¿Qué mueve la economía de un país?

La pregunta del título de esta entrega luce conocida y con un menú de respuestas preválidas dentro de la cuales habría que entresacar la que mejor acierte.

Por ejemplo, según los apologistas de la burguesía, los motores de una sociedad serían los empresarios; hay loas y panegíricos a montón que asumen esta respuesta, una respuesta clasista y en consecuencia susceptible de ser cuestionada.

Otra respuesta alude a los trabajadores, pero estos en la sociedad burguesa no son dueños de sí ni de los medios de producción necesarios para producir hasta un simple grano de arroz.

Entonces, si no son los primeros ni los segundos de los nombrados, ¿quiénes son los motores de una economía?

Conozcamos el escenario económico donde hallaremos efectivamente numerosas empresas con sus correspondientes dueños y trabajadores. Podríamos inferir entonces que los motores son las empresas, pero estas son simples figuras u organismos jurídicos.

Nos queda luego el empresario y los trabajadores; si eliminamos el primero porque limita su actuación a poner su capital para que otros lo apliquen a procesos productivos y rentables, entonces regresamos a la convicción de que son los trabajadores los motores de la economía nacional.

Sin embargo, nos queda ahora entresacar entre todos ellos a aquellos que realmente trabajan productivamente y a quienes no lo hacen porque sus labores dentro de la empresa no necesariamente contribuyen a la creación de ningún producto.

Este es el caso del personal contable, muy relevante a los efectos de la custodia del patrimonio, de sus movimientos durante los ejercicios económicos. Queda también el personal gerencial, de máxima importancia por cuanto administra, dirige, emplea, coordina, organiza y es, ante el Estado, ante los tribunales y ante el mundo y los demás empresarios, el representante del paquete de trabajadores y medios de producción que se hallan operando todos los días para fabricar tal o cual mercancía.

Nos queda también el personal de vigilancia policial, no menos importante por aquello de preservar la propiedad privada del patrimonio de la empresa frente a los antisociales que el propio sistema burgués engendra.

Esa exclusión de parte del personal de la empresa es necesaria por cuanto ya hemos planteado el carácter de falsos costes de los salarios e insumos administrativos de muebles de oficina y afines que representan estos trabajadores; lo hemos hecho por conceptuarlos como trabajadores excelentes y muy importantes al servicio de y para el dueño de la empresa, y por esta razón dichos costes no tienen por qué aparecer como elementos del coste y el precio que los consumidores hasta ahora pagan sin recibir nada de dichos trabajadores, y en consecuencia no podrían ser motor alguno que mueva la economía de ningún país.



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Manuel C. Martínez


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