Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Si por algo sorprende el agotamiento de la socialdemocracia es por lo rápido que ha sucedido. Bastaron unos cuantos meses para que se trancara el engranaje del gobierno. Asombra la velocidad del deterioro de la espiritualidad construida por la Revolución.
La socialdemocracia rentista es una forma de gobierno (no un sistema, su sistema es el capitalismo) que no soporta adversidades. Se basa en el clientelismo, en repartir la renta formando conciencia egoísta. Cuando el reparto falla, cuando los precios bajan, la masa irrumpe contra el gobierno que perdió la capacidad de regalía. La Revolución, el Comandante Chávez siempre intentó complementar el reparto material con la elevación de los valores morales socialistas, esta idea la resumía Chávez diciendo "No sólo de pan vive el hombre". Demostraba así su profundo cristianismo y su comprensión del movimiento hacia el Socialismo. El Plan de la Patria original deja muy clara esta idea.
Cuando la socialdemocracia toma al gobierno comienza a desarrollar su plan y es atrapada por el círculo perverso reparto-apoyo, se desatan las expectativas de consumo creciente, el facilismo regresa, el egoísmo se adueña del alma popular, se pierde la espiritualidad, la fuerza colectiva que derrotó al golpe de abril y a la meritocracia petrolera. En estas condiciones, no podía suceder otra cosa que pérdida de apoyo cuando el reparto mermara. Y así pasó, la crisis económica que ya era un problema fue ahondada por la búsqueda de soluciones socialdemócratas: intentos por mantener el reparto, alianzas con los capitalistas, desfiguración del Socialismo, alejamiento de la espiritualidad de Chávez. De esta manera se precipitó el agotamiento de la vía socialdemócrata.
Así arribamos a la situación de hoy. Una masa que venía construyendo relaciones humanas de cooperación a través de los diferentes ensayos de organización, acicateada con el discurso y el ejemplo del Comandante, en pocos meses es capturada por la ética capitalista rentista. Llegamos, de este modo, a la encrucijada, a la pérdida creciente de apoyo popular y a la amenaza de un estallido social, nombre que ahora califica al 27 de febrero.
Ya altos mandos del gobierno comienzan a percibir la difícil situación, esto es esperanzador, nunca es tarde para rectificar. Algunos artículos de altos funcionarios alertan sobre el bachaqueo, vuelven al espíritu de Chávez, regresan a la espiritualidad de Carabobo, de Santa Inés. Este propósito de crítica es el inicio del camino correcto, debe ser aplaudido por todos y debe ser la apertura a una nueva actitud del gobierno.
Ahora bien, cualquier rectificación debe ser precedida de una profunda autocrítica, necesaria para recuperar la confianza de la masa golpeada por el coqueteo con capitalistas y sus fórmulas. Deben dictarse medidas que en la práctica rescaten la confianza de la masa, que demuestren la clara intención de corregir el rumbo. Que construyan una nueva ética que hagan inaceptable la corrupción y sus manifestaciones. Es la única manera de erradicar la corrupción. Una Ley de ahorro drástica dentro del gobierno, austeridad al máximo, prohibir los vehículos que superen cierto monto, los guardaespaldas excesivos, bajar los sueldos de altos funcionarios, que ser diputado no sea una profesión.
Sólo así se podrán construir las condiciones para exigir sacrificio a la masa, sólo así podremos edificar la conciencia del deber social, castigar con la fuerza social el bachaqueo.
Estaremos entonces encaminados a restituir el espíritu de combate, a hacer frente a cualquier agresión, es la manera de recuperar la fuerza perdida en la veleidad socialdemócrata.