El año 2014 terminó con una jubilosa orgía consumista. La especulación alcanzó un placentero orgasmo. El precio justo no apareció, la inflación se instaló para quedarse y el acaparamiento se convirtió en maña que garantiza ganancia. El 2015 comenzó con una incertidumbre colectiva provocada por la escasez de productos de la cesta básica y aseo personal. Colas inmensas para comprar comida, pañales desechables y papel sanitario. Nada es casual, todo está planificado y dirigido a crear el caos social como mecanismo desestabilizador. Falta una respuesta solida del gobierno para recuperar la confianza y volver a la tranquilidad. No basta con la paciencia popular porque no sabemos hasta cuándo puede durar.
Prominentes dirigentes de la oposición se desgañitaron por los medios de comunicación para reafirmar que "si en el 2014 "la salida" era urgente, en 2015 es impostergable", pretendiendo convertir cada cola en una guarimba. El inefable CAPriles llamó a la movilización final y desde la MUD convocaron a un Paro Nacional que nadie atendió. Roig, desde FEDECAMARAS, señaló solemnemente que toda la situación era provocada por el modelo productivo porque la empresa privada es la salvación y solo necesita más dólares. COPEI y la disminuida Causa R, en un ataque de oportunismo, propusieron adelantar las elecciones parlamentarias como solución económica y política. El pueblo no escuchó tanta inconsistencia. La gente siguió en sus colas tratando de conseguir lo que necesitan y otros acaparando para la reventa perversa que especula al vecino. Se demostró que la oposición no tiene ninguna conexión con este pueblo. Su torpeza no ayuda al gobierno a buscar mecanismos de eficiencia. La oposición está, políticamente, exánime.
Calificados especialistas e investigadores han señalado que la coyuntura que vive el país, calificada por la oposición como crisis, es el resultado de una estrategia que paraliza (o minimiza) la producción como mecanismo de presión para que el gobierno libere los precios regulados. Crean desabastecimiento y provocan una angustia colectiva. La gente compra porque se acaba muy rápido y no sabe cuando vuelve a aparecer. No le importa el precio y compra porque tiene temor. Se ha desarrollado una patología social definida como RISTRATIMIA que preludia violencia y se manifiesta en "comprar lo que sea al precio que sea". Muchas veces la gente hace cola sin saber lo que están vendiendo, lo que demuestra la inestabilidad emocional que están provocando en la población. Con el objetivo estratégico de frenar el proceso de cambio político y transformación social necesitan generar desconfianza y sembrar en la población la idea de que "aquí no hay gobierno".
La falta de respuestas oportunas, la intermitencia en las decisiones políticas, la incoherencia entre las instituciones y los vaivenes de las políticas institucionales ha contribuido a crear desconfianza. La desconfianza conduce a la decepción y la desilusión que desmoviliza a los sectores populares organizados y podemos encontrar hasta chavistas que conspiran contra el gobierno o hacen el juego a los enemigos de la Patria sin saberlo. Alimentando la sensación de que "aquí no hay gobierno", circunstancia que está siendo aprovechada por factores de oposición para generar el caos social.
Nuestra realidad social es muy permeable a esta estrategia desestabilizadora. Las colas y lo que ocurre en ellas demuestra que la cultura del rentismo sigue intacta con su viveza criolla, oportunismo y consumismo en armonía con la corrupción de una burocracia que se instaló en las instituciones públicas y se convirtió en un gran obstáculo para una verdadera transformación social. Se ha desarrollado una disociación entre esfuerzo-logro, es más fácil revender-especular que trabajar y producir.
Esta estrategia desestabilizadora tiene su apoyo en las grandes corporaciones que agrupan medios de comunicación y en la conjura internacional impulsada desde los centros hegemónicos de poder y también recibe apoyo indirecto en esa burocracia ineficiente que, con su actitud, estimula la angustia colectiva hasta provocar que la gente comience a repetir que "aquí no hay gobierno".
Es necesario admitir que nos encontramos en una situación muy difícil que exige decisiones inmediatas. Decisiones coherentes con la fuerza necesaria para alcanzar resultados inmediatos. No se pueden seguir postergando decisiones por temor al costo político. Cuando la población reciba decisiones contundentes y perciba las rectificaciones necesarias recuperará la confianza. Cuando el poder popular deje de ser un recurso retorico y se reivindique la verdadera lealtad a Chávez se fortalecerá el compromiso activo.
Si esto es una guerra de baja o alta intensidad, estamos obligados a ponerle rostro al enemigo para desmontar sus prácticas, métodos y acciones. La contraloría social para frenar la corrupción, aplicar el castigo a quienes se apropiaron de los recursos públicos a través de CADIVI y revisar las grandes fortunas de ciudadanos que han desempeñado altos cargos públicos. Es urgente frenar la legitimación del delito de alto nivel en todos los niveles sociales. Establecer de manera real el control absoluto de las importaciones, no más dólares para empresarios especuladores que parasitan a la sombra del Estado.
Necesitamos recomponer el cuadro político, reunificando las fuerzas del chavismo (trasnochados, iluminados, herederos y pragmáticos). El chavismo unido resulta inderrotable y contribuye a recuperar la confianza en la Revolución Bolivariana. No es cierto que el país esté dividido en dos. El chavismo y la oposición están llenos de matices. No se trata de una tercera vía, ni retrogrado "progresismo". Es el surgimiento de un nuevo sujeto social como expresión de la conciencia popular.
No estamos a las puertas de un cataclismo social, tampoco estamos en el paraíso terrenal. Los pueblos aceptan sacrificios cuando la ruta trazada por sus líderes les resulta segura y confiable. El Presidente debe anunciar medidas urgentes para comenzar a recuperar la confianza y demostrar que AQUÍ SI HAY GOBIERNO.