En apenas un par de días se renovarán la Presidencia y Directivas de las Comisiones Permanentes de la Asamblea Nacional para el ejercicio legislativo del año 2015. Es probable que no haya mayores cambios, no obstante en esta oportunidad concluye una legislatura y a la vez se realizarán antes que termine el año las elecciones de Diputados para el periodo 2016 a 2021 en un escenario que se avizora signado por la confrontación y el antagonismo.
El periodo que concluye fue expresión de una correlación de fuerzas favorable a la alianza que hace vida en el Gran Polo Patriótico, el cual obtuvo 99 curules; en tanto, la alianza interpartidista que forma la Mesa de la Unidad Democrática obtuvo 65 escaños. Estos resultados, si bien aseguraron un claro dominio reflejado en la composición bolivariana de la Directiva de la Asamblea y también de las Presidencias y Vicepresidencias de las quince Comisiones Permanentes; sin embargo no logró la mayoría calificada que establece la regla constitucional de los 2/3, fijada en 109 votos necesarios en el caso de ciertos actos legislativos, cuestión que ha dado quehacer a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y sus recursos de interpretación. El más reciente fue en ocasión de la elección de las autoridades del Poder Moral.
El último año y medio ha sido de pleno agite, apenas fallecido el Presidente Chávez arreció la ofensiva de la derecha, por lo que la Asamblea Nacional fue un escenario de duras confrontaciones. Fue así que la bancada opositora jugó al llamado a la desobediencia civil que hacían desde las filas de sus organizaciones políticas, cuando no asistían a las sesiones parlamentarias por la mañana, saboteaban sonando pitos y asumiendo una actitud descortés e impropia de la autoritas que inviste a un legislador y se ausentaban buena parte de ellos, cercano el mediodía para organizar las guarimbas por la tarde. Imagino que luego entrada la noche se irían a dormir profundo, soñando que el régimen de Maduro, como irrespetuosamente lo llamaban habría caído con el amanecer del nuevo día. Menuda jornada, que agotadora e infructuosa les resultó al final, la cacareada estrategia de La Salida.
Enfrentando tal propósito, el bloque de parlamentarios patriotas cerró filas, plantó la cara y dio una batalla frontal a la oposición con inteligencia, astucia, desplegando una estrategia clara y con el norte que da, contar con el proyecto político bolivariano y socialista. Cada escaramuza, cada maniobra y batalla libradas resultó en triunfo para el bando parlamentario bolivariano. Allí se escenificaron incontables debates con la oposición. Entre tantos, en ocasión de las guarimbas de los meses de febrero hasta abril pasados y de la guerra económica dejaron en evidencia el sentimiento falsamente nacionalista que defienden, el fascismo que ocultan bajo un ropaje que se dice democrático, el apego oportunista a la Constitución según convenga y el recurso a la violencia de que son capaces, si ello sirve a la desestabilización y es un atajo para derrocar al gobierno, importando poco la legitimidad con que cuenta y la votación mayoritaria que por quince años ya se ha pronunciado favor del Proyecto Bolivariano y Socialista. Con la sentencia despreciativa, el pueblo se equivoca y está engañado, hay que abrirle los ojos, resuelven el obstáculo de la regla de la mayoría con que se construye el edificio de la democracia.
Contra viento y marea, a la par que se debatía y confrontaba en el escenario parlamentario, el bloque bolivariano avanzó en la hechura del pueblo legislador y sancionó un importante número de leyes que conforman la arquitectura jurídica e institucional del nuevo Estado, aún imberbe. El portal de la Asamblea Nacional contiene valiosa información acerca de los numerosísimos acuerdos logrados y las 96 leyes sancionadas entre 2010 y 2013, a lo cual deben sumarse 17 leyes más en el periodo legislativo que acaba de concluir. Un total de 113 leyes que abarcan ordenación, ambiente, economía y finanzas, seguridad social o comunicaciones para mencionar algunas áreas. Un vasto ordenamiento jurídico calzado con la Constitución Nacional como proyecto estratégico y en fecha reciente con el Plan de la Patria como hoja de ruta. Por cierto, también sancionada como ley. Una labor legislativa, en ocasiones hecha a dos manos con el Ejecutivo Nacional vía los poderes que confiere la Ley Habilitante, instrumento surgido en el marco del nuevo constitucionalismo que flexibiliza la rigidez del esclerótico esquema de la división de poderes que se tenía hasta hace poco como sacrosanto.
