de comerciantes,
Si a ver vamos, todos propendemos a convertirnos en comerciantes y/o fabricantes de una que otra mercancía. Es la realidad burguesa de la cual formamos parte intrínseca y hasta lo hacemos desde el mismo vientre materno.
Esa metamorfosis económica que va de productor y prestador de servicios a vendedor de los mismos se corresponde con todos los bienes tangibles e intangibles que son asimilados a mercancías, como el amor, la amistad insincera, nuestra capacidad laboral y hasta nuestra familiaridad interesada, porque la sociedad actual nos induce a asimilar todos los bienes naturales y artificiales a mercancías, a objetos para la compraventa, antes de considerarlos objetos y servicios directos para la satisfacción de las necesidades, con inclusión de las enteramente vitales, como las medicinas, los remedios, y los servicios medicoasistenciales.
Antes de la producción masiva de las medicinas o remedios patentados o procedentes de laboratorios farmacéuticos nacionales y transnacionales, como ocurre en la actualidad, aquellos galenos de otrora vendían sus servicios como médicos y además vendían los récipes o instrucciones químicas-todo en un mismo precio-para que las farmacias hicieran las correspondientes mezclas y soluciones a partir de las drogas en cuestión, según el diagnóstico levantado por el médico tratante.
Ahora, pensamos que estamos en presencia de tercerizados en el caso concreto de la mercancía llamada médicos o médicas, mismos y mismas que sus servicios prestan (eufemismo de venden), en clínicas privadas, y lo hacen al servicio de colegas condueños de estas, y/o como vendedores e intermediarios comerciales-léase promotores-de las mercancías que los laboratorios farmacéuticos les hacen llegar en forma de muestras gratis, para su recomendación publicitaria sin recibir otro pago que la puntualidad de las visitas de los agentes de esos laboratorios involucrados.
Al médico y a la médica privados y privadas les ha venido ocurriendo lo mismo que les ocurría durante la IV República a todos los docentes en materia de libros de texto que ellos solían y suelen recomendar sin recibir a cambio ni unas parcas gracias de parte de los dueños de las editoriales involucradas.
Se trataría de trabajadores, médicos y médicas, tercerizados, puesto que hasta donde logramos saber, no reciben otro tipo de remuneración ni prestaciones sociales, como trabajadores, que no sean los ingresos que diariamente puedan recibir por concepto de honorarios. Cuando los galenos hagan el correspondiente reclamo, y los laboratorios les reconozcan una alícuota en sus fabulosas ganancias, quizás entonces pudieran rebajarle el monto de los honorarios a sus pacientes y clientes de esos fármacos de alta rentabilidad capitalista.