Hay una crisis del pensamiento latinoamericano que ha tenido su mayor arraigo en las categorías identidad y democracia. No termina de comprenderse qué quiere decir identidad latinoamericana, se ha malinterpretado con cultural local, restringiendo lo significativo y amplio de ese concepto. Y la democracia se ha mal interpretado como la voz de las mayorías, sin tomar en consideración los grupos disidentes que, al coexistir en una sociedad, son los que dan garantía de un proceso democrático. Por supuestos ésta última percepción ha sido tomada como excusa, por parte de sectores conservadores latinoamericanos, para tildar de autoritarios a los gobiernos democráticos que enfrentan la disidencia extrema, es decir, las posturas golpistas y desestabilizadoras de algunos grupos de poder. El sociólogo y filósofo alemán Jürgen Habermas (1929), expresó, hace algún tiempo, que le inquietaba “…la abominable injusticia social que entraña el hecho de que los costos socializados del fracaso del sistema afecten con más dureza a los grupos más vulnerables. Ahora, la masas de los que de por sí no pertenecen a los beneficiarios de la globalización deben pagar una vez más las consecuencias, para la economía real, de una disfunción previsible del sistema financiero. Y no en valores monetarios, como los detentores de acciones, sino en la moneda contante y sonante de su existencia diaria. También a escala global se cumple ese destino condenatorio en los países económicamente débiles. Ése es el escándalo político. Pero señalar con índice reprobatorio a los chivos expiatorios me parece hipócrita. También los especuladores actuaron consecuentemente dentro del marco de la ley, de acuerdo a la lógica socialmente aceptada de la maximización de las ganancias. La política se pone en ridículo al pretender moralizar en vez de apoyarse en el derecho obligatorio de las legislaciones democráticas. Ella, la política, y nadie más, es la responsable de la orientación hacia el bien común…”
Es decir, tal cual lo expone Habermas, la política se pone a ser referente moral, en vez proyectar el derecho obligatorio de las legislaciones democráticas a su libre autodeterminación y desarrollo. Hace falta, en este aspecto, construir una teoría latinoamericana del pensamiento social y político, que parte de las categorías identidad y democracia, pero que se expandan hacia subcategorías como la acción comunicativa y el modelo planetario de sustentabilidad.
En este aspecto, el concepto de acción, ha de partir del definido por Habermas y que se originó en el interés de diversos movimientos filosóficos por el hombre como agente, y en la búsqueda de una comprensión de la naturaleza y el contexto de la actividad humana, como esencia de la sociedad humana. Habermas dice: "Llamo acciones solo a aquellas manifestaciones simbólicas en que el actor,…entra en relación al menos con un mundo (pero siempre también con el mundo objetivo)".
Y el modelo planetario de sustentabilidad, ha de estar sujeto a lo que Habermas denomina la vinculación entre la acción comunicativa y el mundo de la vida como conceptos complementarios; la acción comunicativa puede considerarse como algo que ocurre dentro del mundo de la vida. Al respecto dice Habermas: “Por decirlo así, el mundo de la vida es el lugar trascendental donde se encuentran el hablante y el oyente, donde de modo recíproco reclaman que sus posiciones encajan en el mundo... y donde pueden criticar o confirmar la validez de las pretensiones, poner en orden sus discrepancias y llagar a acuerdos”.
En este aspecto, Habermas busca interpretar el mundo de la vida bajo como una conexión interna entre las estructuras del mundo de la vida y la imagen lingüística del mundo. El lenguaje y la cultura son constitutivos del mundo de la vida mismo. En la práctica comunicativa cotidiana no hay situaciones absolutamente desconocidas. Incluso las nuevas situaciones emergen a partir de un mundo de la vida constituido desde un acervo cultural de saber que ya nos es siempre familiar. Por lo tanto, no es posible huir del mundo de la vida, los agentes comunicativos se mueven siempre dentro del horizonte que es su mundo de la vida; de él no pueden salirse.
El acervo de saber del mundo de la vida provee, desde la visión planetaria de la sustentabilidad, los participantes de la acción de convicciones de fondo aproblemáticas, que más adelante darán lugar a los procesos de entendimiento. En otras palabras, si la acción comunicativa es posible, lo es sobre el horizonte aproblemático del mundo de la vida El mundo de la vida constituye un trasfondo moldeador y contextual de los proceso por lo que se alcanza la comprensión mediante la acción comunicativa, e implica una amplia serie de suposiciones no expresadas sobre la comprensión mutua que ha de existir y de suposiciones que deben ser mutuamente comprendidas para que la comunicación tenga lugar.
Es necesario estimular la acción comunicativa en los elementos constitutivos del pensamiento nacionalista y local latinoamericano; así mismo crear en el mundo de la vida espacios delineados por la cultura social, política y económica que caracteriza a Latinoamérica, sin menosprecio del pensamiento occidental originario, porque de lo que se trata es de complementar para proyectar un pensamiento genuino y autóctono. Hasta el presente el pensamiento latinoamericano no ha hecho más que dar círculos entorno a las ideas originarias, sin acción ni contexto que lo delimite y le dé la posibilidad de expandir su influencia en otras sociedades.
Así como Habermas se preocupa por la racionalización del mundo de la vida porque implica una comunicación cada vez más racional en el mundo de la vida, y cree que cuanto más racional es el mundo de la vida, más probable es que la interacción esté controlada por una comprensión mutua motivada racionalmente, los pensadores latinoamericanos tenemos la urgencia de racionalizar la experiencia de nuestros pueblo y comenzar a visualizar una América Segunda (como expresara J.J.Briceño Guerrero), que construya una teoría propia, autogestionada y autoproductiva, que no dependa de la experiencia ni de los intereses de fuentes foráneas del pensamiento moderno.
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