Los posibles ahorros temporales del consumidor los están devorando los detallistas.
Los perceptores de renta propios de la sociedad burguesa, trabajadores, empresarios y terratenientes, manejan conceptos muy diferentes sobre el ahorro.
Si entendemos por ahorro la parte de la renta que no se vuelca en el mercado de bienes de consumo final, sólo los terratenientes y capitalistas ahorran, con la salvedad de que los ahorros de un empresario burgués también debe ser destinado al consumo aunque este se refiera al consumo productivo con mira al ensanchamiento obligatorio del capital invertido con cargo a los excedentes de plusvalía no consumibles en bienes de consumo personal o final.
El terrateniente es más gastivo que el capitalista y podríamos decir que es poco ahorrativo; se limita a mantener un fondo de reserva para reparaciones de los inmuebles de su propiedad de donde deriva sus rentas inmobiliarias; de allí que tampoco es un ahorrista nato.
Por su parte, el asalariado, podría ahorrar durante algunos meses o años sólo con mira al consumo de bienes de muy alto precios no adquiribles de contado ni de una sola vez con cargo a sus inelásticos salarios.
Más que de ahorros, se trata de disponer de suficiente renta para compras de elevado precio, pero al final esa compra a futuro traduce consumo de bienes duraderos, un automóvil, una vivienda.
Curiosamente, hasta estos posibles ahorros temporales están siendo tragados por los detallistas. Su más reciente forma de burlar la Ley de Costes y Precios Justos es que en las facturas no señalan los valores de uso de las mercancías; se limitan a colocara nombres genéricos como "artículo" a secas, "ferretería", víveres, cosas así. De paso, ante los reclamos que les haga el cliente, afirman enfáticamente que esas son las cajas del Seniat, las que pone el gobierno. las sanciones por esta burla deber ser de alto peso sancionatorio. Cometen robo a miles de clientes y se burlan del Estado, o sea de todo el mundo. Son extranjeros, deberían ser deportados sin mayores protocolos burocráticos propios de la 4ta. República.
En resumen, en la sociedad burguesa no hay funciones de ahorro, se trata de una sociedad donde burgueses y proletarios suelen consumir hasta el último centavo de sus ganancias o salarios respectivamente.
Así, pues, sólo en la sociedad socialista es concebible y funciona el ahorro, porque se trata de una sociedad carente de hábitos consumistas que rayan en la frivolidad. La sociedad de índole socialista suele ahorrar pensando en el mejoramiento a futuro si fuere necesario en razón de una mayor población o en el mejoramiento permanente de las dietas de consumo, y siempre pensando en los erráticos tiempos de las “vacas flacas”.
Esta marcada diferencia entre una administración pública, con objetivos y prácticas socialistas, y una gastiva y despilfarradora sociedad burguesa es lo que puede sentirnos calmados y optimistas ante las actuales bajas del ingreso petrolero.
Hay que ser bien obtuso para haberle atribuido al Presidente Chávez una conducta despilfarradora del Ingreso petrolero; atribuirle hábitos burgueses dirigidos a gastar hasta el último dólar que le hubiera ingresado durante sus años de gobierno, tal como fue costumbre burguesa durante las décadas puntofijistas[1].
De los historiadores de Venezuela, de algunos economistas y políticos, debe ser conocido que la Administración prechavista se caracterizó durante el mandato puntofijista por una grosera conducta consumista, al punto de que cuando, por alguna razón, a un organismo al final de ejercicio le iba sobrar parte de alguna partida presupuestada para el año en curso, enseguida el Ministro, el gobernador, el director, etc. correspondientes procedían a gastarlo a como diera lugar a fin de que en su memoria registrara un gasto de 100% del presupuesto de ese año, so pena de que para el año inmediato le aprobaran un presupuesto inferior [2].
[1] Seguimos pensando que los ex magnates de la Pdvsa puntofijista, de aquellos meritócratas que terminaron creyéndose dueños privados del petróleo nacional, hoy ellos no deben estar pasándola muy bien porque para esos funcionarios carecía de sentido pragmático tener ahorros ya que todos los días sólo necesitaban tomar de la caja de Pdvsa, a su antojo y sin medida ni contraloría alguna.
[2] La Escuela de Derecho Miguel José Sanz, luego transformada en facultad de la Universidad de Carabobo, acostumbró gastar aquellas partidas que podían presentar saldos verdes o no consumido durante el ejercicio del momento. Fue así como su jardín y puertas principales fueron cambiados y repotenciados durante 3 veces en un mismo año. Por supuesto, todos los años presupuestaban en exceso.