Hoy, ante la perspectiva de las elecciones a la Asamblea Nacional que se celebrarán a fines de este año, es posible vislumbrar un escenario parlamentario enmarcado entre lógicas que se confrontan como locomotoras que avanzan por la misma vía, en dirección contraria. El escenario del puente roto podríamos llamarlo, pues está marcado por el antagonismo, con poca o ninguna posibilidad de cooperar, más allá del saludo a la bandera de la supuesta disposición opositora al diálogo, que en realidad obedece a un dictado de la estrategia internacional para presentar una cara democrática, luego de los desmanes cometidos por el aventurerismo fascista que, con el llamado a la Salida dejara como saldo doloroso: los asesinatos de 42 venezolanos y venezolanas, centenares de heridos y cuantiosas pérdidas materiales.
Un analista identificado con la MUD ha resumido la dirección que seguirá la oposición en sus variantes de centro, ultraderecha y la acomodaticia centro-izquierda. Sostiene que si gana aquella se tomará por un actor de peso, creíble como opción, pero más importante aún es que subraya que abonaría el terreno para la convocatoria del revocatorio y cabría añadir, o bien promover la tesis que anda rondando por allí de la asamblea constituyente, aunque los propios sectores opositores no la vean del todo factible. En pocas palabras que fracasada por momento la táctica violenta de calle que transformaron en la estrategia misma, ganar ahora la mayoría en la Asamblea Nacional sería para la oposición la continuación de la guerra declarada hace ya mucho tiempo; ahora desde la trinchera parlamentaria, como para que no haya duda que todo es por el bien de la democracia. En un escenario como ese, cuyo supuesto fuese la mayoría en manos de la oposición, vale señalar que la gobernabilidad se vería comprometida, pues las iniciativas legislativas patriotas serían sistemáticamente bloqueadas y las que emprendan los parlamentarios de derecha, con toda probabilidad serian contrarias o un paso atrás en el andamiaje jurídico que se ha venido construyendo hasta ahora. Serían fatigosos debates e incontables choques acerca de la inconstitucionalidad de tal o cual ley. Puedo imaginar sin mucho esfuerzo un conciliábulo de abogados, políticos, parlamentarios opositores y empresarios acordando la estrategia que derogue la Ley de Costos y Precios Justos y redactando un nuevo proyecto de ley muy de mercado y muy liberal. Otro tanto ocurriría con la incómoda Ley de Misiones, que al decir de los sesudos economistas neoliberales, tanto gasto social resta a la fortaleza de la inversión productiva que resultaría de la alianza entre capital privado y público.
El otro escenario expresa la voluntad popular encarnada por el proyecto bolivariano y socialista que hace del Plan de la Patria su orientación estratégica. En el ámbito parlamentario más que continuar lo iniciado en los periodos anteriores, ahora se trataría de dar un salto cualitativo para transformar la Asamblea Nacional en Asamblea Popular superando la representatividad del Parlamento burgués por el ejercicio directo y democrático implícito en la noción de Pueblo Legislador. Al mismo tiempo, será hora de profundizar la construcción del Estado Comunal y con firme voluntad conjurar los peligros y amenazas de las maniobras desestabilizadoras de la derecha que no cejará en sus objetivos harto conocidos.
Las jugadas de apertura han comenzado. El presidente Nicolás Maduro hizo un movimiento audaz en el tablero al expresar en el Congreso de la Juventud del PSUV que 50% de los candidatos parlamentarios chavistas serían menores de 30 años. Por lo demás ello está en sintonía con la caracterización de la población venezolana como joven. En una estadística reciente, el Instituto Nacional de Estadística (INE) señala que el 66% de la población tiene edades comprendidas entre los 15 y 64 años. El otro movimiento fue plantear la necesidad de desplegar una amplia ofensiva de calle para buscar mayor identidad y lograr el apoyo, siendo parte con el pueblo, del cual es su vocero.
Para la oposición, el haber perdido espacio de calle al fracasar estruendosamente los llamados trasnochados a la desobediencia civil y la violencia, el no haber conseguido la ansiada adhesión popular de las mayorías y sin el apoyo internacional que juraban formaría un cerco diplomático antibolivariano hace que volteen la mirada y reevalúen la importancia del escenario de la Asamblea Nacional como espacio político para emprender una nueva escalada de confrontación cuyo cenit sea la convocatoria al revocatorio en el 2016.
La fuerza parlamentaria bolivariana por su parte deberá aumentar su representación o al menos mantener la actual para enfrentar las maniobras de la derecha amparada en el ejercicio de los derechos democráticos, aquí la táctica pareciera ajustarse mejor a la defensiva; pero a la vez, habrá de tomar la iniciativa estratégica y avanzar con paso firme en la transformación en Asamblea Popular, pues al hacerlo no solo fortalecerá la legitimidad como institución que genuinamente representa la voluntad nacional, sino como espacio para el debate de ideas y proyectos que avanzan en dirección a la construcción del socialismo bolivariano, el sueño que tuvo Chávez y sembró en el pueblo que tanto amó.