Siempre ha sido así: Primero es la distribución y
luego la producción[1] .
Nuestras generaciones presentes nos hemos movido en sociedades que nos hacen pensar que primero producimos y luego distribuimos. Ciertamente, el acaparamiento que suele practicar el productor capitalista a fin de obtener máximas ganancias con precios inflados y hasta malestar social con miras a derrumbar algún gobierno no afecto a sus intereses supone una producción previa, pero esa conducta burguesa ha descansado en la previa distribución de las fuerzas productivas, según la cual sólo la clase burguesa se hace de y tiene medios de producción, mientras el trabajador sólo cuenta con su fuerza de trabajo por carecer de dichos medios.
Según las diarias y numerosas deneucnias que viene haciendo la Superintendencia de Precios, y que están desembocando en confiscaciones puntuales y circunstanciales de aquellos capitalistas hallados en franca violación de disposiciones legales, podemos entenderlas, pues, como un acertado y genial método de redistribución de la riqueza nacional, y con ello, lograr un cambio de vida para nuestra sociedad.
Esta redistribución de los medios de producción o el empoderamiento estatal y popular de fábricas y cadenas de distribución mercantil es el camino más expedito hasta ahora para que pacíficamente vayamos suprimiendo el trabajo asalariado y el mando burgués.
Sólo redistribuyendo la propiedad de los centros productivos entorpecedores de la gestión gubernamental actual, y con la toma de las cadenas de distribución dedicadas ahorita lo que se ha denominado guerra económica o golpe económico, podrá el Socialismo del SXXI seguir adelante con victorias expeditas, y hacerlo con la mayor brevedad posible y dentro de esa buscada estabilidad social cuya paz ya nos cuesta casi 60 víctimas durante menos de 2 años.
03/02/2015 04:22:47 p.m.
[1] Karl Marx, Contribución a la Crítica de la Economía Política.